Elizabeth Taylor fallecía tal día como hoy de hace diez años en Los Ángeles, a los 79 años de edad, por una insuficiencia cardiaca. Su figura se fue agrandando con el paso de los años hasta convertirse en mucho más que una actriz. Su eterna belleza marcó una época en Hollywood, donde acaparó reconocimiento, cariño de un público entregado y galardones de unos compañeros de profesión que siempre la respetaron por sus innatas dotes interpretativas. Hasta que una pandemia se cruzó, como sucede ahora mismo, en su destino, para marcar sus últimos veinte años de vida con otros propósitos bien diferentes.
Tras participar junto a Rock Hudson y James Dean en Gigante, allá por 1956, la actriz entabló una amistad muy especial con el primero. El sida acabó con la vida de Hudson en 1986 y Taylor conoció de cerca los dramáticos efectos de una enfermedad desconocida hasta el momento. Aquello supuso un punto de inflexión para ella.
Meses antes del fallecimiento del actor, Elizabeth Taylor impulsó la creación de una fundación que trabajara en la búsqueda de un remedio para el VIH. Un virus que mataba, pero repleto de prejuicios y que gran parte de la sociedad ignoraba. Sería el embrión de la Fundación Americana para la Investigación sobre el SIDA (amfAR).
“El sida aún es un tabú y mucha gente cree erróneamente que es una enfermedad sólo de homosexuales. Y no es verdad”, afirmaba Elizabeth Taylor años más tarde en Oviedo. Era en octubre de 1992, durante el acto de entrega del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia otorgado a la citada organización.
Quedaba mucho por hacer y la actriz ejercía esos años como portavoz ante un auditorio en el que además del actual rey Felipe VI y la reina Sofía, se encontraban personalidades como Nelson Mandela, premiado con el galardón a la Cooperación Internacional.
“En todas las naciones, en todos los países, es hora ya de dejar de hablar de “nosotros” y de “ellos”. Todos somos “nosotros”; todos los enfermos son nuestros hijos, todas esas familias son nuestros amigos; todas las muertes son nuestros fracasos por no haber hecho lo suficiente por evitarlas” afirmaba Elizabeth Taylor en un discurso contundente, que supuso un impulso relevante a su causa.
La fundación que ayudó a formar proporcionó los fondos iniciales necesarios para realizar las investigaciones que contribuyeron al desarrollo de cuatro de los seis clases de medicamentos vitales contra el VIH. Y fue la institución pionera en los estudios iniciales que al final casi eliminaron la transmisión del VIH de madre a hijo en muchas partes del mundo.
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