Tras la muerte del duque de Edimburgo, la reina Isabel II se enfrenta a un nuevo asunto familiar: el reparto de la herencia de su marido. Si bien éste dejó perfectamente explicado cómo quería que fuera su funeral, lo lógico es que también estuviera convencido de a quién quería dejarle sus bienes más preciados. Todo apunta a que la principal heredera de su fortuna sería la reina Isabel II, sin embargo, el duque poseía otros bienes no tan valiosos económicamente que habría dejado especialmente a otros familiares. Un reparto de la herencia en el que también se incluiría el título de duque de Edimburgo, que presumiblemente será para el príncipe Eduardo.
La fortuna del duque de Edimburgo ha sido uno de los principales temas a debatir desde que éste falleciera el pasado 9 de abril. Y es que nadie sabe a ciencia cierta cuánto era el patrimonio que el marido de la reina Isabel II había conseguido acumular a lo largo de su vida. Unos medios cifran su fortuna en 10/12 millones de libras, mientras que la revista Forbes se atreve a estimarla en 30 millones. Unas cantidades muy dispares que, en cualquier caso, heredaría la reina Isabel II de forma íntegra.
Y es que la ley británica permite ahorrarse los impuestos de sucesiones cuando la herencia pasa del consorte al soberano, motivo por el cual la reina sería la principal beneficiaria de la herencia de su marido. De no ser así, la familia tendría que pagar al tesoro público un 40% de la fortuna que, a juzgar por la cantidades de las que hablan los medios, supondrían unos cuantos millones de libras.
Lo cierto es que se desconoce el dinero exacto que poseía el duque de Edimburgo, pues la familia real no está obligada a facilitar sus cuentas. Si atendemos a la Ley de Subvención Soberana de 2011, sabemos que el príncipe Felipe recibía una cantidad anual de 500.000 dólares para financiar los gastos del desempeño de sus funciones públicas, una cantidad de dinero que siguió cobrando hasta su muerte, pese a haberse jubilado en 2017. A ella habría que sumar el dinero que la reina le daba del Ducado de Lancaster, que si bien no se sabe cuánto era exactamente, no consta que fuera una cantidad significativa.
Además del dinero, el marido de la reina también deja a disposición de sus herederos su título de duque de Edimburgo. Éste le fue otorgado por el padre de Isabel II, Jorge VI, un día antes de su boda en 1947. De acuerdo con lo establecido dicho día, el título lo heredaría el primogénito, es decir, el príncipe Carlos. Sin embargo, en 1999 esto se modificó y se estableció que el ducado de Edimburgo pasaría al príncipe Eduardo, el hijo más pequeño y actual conde de Wessex.
Una decisión que se habría tomado con el fin de perpetuar el título y evitar que desaparezca. Sin embargo, el príncipe Eduardo no se convertirá en duque de Edimburgo hasta que no muerta Isabel II y su hermano se convierta en rey.
De todas las herencias que ha dejado Felipe de Edimburgo, la más especial la habría recibido su nieta Lady Louis. En sus últimas voluntades, el marido de Isabel II habría dejado estipulado que sus ponis y su carruaje pasasen a su nieta de 17 años, con la que compartía su pasión por las carreras de caballos. Una posesión muy importante para el duque, que incluso participó del funeral que se celebró el pasado sábado. La hija menor del conde de Wessex era la nieta favorita de Felipe de Edimburgo, por ello ha querido premiarla con este regalo tan especial.
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