La boda del príncipe Carlos con Camilla Parker-Bowles marcó el principio de una era. Para muchos fue el final feliz de una historia de amor que comenzó décadas atrás y sobre la que siempre orbitó la sombra de Lady Di. Una historia turbulenta, de infidelidades y escándalos, que puso en jaque a la monarquía británica y que terminó con una boda que si bien no fue pomposa, sí fue histórica.
Unos jovencísimos Carlos y Camilla se conocieron a principios de 1970. Pronto se hicieron amigos y comenzaron una relación sentimental que nunca terminaría. Pero eso todavía no lo sabían. Lord Mountbatten, tío abuelo de Carlos, le animó a alejarse de ella por «no dar el perfil de futura reina».
Se sabía que había tenido relaciones con algunos hombres y una relación intermitente con Andrew Parker Bowles, con quien se acabaría casando mientras Carlos permaneció ocho meses en el Caribe con la Royal Navy. Casi diez años después, en 1981, la Casa Real anunció el compromiso del heredero con la jovencísima Diana Spencer. Y el resto de la historia nos la sabemos de memoria.
Han pasado 19 años del día de abril en que unos sonrientes Carlos y Camilla obtuvieron por fin la bendición a un amor a prueba de bombas. Vivían juntos en Clarence House desde 2003 y era habitual verlos juntos en actos públicos. La imagen de «bruja del cuento» se fue dulcificando para Camilla, a la que el pueblo aceptó como la persona con la que el príncipe había elegido compartir su vida desde el principio.
Así, la boda fue un paso más en su relación que se materializó con una ceremonia civil en el Ayuntamiento de Londres y a la que solo acudieron 28 invitados. A esta le siguió una misa oficiada por el arzobispo de Canterbury que siguieron in situ miles de personas.
Una de las anécdotas de la boda es que Isabel II no estuvo presente en la ceremonia, aunque sí disfrutó del banquete posterior. El motivo fue que no le pareció adecuado, siendo monarca, acudir al enlace de dos personas que previamente habían estado divorciadas. Igualmente sí participó en todos los festejos y fotografías que se hicieron ese día.
En cuanto a los atuendos de los novios, el príncipe Carlos lució un impecable chaqué todo el día en lugar del uniforme militar que se puso para su boda con Diana. La novia por su parte recurrió al vestidor en varias ocasiones. Para la ceremonia civil escogió un vestido blanco de Robinson Valentine con un abrigo a juego y una pamela con detalles florales de Philip Treacy. Además, en lugar de ramo llevó una cartera de mano.
Sin embargo el look que todos recordamos es el segundo, el que se puso para la misa. Ahí optó por un vestido largo con un abrigo en tono verdoso con bordados florales de hilo de oro que completó con un recordadísimo tocado de plumas de Philip Treacy y un pequeño ramo de flores. Es así como posó para las fotos oficiales junto a sus suegros, su padre y los cuatro hijos que la pareja tuvo con sus parejas anteriores. Los príncipes William y Harry por parte de él; y Tom y Laura Parker Bowles por su parte.
El anillo de compromiso con el que Carlos le pidió a Camilla que lo suyo acabara en boda no es uno de los más mediáticos pero sí uno de los más valiosos de la familia real británica. Se trata de una pieza de estilo Art Déco que perteneció a la reina madre y que está formado por un diamante central en talla esmeralda y otros seis de talla baguette. Al contrario que Kate Middleton, que luce el suyo con asiduidad, la actual reina británica no suele llevarlo encima. Opta por otras piezas menos ostentosas que forman parte de su joyero habitual.
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