El 31 de agosto de 1997 el mundo amanecía en shock al conocer la noticia de la muerte de la princesa Diana de Gales. Ese caluroso domingo, las calles de Londres se llenaron de turistas, residentes y extranjeros quienes, como en una procesión llegaban al palacio de Kensington, ultima residencia de la princesa, para llevar flores, notas y dibujos.
Dicen que ese día se terminaron las flores en Inglaterra. Durante toda esa semana, el Palacio tuvo que habilitar libros de condolencias en todos los edificios públicos del Reino Unido para que los súbditos de Diana pudieran expresar su dolor.
En esos días la prensa acusó directamente a la Reina por la indiferencia que mostraba. Isabel II se encontraba junto a toda la familia en Balmoral, lugar donde habitualmente pasaba esas fechas. La soberana no solo no quiso volver a Londres apenas se hizo pública la noticia, sino que pretendió hacer un funeral privado, sin apenas relevancia.
¿Dónde está nuestra reina? o ¿Le importamos algo a nuestra reina? Eran los titulares más suaves que, durante esa semana publicaban los tabloides. Fue tal la presión que la monarca recibió por parte del entonces primer Ministro, Tony Blair, que accedió a hacer un gran funeral, con honores de Estado, para un miembro de una familia real.
Aunque Diana había perdido su tratamiento de Alteza Real, a cambio de ser conocida como Diana, la princesa de Gales, su muerte la convirtió en una leyenda. La más querida y popular del mundo.
Así pues, tal día como hoy, 6 de septiembre de 1997, la Abadía de Westminster recibía a un centenar de personalidades de todo el mundo para despedir a Diana.
A primera hora de la mañana el féretro fue llevado por caballos desde el Palacio de Kensington a la Abadía. Detrás de él caminaban sus dos hijos, el príncipe Carlos y el Duque de Edimburgo. Cuando el cortejo pasó por la puerta del palacio de Buckingham, la reina Isabel II, que se encontraba allí con toda su familia, fue la primera en bajar la cabeza como señal de respeto.
Una vez terminado el funeral de Diana, su féretro fue conducido en coche hasta Althorp House, lugar donde ella creció y donde se encuentra su residencia familiar. Entonces nos contaron que su cuerpo sería enterrado en una pequeña isla dentro del palacio.
Durante los siguientes años, miles de turistas desfilaron por allí, como si se tratara de Disney World para presentar sus respetos a Diana.
Sin embargo, no fue hasta 20 años después, coincidiendo con el 20 aniversario de su muerte, cuando el mundo supo que aquel 6 de septiembre el ataúd que recorrió las calles de Londres estaba vacío.
Concha Calleja lo relata muy bien en su libro “Diana, Requiem por una mentira”. El cuerpo de la princesa fue incinerado cinco días después de su muerte y sus cenizas se depositaron en una pequeña iglesia construida en el año 1200 en el pueblo de Great Brington.
Según la escritora, que estuvo allí y pudo sacar incluso fotos de su última morada, Diana fue incineradora en ese pueblo y fue sepultada a altas horas de la madrugadora junto a los restos mortales de su padre.
De hecho, algunos amigos de la princesa, como el argentino Roberto Devorick, piensan que hubo dos ataúdes. Uno que llevó a Diana hasta el pequeño pueblo y otro que finalmente fue exhibido en el gran funeral.
Al parecer fue la noche anterior al funeral oficial cuando se hizo el traslado de los restos de Diana desde el palacio de St James – lugar donde había permanecido el cuerpo desde que llegó de París- hasta el palacio de Kensington, donde se hizo el cambio.
1.200 millones de personas fueron testigos de la mayor mentira de la historia. Una mentira que, según fuentes de palacio, se hizo para que el verdadero lugar donde descansara la princesa no fuera asaltado. Se pensó entonces en los miles de fans y en los primeros días en los que la histeria se apoderó de Inglaterra.
La muerte de Diana fue un duro golpe, no solo para el mundo entero, sino también para la monarquía británica y la reina Isabel II, que esa semana fue especialmente odiada. Un hecho que sirvió para calmar a un pueblo destrozado que lloraba a su princesa.
Por primera vez el estandarte de las residencias reales fue puesto a media asta, algo que nunca se había hecho con ningún otro miembro de la familia real. Además, la Reina tuvo que hablar en directo por televisión alabando la figura de Diana.
25 años después las verdaderas causas de la muerte de Diana siguen siendo un misterio. Su hijo pequeño, el Duque de Sussex, ha declarado que en su autobiografía plasmará la verdad de lo que ocurrió. Para ello lleva mucho tiempo recopilando información.
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