Tiene de cursi lo que uno supone tienen esas remilgadas lady posh de cliché al uso. Y tiene también lo que uno creen llevan en su ADN las Barbies de colección americana. Porque Georgina Chapman, exesposa de Harvey Weinstein, es londinense pero residente en California, con lo que la mezcla ya es explosiva. La chica, que habla con voz nasal, es simpática en grado extremo, tanto que suena a falsa, y es la mitad de Marchesa, la firma que no se distingue precisamente por su simplicidad, al lado de su colega, otra que tal, Keren (no Karen) Craig y como dueñas de la firma han aterrizado en Barcelona con su colección de novia y fiesta de la Valmont Barcelona Bridal Week.
Llegaron ligeras de equipaje pero con 18 armarios repletos de vestidos que pusieron en pasarela en el Palacio de Pedralbes, cuyo jardín (parte del estanque), fue puesto a punto por Fran Cisneros que se trajo medio Jaén en tres trailers repletos de olivares y otras especies. Añadió lámparas, decorados, muebles metálicos y diversos muebles creando una apetecible historia de tules y plantas al fresco de esta primavera imbécil que nos está tocando sufrir.
Cisneros, puestos a la hora moderna, me dice que es la deconstrucción de un jardín de Monet. Audiencia a tope, de todo gusto, color y aceptación, e invitados de lujo: el eterno boy friend de estos días, Juan Avellaneda, con uno de sus batines de sois y plagado de joyas (buenas): la casi invisible Juana Acosta; la increíble Irene Montalá, que junto su marido (ausente) Miquel Fernández conforman uno de los matrimonios más solventes en todos los sentidos, del panorama artístico nacional; Mar Flores cuyo medio siglo la pillará en junio en plena forma estética pero un tanto absurda de comportamiento: ante la pregunta de si buscaba traje de novias (Elías Sacal, si; Elías Sacal, no) salió corriendo como una iniciática influencer; y Laura Ponte con su chico, una pareja perfecta donde ella investiga ahora en los trajes de novia, que seguro hace con la misma dedicación, entereza y sabiduría como las joyas, que realiza por encargo, o todo lo que toca.
Volvemos a Georgina Chapman, a la que seguramente ustedes no sólo conocerán por la audacia de sus vestidos sino por su también audaz ex marido, el productor cinematográfico Harvey Weinstein, que prometía papeles en el cine a cambio de favores sexuales: casi cien mujeres le denunciaron por ello. Georgina le conoció en el 2004 y se casaron en el 2007, tuvieron dos hijos, Pearl, de nueve años, y Daniel, de seis. Cuando pasó el asunto que nos ocupa se divorciaron en 2017, con lo cual la chica está soltera y sin compromiso, porque el joven que la acompaña en el viaje es su hermano Edward, CEO de la compañía. Aunque vienen con tanta tropa que si los gastos los paga la Bridal Week se habrán arruinado.
La colección es, como cabía esperar, hermosa, repleta de florituras y diseños que, en alguna ocasión parecen inventados al estilo de Vivien Leigh en «Lo que el viento se llevó» con cortinas y/o similares. Otras veces recalan en el glamour de Hollywood de los cincuenta y sesenta, cuando el technicolor pintaba la vida y por eso era tan hermosa. Formas envolventes, sugerencias corporales y algo que no falla nunca: superposiciones de tules y bordados que llevaron las modelos, encabezadas por la estrella Brandi Quiñones. Volúmenes para todo los gustos, de los más ampulosos a los mas ceñidos y, lo que no faltaba en ninguno, flores y hojas recortadas con su hermoso impacto estético al mecerse con la brisa de la noche.
Una colección con encanto muy bien servida, quizá tal vez un tanto escasa de luz para apreciar el detalle. Y el punto más notable, la banda sonora, guiada por la experta mano de Bru Mercé (recuerden el nombre de la empresa, Música Divina), que mezcló electrónica con incrustaciones de violín y chelo a tope. Todo ello enlazado con versiones de clásicos con la voz de Blondie o Françoise Hardy (Le temps de l’amour), música para piano de Robyn, temas de Sofi Miller o ese «My best friend resonante», de Peter Later, una suerte de adagio demoledor apropiada apertura al silencio inicial: un acierto total.
Luego, en el interior del palacio, el equipo de XXL, agencia organizadora seguía en su empeño de lograr que todo funcionase a las mil maravillas, y casi que lo consiguen sino fuera porque la audiencia, en cantidades notables, se vuelve exigente y a veces descomedida. En un rincón, Georgina y Karen parecían disfrutar el éxito sin que nadie las incordiara. O tal vez así lo habían pedido. Que estas divinas a la hora de pedir no reparan en exigencias.
*Foto principal: Gtres
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