ENTREVISTAS

#CloseTo Adrián Lastra: “No me importa ser un número más, mi ego está muy domesticado”

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La última vez que nos vimos estaba representando Port Arthur y acaba de recibir la noticia de que Velvet llegaba a su fin, pero estaba seguro que algo tendría que pasar porque esa aventura merecía un buen final. Y acertó. Han acabado de rodarlo hace poco y pronto veremos cómo es el “cierre de oro” de las galerías más famosas de la televisión. Como lo suyo es un no parar, acaba de estrenar Litus, película que se presentó en el festival de Málaga y nos dejó a todos noqueados. Ahora es ya el momento del público…

The Luxonomist: ¿Cómo te trata la vida?
Adrián Lastra: Muy bien, ya sabes que yo soy siempre feliz.

TL: Te veo más delgado, eso sí…
AL: Da esa sensación, pero estoy más fuerte. He estado entrenando y, cuando hago eso, me inflo (risas). No lo parece al verme porque soy menudito de cara y tengo unas muñecas muy pequeñas.

TL: ¿Dónde ha quedado ese “marciano” al que llamaban de pequeño?
AL: (risas) Ha quedado en la infancia. Me llamaban así porque era un poco hijo de p… Yo llevaba aparato en los dientes, porque no veas cómo los tenía. Nací y me los tiraron directos a la boca y tenía siete filas de dientes. Me pusieron un aparato de esos de paladar para abrirlo y yo casi nunca lo llevaba puesto, me lo ponía para hacer el tonto. Yo tenía, además, unas orejas bastante “bonitas” y amplias. Por eso me llamaban marciano. Y, entre mis amigos, lo sigo siendo.

TL: Eres de los que conservas tus amigos de niño, es cierto…
AL: Sí, ellos son mis raíces. Ahora, en esta época de tanto trabajo, los veo menos. Pero también te digo que, cuando una amistad es sólida, no hay que verse todos los días. Podemos pasarnos semanas o pocos meses sin vernos o sin llamarnos y, cuando nos encontramos, no decimos ¿Qué tal la vida?. Simplemente ¿Cómo estás?¿Qué has hecho hoy? Es como continuar lo que dejamos pendiente la última vez y nos vamos poniendo al día poco a poco. Cuando los amigos son de sangre, sobran los formulismos.

TL: Cuando las cosas van bien ¿Recuerdas esas etapas de la infancia?
AL: ¡Claro! A mí nada de eso se me olvida. Ni de la infancia, ni de la adolescencia, que es cuando yo empecé a trabajar. Recuerdo todo y, por supuesto, lo que me ha costado llegar adonde hoy estoy. Lo hablo mucho con mi hermana Rocío, que está ahora viviendo en mi casa. Ahora que ella está empezando a que las cosas le vayan bien, lo hablamos mucho. Este verano me escribió una carta que me hizo llorar. Es una niña que tiene mucha sensibilidad, sobre todo en el arte. Canta que te mueres, actúa y lo que no sabe hacer es bailar, eso no. Es arrítmica por completo (risas). En lo que me escribió me decía que era un ejemplo, que cuando empezaba a luchar todo el mundo me decía que no y “fíjate ahora lo que has logrado”. Y es verdad. Esto ya no me lo quita nadie.

TL: ¿Has cerrado muchas bocas?
AL: Sí, pero no es algo que me guste. La gente puede opinar de mí y de mi trabajo porque es la consecuencia de la proyección de lo que hago. Incluso pueden opinar de mí como persona. Si yo cierro la boca de manera involuntaria, con mis actos y mis hechos, es porque tú tenías una idea equivocada sobre mí. Hay que dejar huella con tu comportamiento, no intentando demostrar nada. Me gusta hacer lo que yo quiero hacer y, si no te gusta, no pasa nada.

TL: ¿Ya, desde pequeño, no tenías filtro?
AL: Contar hasta diez nunca ha ido conmigo. Nunca he tenido filtro, esa es la verdad. Siempre he sido un tipo que he ido de frente y que he hablado mucho. Me he buscado siempre la vida para salir adelante. En Vallecas había que salir adelante. Podías hacerlo por las buenas o por las malas. La mala vida, las malas artes, nunca las he experimentado. Ni mis amigos ni yo y mira que hemos estado rodeados de cosas que no son agradables y que te hacen aprender mucho, mucho, mucho…pero nunca he llevado es mala vida. Por desgracia, hay mucha gente que yo conozco desde que soy muy pequeño que sí fueron por el mal camino.

TL: ¿Cómo se evita seguir esa senda cuando se es tan joven?
AL: Teniendo valores y contando a nuestro lado con el tipo de familia que teníamos cada uno. Toda mi familia es bondad pura, por lo menos el núcleo de mi casa. Luego, sí es verdad que siempre hay ovejas negras en cualquier familia. Yo me podría haber ido a la mierda pero sin pensarlo ¿eh? con todo lo que tenía a mi alrededor. No te digo que todo fuera negro y oscuridad, pero el Vallecas del principio de los 90 era muy duro. Era muy fácil caer en eso, en los robos.. A mí me robaban los fines de semana y me pegaban, pero nunca llegué a hacer lo que ellos. Desde los 17 a los 22, más o menos, tuve una vida un poco oscura. Nos defendíamos de lo que nos hacían y no me siento orgulloso de ello, pero había que sobrevivir. La agresividad no es buena nunca, eso sí.

TL: Pese a todo, siempre te reconoces un niño feliz…
AL: Sí, pero muy feliz. Ha habido momentos bastante complicados, pero sé que he sido un niño muy feliz. Esa es una gran labor de mis padres. Cuando la gente me pregunta por qué soy así de normal a pesar de ser conocido, siempre respondo que la “culpa” es de mi viejo y de mi madre. Ellos eran los primeros que me decían: “Adri, nunca dejes de cantar porque, como actor, eres malísimo” (risas). La gente me dice ¿Cómo han podido ser tan duros tus padres? pero era la verdad, la puta verdad.

“Tengo muchos amigos con más talento que yo, que llevan años dedicándose a lo más grande y no tienen aquí la oportunidad de demostrarlo”

TL: Las críticas que más duelen son las que hacen que nos levantemos…
AL: Obviamente, las tengo muy presentes y son las que me hicieron evolucionar y perfeccionarme.

TL: Siempre te quedaría esa habilidad con las manos que te caracterizaba de niño…
AL: (risas) ¡Qué lástima! Era muy manitas con la tecnología, pero nunca con el bricolaje. Las cosas han cambiado mucho y no sé si hoy sabría arreglar un televisor. Yo estaba acostumbrado a los de tubo, esos grandes. Los de hoy son otra cosa. Se me daban bien los ordenadores, los datafonos, las antenas, los telefonillos, pero nada tiene que ver ya con lo que hay ahora. Los vecinos llamaban a mis padres para que fuera a arreglarles sus cosas.

TL: ¿Qué dicen ahora al verte?
AL: ¡Uffff! Se sienten muy orgullosos. Cuando estaba en los ensayos de “Port Arthur”, vino mi madre a verlos y se emocionó un montón. Y me dijo “Mira lo que estás haciendo, hijo. Lo que estás llegando a conseguir con lo que te ha costado. Ellos no paran de decir que lo que sienten es orgullo. Mi madre es muy bruja y tiene una cosa muy clara. Ella dice que, dentro de X años, va a pisar conmigo la alfombra de los Oscar. Y ¡ojalá!, nunca dejaré de soñar y sé que va a pasar.

TL: El charco ya lo has cruzado…
AL: Y me ha gustado la experiencia. El equipo de trabajo que tengo allí es maravilloso y esa oportunidad no puedo dejarla pasar. Con la globalización, es verdad que no tienes que irte a USA para trabajar, pero hay cosas que solo se mueven allí. También todo depende de la ambición que tenga cada uno.

TL: Hay veces que, en la huida, encuentras el camino correcto…
AL: Depende de la huida. Yo soy más de enfrentarme que de huir. Y tengo muy presente que allí soy un número más entre muchos, pero existen esos números. Aquí muchas veces no se te ve. Yo tengo muchos amigos con más talento que yo, que llevan años dedicándose a lo más grande y no tienen aquí la oportunidad de demostrarlo. Allá, sin embargo, siempre están buscando al siguiente. No me importa ser un número más, mi ego está muy domesticado.

TL: Antes de poner tierra por medio, tenemos el final de “Velvet”
AL: Fue un palo tremendo el acabar con la serie pero, esas galerías y esa aventura, tenía que terminar a lo grande. Era una deuda que había que saldar. Le debo mucho a esa serie y a Pedro porque, gracias a eso, soy conocido en América. El factor Netflix ha sido determinante para todos. El público tenía que despedirse de esos personajes y hemos hecho un maravilloso reencuentro con todos.

TL: Los cambios son necesarios…
AL: Sin duda alguna y eso nos da la oportunidad de centrarnos en otras cosas. Y en ello estoy.

TL: ¿En tus sueños pensabas en esto?
AL: ¡Qué va! ¿Hola? (risas) A ese Adri con 12 años, si le preguntabas si soñaba con subirse a un escenario o pisar la alfombra roja de los Goya, te habría dicho ¿De qué me estás hablando, qué es un escenario? De niño/adolescente, me echaban de los teatros porque yo me reía de los actores ¡Es qué es muy fuerte! Me reía de la que hoy es mi profesión ¡Imagínate!

TL: ¿El niño que arreglaba las televisiones se reconocería hoy en ti?
AL: Yo creo que sí. Ese niño diría “yo sabía que tú ibas a ser así”, no que iba a llegar donde estoy, sino que iba a ser como soy, porque soy exactamente igual que cuando tenía 16 años, el mismo chaval. Esta profesión no me ha cambiado porque, quien cambia, es quien llevas dentro. Cuando te dan la fama y el poder, sale tu verdad y tu verdadera alma. Y la mía, de verdad Amalia, es pura. Yo tengo mis cositas, pero soy buen tipo. El Adrián de las alfombras rojas y de la fama no soy yo, no me encuentro. Yo soy Adri y, si algún día ves que cambio, te doy todo el permiso del mundo para que me des una bofetada que me ponga en mi sitio.

Localización: Guaimaro (c/Velázquez 48 en Madrid)
Próxima semana: Lolita

Amalia Enríquez

De Pontevedra al mundo. Periodista donde me dejan y llaman. CEO and Founder #RedCarpetFilms redcarpetfilms.es Miembro de la AICE, Premios Feroz, Academia de Cine y Academia de TV.

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