El estilo de Isabel II puede parecer rancio y poco original pero lo cierto es que la monarca británica cuida con mucho esmero y celo los outfits que llenan su armario. En la zona del vestidor, las ocho personas que protegen sus estilismos no dan puntada sin hilo. Tres modistas, una sombrerera y cuatro doncellas ayudan a la monarca a diseñar, elegir y probar su atuendo diario.
Estos momentos de complicidad frente al espejo y al armario han fraguado una fortísima amistad con su estilista personal, Angela Kelly. Desde hace más de veinte años trabaja codo con codo con la reina e incluso publicó en 2012 un libro titulado «Dressing the Queen: The Jubilee Wardrobe» en el que desvela algún que otro chascarrillo (con autorización real, por supuesto).
Con su lectura nos enteramos, por ejemplo, de que en los dobladillos de las faldas se meten trocitos de plomo para evitar que un ráfaga de viento levante la prenda y provoque situaciones incómodas.
Otro dato curioso es que la ropa nunca se limpia en seco sino que se cuece al vapor para evitar los malos olores químicos típicos de tintorería. Para evitar que se repita modelo con asiduidad, el equipo de Angela escribe a mano todo tipo de información sobre esa «puesta» (fecha, evento para el que fue seleccionado, adornos que hubo que reparar…).
Si elegimos al azar una foto de la monarca de los últimos cincuenta años comprobaremos que sus zapatos negros no han cambiado de look. De tacón medio y cadenita dorada, a 1.300 euros el par, los encarga a la empresa Anello&Davide. También es fiel a un patrón de abrigo, de cuello redondo y corte recto, que posee en todos los colores existentes en el Pantone.
El abrigo elegido suele ir conjuntado con el sombrero (nunca lo pone pasadas las seis de la tarde) y el paraguas de la marca Fulton de pvc transparente con una franja del color elegido a modo de ribete ese día que no llega a los 30€ de venta al público.
Otro de sus imprescindibles es el bolso realizado a mano por la firma Launer (2.100 €) que siempre cuelga del brazo izquierdo. Forrado de terciopelo y con el cierre chapado en oro lo posee en cuarenta versiones (piel de avestruz, cocodrilo, charol.. y, por supuesto, en varias tonalidades). Los guantes son de la marca Brigg (su tienda principal se ubica en St. James´s Street de Londres).
Todas estas firmas cuentan con las Royal Warrants, es decir, sellos de reconocimiento que concede la reina a aquellas empresas que hayan suministrado durante un mínimo de cinco años consecutivos, productos y/o servicios de excelente calidad.
También posee este marchamo Barbour, cuyas chaquetas enceradas suele usar la reina en sus cacerías y paseos por el campo. De vez en cuando disfruta paseando a caballo. Entonces se pone un casco de otra empresa local centenaria, Charles Owen&Co.
Otro establecimiento que cuenta también con sello real es Rigby&Peller, una tienda londinense especializada desde hace 75 años en corsetería. Entre sus firmas destacadas, Andrés Sarda. Quién sabe si la monarca guarda en su armario las creaciones de esta empresa española creada hace 53 años. Una década menos que el tiempo de reinado de Isabel II, una mujer que inspiró a Dolce&Gabbana en su colección de otoño- invierno 2008-2009. Por todo ello… God Save the Queen!
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