Uno de los aciertos más increíbles del cine fue contratar a Sean Connery como actor. Gracias a eso hemos disfrutado de buenas tardes de cine, de grandes momentos de acción, y de las emociones e ilusiones que puede generar un buen actor en pantalla. Connery lo era. Tras su fallecimiento el pasado 30 de octubre a los 90 años de edad, miles de personas anónimas alrededor de la orbe de las redes sociales, compañeros de profesión y la prensa en general han reconocido su valía como actor.
Por supuesto, el personaje que nos pasa a todos por la mente cuando nombramos a Sean Connery no puede ser otro que el icónico agente de su Majestad 007, preparado para matar. Eso sí, por el bien de la humanidad. Son muchos los maravillosos escenarios por los que el personaje se ha movido a lo largo de la serie. Sin embargo, hay un edificio que brilla con luz propia en el firmamento celuloide. Se trata de la casa de verano del magnate multimillonario Willard Whyte.
¿Quién es el señor Whyte? Pues pasa por ser una víctima del tirano de la serie de Bond, ya sabéis, el del gatito, el Número Uno, cuyo nombre es Ernst Stavro Blofeld. Éste le roba la identidad a Willard en el capítulo Diamonds Are Forever, conocido en España como Diamantes para la Eternidad. Blofeld encierra al megamillonario en su casa de verano con dos atléticas guardaespaldas, Bambi y Thumper, Lola Larson y Trina Parks, y allí va el agente secreto más famoso del orbe a rescatar el magnate, enfrentándose a la muerte una vez más.
La espectacular vivienda que vemos en las escenas se llama en realidad Elrod House, y fue construida para el diseñador de interiores Arthur Elrod en 1969. La diseñó el arquitecto de renombre John Lautner, uno de esos nombres que a la mayoría nos deja igual, pero que fue un precursor de los grandes modelos arquitectónicos de los que disfrutamos hoy día. La casa abarca 830 metros cuadrados de superficie útil, posee cinco dormitorios y está construida en una ladera rocosa, a tan sólo seis minutos del centro de Palm Springs.
La vivienda, situada en el 2175 de Southridge Drive, California, se distingue desde Palm Springs, y desde su salón se puede disfrutar del Monte San Jacinto, del Monte San Gorgonio y de las magníficas panorámicas del valle donde se ubica. La construcción requirió de la demolición de gran parte del conjunto rocoso, dado que el cuarto principal, desde el cuál gira el resto del edificio, se integra en la montaña, en la que se apoya la fantástica cubierta circular de hormigón.
El techo tiene forma cónica, con nueve triángulos que radian desde el centro, cubriendo la increíble sala de estar, y dando paso a una piscina que posee una parte al interior y otra al exterior. Las sinuosas paredes acompañan con curvas este relato arquitectónico, destacando en la sala las rocas emergentes del pavimento y las paredes. Dos detalles que algún personaje utilizó descaradamente para atacar al bueno de Bond. Al norte de la sala, una gran cristalera se abre dando la impresión que la casa está al aire libre, o que es parte natural de la montaña.
El techo circular tiene 18 metros de diámetro y es autoportante. Esto implica que él mismo garantiza su estabilidad estructural. Además, la cubierta se abre mediante claraboyas triangulares, simulando una flor de nueve pétalos. Estas aberturas sirven de excusa para ver el enorme espesor de las piezas, un espesor que contrasta con la viga de borde de la cubierta. Este contraste hace que la sensación de levitación de un material tan robusto como el hormigón se incremente exponencialmente.
Desde la sala se accede a la parte baja de la vivienda mediante una escalera anclada al hormigón que es, en suma, el material rey de la edificación. Toda la vivienda cuenta con hormigón visto, sin complejos, con acabados planos en las superficies horizontales, y acabados estriados en formas verticales en las paredes, adaptándose perfectamente al sentir rocoso del espacio exterior. Otra pequeña escalera, embebida en las rocas, sale del cuarto principal para introducirse en el resto de la vivienda.
En la misma planta encontramos una alargada cocina, y justo en la parte opuesta a la piscina, detrás de un enorme muro curvo, hay un comedor, un aseo y otra sala de estar. El baño principal posee una bañera incrustada en el pavimento, con vistas al exterior mediante un enorme ventanal, aunque con intimidad gracias a su ubicación entre las rocas del lugar. El complejo posee también amplios jardines que rodean la vivienda, y gimnasio, una sauna y cinco dormitorios con baños incluidos, que incluyó el propietario que adquirió la casa en 2002
Acompañando al hormigón y el cristal, la pizarra conforma un espectacular tercer material. En concreto, la pizarra negra en forma de espigas, que imita al parqué de madera clásico. Y, para que la envidia nos lleve al extremo, el dormitorio principal posee un mueble bar de madera con amplios armarios forrados de corcho y una barra.
Por supuesto, la vivienda se ha ido adaptando a la modernidad, sobre todo en la carpintería, en los aparatos de aire acondicionado y en los de generación de energía eléctrica. Y es que en la actualidad posee paneles fotovoltaicos.
Después de pasar por varios dueños, la vivienda llegó a las manos del diseñador de moda Jeremy Scott en 2016, por la nada desdeñable cifra de 7.7 millones de dólares, unos 6.59 de euros. Scott es director creativo de Moschino.
En una de las imágenes realizadas durante el rodaje, se ve a Sean Connery con una cámara de fotos, sentado en un sillón B&B Italia Serie Up 2000, disfrutando de su tiempo libre. La huella indeleble del actor escocés no deja lugar a engaño. Sus películas acompañarán a millones de fans del celuloide por la eternidad, así como la arquitectura de que hizo posible magníficas escenas, aunque en segundo plano, por supuesto.
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