Para muchos, Carlos III es considerado el rey más ecologista de la historia. Mientras esperaba a acceder al trono, el hijo de Isabel II asumió como propias numerosas causas relacionadas con el cambio climático, la defensa de los animales o de los ecosistemas. Así que no es extraño que el monarca aprecie en su hogar objetos en desuso que muchos considerarían un estorbo. Pero que tienen en sí mismos una evidente carga sostenible y ecológica.
La reciente fotografía del rey Carlos III recibiendo en su residencia de Clarence House a Felipe VI nos ha dejado ver dos de estos elementos, antiguos y originales, repletos de historia.
Se trata de dos espejos junto a la chimenea de la llamada Morning Room, uno de los salones de Clarence House, la residencia oficial del Rey de Inglaterra y su esposa Camilla. La pareja tiene intención de mudarse al Palacio de Buckingham, pero esperarán a que se concluyan las obras de remodelación del mismo.
Pues bien, ambos son idénticos, con esfera redonda inclinada, asa y arco de bronce; y con fuste y peana triangular de madera. Dos objetos que muy probablemente se usen desde hace décadas para concentrar el calor y la luz de la chimenea sobre los dos sillones del salón. De esta manera sencilla, sostenible y eficiente, se conseguiría una estancia más confortable, proporcionando calor directo a los habitantes cuando se ocupan ambos sillones.
Y para aclarar su utilidad hay que remontarse al siglo III a.C. cuando Arquímedes descubrió con asombro la posibilidad de concentrar el poder calorífico del sol utilizando espejos.
A nuestros días, a base de leyendas y algunas evidencias históricas posteriores, ha llegado la epopeya que supuestamente protagonizó el propio Arquímedes en las costas de su Siracusa natal. Plutarco o Tito Livio, ya en el siglo I d.C., se hicieron eco del incendio protagonizado por el citado físico, matemático e inventor griego sobre las naves romanas lideradas por Marco Claudio Marcelo. Para ello usó uno o más espejos ustorios que concentraron el calor del sol sobre las velas de los barcos, provocando así el incendio de la flota.
La historia, cierta o no y repleta de matices técnicos, acabó inspirando con los años la creación para uso doméstico de objetos que se regían por el mismo principio físico descubierto por Arquímedes. Así, los espejos o placas pulidas de diferentes materiales, que reflejaban la luz en interiores o que concentraban el calor en un punto, se hicieron presentes en infinidad de residencias. Sobre todo en aquellas cuyo principal medio para calentarse era una lumbre o chimenea.
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