La casa Sisley lanzó en 1990 su icónico Eau du Soir, el “agua de noche” que rápidamente cautivó a millones de mujeres de todo el mundo. Y mi madre, que solía estar al quite de tantas cosas, se convirtió en una de esas mujeres que se sintió reflejada en una fragancia a la que ya no pudo renunciar.
Isabelle y Hubert d’Ornano encargaron al escultor polaco Bronislaw Krzysztof el diseño del frasco del perfume que se convertiría en uno de los más demandados de Sisley. Una estrella con rostro de mujer con cierto misterio. Una mujer imponente.
Tengo el recuerdo de todos esos frascos en no pocos rincones de nuestra casa familiar. Y cuando se acercaban estas fechas, buscaba alguna edición especial para regalarle a mi madre. Era una apuesta segura.
Porque se trata de un agua de perfume para una mujer con personalidad, con notas de mandarina y pomelo, rosa y jazmín, syringa e ylang-ylang con el toque de chipre. Una composición de notas verdes y amaderadas, como la bergamota, el cedro o el musgo, que aportan fijación. Se trata, en definitiva, de un perfume elegante y preferentemente recomendado para las noches otoñales e invernales.
Confieso que yo seguía fiel a mis fragancias diarias frescas y cítricas como Eau d’Orange Verte de Hermès, que seguimos utilizando junto con mi padre. Me encantaba Eau du Soir porque la vinculaba a mi madre pero tenía la sensación de que sólo le podía pertenecer a ella.
Pero esa sensación vino acrecentada con la pérdida de mi madre en 2011. Durante estos años, si me topaba con alguna mujer que llevaba “su” perfume, inmediatamente se me humedecían los ojos. Estuviera donde estuviera. No lo podía evitar.
Y esta historia se la comenté en una cena a una buena amiga. Entonces -y ahora- es un gran referente en cuanto a la divulgación de los productos top de belleza se refiere. Se guardó mi pequeño relato personal para ella y justo antes de la Navidad de hará unos tres años, me sorprendió con un precioso regalo. Me obsequió con una edición especial maravillosa de Eau du Soir, la Dripping Fantasy. Una versión colorida, explosiva, con unas manchas rojas y azules mironianas salpicadas en el mítico frasco.
Fue uno de los momentos de mi vida -que nunca le dije- en los que más me he emocionado. Recibir un regalo hecho con tanto cariño y mimo, entendiendo a la perfección lo que significaba aquél en mi vida… Y ahí está, puesto en uno de mis lugares preferidos de mi casa, luciendo cual escultura a la que nadie se atreve a tocar para no dañarla. Todavía no me he atrevido a ponerme unas gotas siquiera.
Pero este año ha llegado el momento de abrir el frasco, de rociarme el cuello con unas gotas de Eau du Soir y celebrar la Navidad. En recuerdo de aquellos a los que seguimos amando, echando de menos y cuya fuerza nos sigue impulsando a hacer grandes y majestuosos esos pequeños momentos de absoluta felicidad.
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