Dice que entiende bien a los periodistas porque sus padres lo fueron en una etapa de su vida. Y se nota por el trato y la predisposición al diálogo con contenido. Tuvo que llegar ‘Celda 211’ para que los ojos se pusieran en este argentino de nacimiento y español de adopción. Premio Goya Revelación y, a partir de ahí, un trabajo tras otro. Protagonista, junto a Keira Knightley, de un perfume de Chanel, Alberto Amman es de los que solo se prodiga cuando tiene algo que contar. Y ahora lo tiene. Estrena ‘El año de la furia’.
The Luxonomist: ¿Qué te da la interpretación que no encuentras en otra actividad de la vida?
Alberto Amman: La posibilidad de bucear en otras realidades humanas es una de las cosas que más me motiva. La otra es la necesidad de encontrar cada día más empatía por otras personas (a través de los personajes) y tratar de descubrir cómo se pueden vivir sus realidades. A partir de ahí, contar sus historias.
TL: Diego es un guionista de TV. ¿Te ha ayudado a entender más a los periodistas, a los que están al otro lado de la cámara?
Alberto Amman: No. Ya conocía estos problemas porque mis padres fueron periodistas durante un tiempo. A través de ellos, de verles mientras me contaban cuestiones internas y problemas a los que un periodista se puede enfrentar, aprendí mucho. Sobre todo a través del dolor y la frustración que eso me generaba escuchando sus relatos sobre sus experiencias reales. Eso me ha llevado a observar la maquinaria de la comunicación desde otro sitio. Este fue uno de los motivos por los que accedí a participar en la película “El año de la furia”.
TL: ¿La creatividad e inspiración del autor se activa en momentos adversos?
Alberto Amman: Sí… de hecho suele pasar que las poblaciones en épocas de crisis se ponen creativas. Pero lo hacen para alejarse lo más posible de la situación de crisis, para sostenerse y sobrevivir. No creo que sea una necesidad estar en crisis para estar creativo, que es una idea que suele estar en el aire. Más bien creo que cuando uno está en crisis se preocupa y ocupa de las cosas más importantes; y cuando hay abundancia nos dejamos llevar por la propaganda mercantilista del sistema y eso nos adormece, y nos aleja de lo verdaderamente importante. Esto, en mi opinión, tiene que ver con la relación con otras personas, basadas en atender las necesidades profundas de uno y ayudar a los demás.
TL: ¿La lealtad de Diego está a prueba de dificultades?
Alberto Amman: No. La lealtad de Diego se va construyendo poco a poco, a base de ir entendiendo la situación del país y reflexionando sobre ella. Y asumiendo que puede equivocarse en cada decisión que toma, pero decidiendo asumir ciertos riesgos.
TL: ¿Qué enseñanza extraes de este “año de furia» que vivimos?
Alberto Amman: Algo que tengo claro desde hace años: Pelearnos, discriminarnos, ejercer la fuerza y violencia sobre otros seres humanos, negando la maravillosa diversidad, algo que fomenta este sistema capitalista (que propone que el capital es el valor central por encima de los seres humanos y la naturaleza) y que es una enorme e insensata pérdida de tiempo.
TL: ¿Cuál es la mayor dictadura del ser humano?
Alberto Amman: La incapacidad de aceptar las diferencias y el rechazo a ayudarnos: El egoísmo.
TL: ¿Se puede ser imparcial cuando los sentimientos entran en juego?
Alberto Amman: Difícil tarea, pero importante hacerlo.
TL: ¿La forma más elegante de decir adiós?
AA: Asumiendo el camino que uno escoge, y siendo respetuoso.
TL: ¿En qué situación has dicho “chapeau”, me quito el sombrero?
AA: ¡En muchas! Cuando veo una gran obra de arte, cuando veo o escucho a un/a gran política/o. Cuando recuerdo acciones de mi madre y mi padre que me enorgullecen. Y cuando veo crecer a mi pareja y, alguna vez, cuando creo haber hecho algo bien, sobre todo cuando está dirigido a otra persona.
TL: ¿Qué te gusta hacer a tu manera?
AA: El asado, el fernet con cola y el mate. Para el resto de cosas siempre busco otras miradas.
TL: ¿Qué es lo que mejor se te da hacer?
AA: Dejarme llevar al tocar un instrumento, siempre en el ámbito privado.
TL: Si pudieras ser otra persona o cosa, ¿por qué /quién optarías?
AA: Un animal no es una cosa, pero haré trampa en mi respuesta: Tengo debilidad por los delfines. Si fuera por un tiempo… me gustaría poder ser uno de ellos.
TL: ¿Qué ha sido lo que realmente ha marcado tu vida?
AA: La educación y el amor que me dan mis padres.
TL: ¿Qué pone en tu estado de WhatsApp?
AA: Nada.
TL: ¿A quién meterías en una máquina del tiempo?
AA: A nadie. No ejercería esa fuerza sobre otros seres humanos. Ahora… como fantasía catártica, metería a un grupo selecto de gente poderosa y los mandaría a la era de los dinosaurios.
TL: ¿Qué locura has hecho para conocer a uno de tus iconos?
AA: Ninguna. Siempre he sido bastante civilizado en relación a la gente que admiro.
TL: ¿A qué eres inmune?
AA: A nada.
TL: ¿El insulto hace callo?
AA: Sí, duele y molesta. Y luego me hace pensar y reflexionar. Y finalmente, en el mejor de los casos, aceptar.
TL: ¿Marca España es…?
AA: Un truco publicitario y pseudo patriótico sin mucho sentido más que enaltecer un extraño y falso sentido “patriótico”, ya que muchas de las supuestas “marcas” españolas a las que se hace mención ni siquiera pagan impuestos en este país. No quiero que se me malinterprete, tengo un gran agradecimiento a muchísimas personas en este país, amo España y admiro a tod@s las personas que avanzan en sus disciplinas y logran destacar. Pero eso no me hace despreciar a los que no lo logran, más bien. Soy un admirador de los fracasados de este sistema, de un sistema que pretende hacernos creer que “el éxito” y la competitividad son valores, excluyentes, para los que no lo logran. La utilización de la palabra “marca” para hacer referencia a los logros de personas y atribuírselas a un país me resulta una idea de muy poco gusto.
TL: ¿Qué no falta nunca en tu maleta?
AA: Un bañador y gafas para nadar.
TL: ¿La suerte es más definitoria que el talento?
AA: No lo sé. La suerte, el azar, la conjugación de los astros, estar en el lugar y en momento adecuado, etc. Son cosas que no puedo explicar más allá de la palabra “misterio”, eso son para mí. Por experiencia propia me digo que lo que puedo hacer es lo que está en mi mano, e intentar ser lo mejor que pueda llegar a ser en lo que he elegido es ya un cometido interesante.
TL: ¿A qué te suena la vida?
AA: A música clásica. Brutal y bella.
TL: ¿La belleza da poder?
AA: Sí. Afortunadamente no sólo la belleza. También la destreza y la inteligencia. Y algunas herencias…
TL: ¿El dolor más intenso?
AA: La muerte de un ser profundamente amado.
TL: ¿Ser elegante es…?
AA: Una convención epocal, al igual que la belleza.
TL: ¿Qué te hace perder la templanza?
AA: La injusticia y la degradación.
TL: ¿Con quién compartirías la cena de tus sueños?
AA: Con Clara Méndez-Leite.
TL: ¿Esa crítica que, por ser verdad, más te ha dolido?
AA: Hice una publicidad para la cerveza Mahou donde se friccionaba la historia de un grupo muy chulo y poco conocido, “Los Desleales”. Las críticas fueron durísimas, pero estuvieron bien, porque en esa publicidad se podía leer que no había que pagarles a los grupos más que con cerveza. No era la idea, por supuesto, pero la mala ficción que se hizo de una historia real y muy divertida que les paso a “Los Desleales” nos pasó factura a todos.
Con el trajín del rodaje y la falta de tiempo, ni los productores, ni el grupo de música ni yo, pudimos hacer esa lectura que luego hicieron muchos músicos. Me dolió porque tenían razón y yo había sido parte de eso. Los conciertos que tenían “Los Desleales” se cayeron y eso dolió más. Un gran aprendizaje que tiene que ver con leer más en profundidad los distintos mensajes que se dan en una publicidad.
TL: ¿La pregunta que no te he hecho y te habría gustado?
AA: “¿Qué mundo te gustaría ver?”. Un mundo donde los ciudadanos tengamos una democracia real, con tecnología basada en Blockchain (que es incorruptible) donde podamos votar desde nuestro teléfono cada medida que toman nuestros empleados políticos, y si no cumplen sus promesas electorales poder echarles de su puesto de trabajo antes de dos años en su cargo. Una sociedad donde exista una renta básica universal sin condiciones y donde al trabajo duro lo hagan las máquinas para que los seres humanos podamos centrar nuestra energía en avanzar en ciencia, tecnología, medicina, en arte y demás maravillas.
Una sociedad en la que cada uno pueda dedicarse a lo que le gusta. Basada en energías renovables, donde la comida no falta porque las ciudades inteligentes estarían llenas de invernaderos de los cuales alimentarse. Si la energía fuera limpia, libre y gratuita ya no habría que “ganarse la vida trabajando” un concepto antiguo y absurdo que solo lleva a la gente a justificar la explotación de otras personas justificando que si no te cuesta no tiene valor. Me gustaría ver a una humanidad sana, respetuosa y cariñosa con la naturaleza, inspirada en la relación con el mundo que tienen muchas culturas originarias. Atentos al cuidado de la vida y de la expansión de nuestra especie, una especie no violenta, a través de distintos planetas y viajando por el universo.
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