Ha pasado por varios merecidos momentos dulces, aunque la vida también le ha dado algún susto, que le ha hecho replantearse cosas y vivir cada instante como si fuera el último. Uno de sus sueños siempre ha sido tener un teatro y lo ha conseguido con su Soho CaixaBank en Málaga, que se inaugurará en otoño con el clásico musical “A chorus Line”. Sigue con los diseños de moda, sus perfumes y todavía escucha los ecos positivos de su interpretación en la última película de Almodóvar, “Dolor y Gloria”, que competirá en la sección oficial del próximo festival de Cannes el día 17 de mayo. De todo ello he charlado con Antonio Banderas, una de mis debilidades confesadas e indisimuladas desde hace mucho tiempo…
The Luxonomist: ¿Cómo ha sido darle vida a Almodóvar, sin ser él y sin imitarle?
Antonio Banderas: Bueno… es más difícil que nada (risas). Como siempre, es complicado trabajar con Almodóvar y eso es bueno. Yo lo veo en sentido positivo y en términos de oportunidad, porque Pedro tiene la cualidad de no dejarte aburguesar en los tics que uno va acumulando durante los años, que te hacen sentir muy cómodo ante las cámaras y que tú sabes que funcionan, más o menos, entre el público. Él no te deja.
TL: ¿Nunca te ha hecho una concesión?
AB: Jamás. Cuando yo hice “La piel que habito”, después de 22 años de relación, llegué con una mochila cargada y experiencias y le dije “mira todo lo que aprendido” y se lo puse encima de la mesa. Inmediatamente me dijo: “Eso no me sirve para nada, fuera. Yo quiero un Antonio nuevo y lo vamos a tener que construir desde cero”. Y, cuando eso ocurre, es muy doloroso porque te encuentras sin los bastones que generalmente llevas a los rodajes, las cosas que generalmente usas y te encuentras desnudo frente a la cámara. De repente ¡estás perdido!
TL: Ya sabías lo que te esperaba entonces con “Dolor y Gloria”…
AB: Cuando me llamó para esta película, la opción fue ir de soldado raso, quitarme los galones, llegar, cuadrarme frente a él y decirle: “estoy absolutamente entregado a entender la historia, a entenderte a ti y a seguir todas las instrucciones para componer este personaje desde la sutilidad y con un bordado fino y pequeño para ver hasta dónde llegamos.
TL: ¿Y, a través de Salvador (el personaje), conseguiste conocer a un diferente Almodóvar y un nuevo Antonio?
AB: En el fondo, a un nuevo Antonio desde el punto de vista interpretativo sí, porque hay un Antonio Banderas que probablemente yo no haya usado en ninguna otra película. Eso se lo debo a Pedro y a los parámetros que discutimos durante el periodo de ensayo. Pero lo más bonito ha sido descubrir a un Almodóvar, que ha hecho un ejercicio muy serio y muy hermoso de sinceridad y de ir cerrando círculos de su vida que, probablemente, habían quedado abiertos. No toda la película es absolutamente autobiográfica. Hay muchas de las cosas que dice no han ocurrido, tal vez otras que se dicen nunca se dijeron, pero tengo la impresión de que sí quisieron ser dichas y sí quisieron ser hechas. Y eso es lo que cuenta Pedro en esta película, a lo que hay que sumar algo que tiene que ver con el redimirse frente a la familia, pedir cuentas en un momento determinado, redimirse frente algunos actores, frente a la vida, la sociedad, frente al dolor...
TL: Esa crisis creativa y también vital, que tiene tu personaje ¿alguna vez la has vivido tú?
AB: No exactamente igual. Yo soy una persona, por lo menos hasta el momento, muy positiva. A mí las depresiones me duran muy poco, unos cinco minutos y salgo inmediatamente de ellas, pero sí me ocurrió algo que he podido usar en la película y de lo que Pedro se dio cuenta inmediatamente, porque hablamos de ello en los ensayos. Creo que él tiene razón. Hay algo que ocurre en mí, en la parte más profunda de mi ser, que tiene que ver con el infarto que sufrí hace poco más de dos años. Eso me hizo ver la muerte muy de cerca y, cuando se le ven las orejas al lobo, algo te queda. Pedro lo veía y me decía: “Yo lo veo Antoñito. Tienes la misma energía, eres igual de payaso que siempre y sigues haciendo las mismas cosas” pero hay algo en este Antonio Banderas después del infarto que ¡fíjate tú! Fue bueno para el personaje.
TL: ¿Tenías también tú esa sensación?
AB: Yo sabía de lo que estaba hablando, claro que sí. Cuando tuve el ataque al corazón, una enfermera ya mayor del hospital inglés, en el que la primera noche me pusieron los tres steins, me dijo: “Mira, ahora lo que te va a pasar es que vas a entrar en un estado de tristeza profundo”. Le pregunto “¿Depresión?” y me dice: “Depresión no, tristeza porque el corazón es una bomba que manda sangre al cuerpo, pero es un almacén de emociones. Te vas a ir dando cuenta y, poco a poco, te irás recuperando.
TL: ¿Y pasaste por eso?
AB: Sí, absolutamente. Mi primera aparición pública, después del infarto, fue en el Festival de Málaga y fue muy emocionante, viví una carga emocional que yo no recordaba haber tenido frente a un público nunca. Parte de ese Antonio está en “Dolor y Gloria”.
TL: ¿Te estás cuidando?
AB: Sí, sí.. No paro, pero me cuido. Dije que iba a parar un poco, pero no puedo. Si lo hago, no soy yo, no me reconozco. Y, mira Amalia, yo no sé lo que va a pasar. Prefiero morirme un poco antes…
TL: Ay, por favor, no digas eso…
AB: Es que ¿vivir muerto?… Uff, no, no… ¡p´alante! Me cuido. He dejado de fumar por completo, de manera radical. Nunca he bebido y no tengo otros vicios, hago deporte…
TL: Trabajar, trabajar…
AB: El trabajo sí, soy workaholic (risas). Me gusta mucho trabajar, me encuentro bien trabajando y creo que estoy haciendo las cosas relativamente bien.
TL: ¿Cuánto de dolor y cuánto de gloria hay en tu vida?
AB: Hay un poco de todo. En la vida de cualquier artista y de cualquier persona hay momentos bellos, feos y duros. Eso es la vida, en la que a veces unos tienen más suerte que otros. En ocasiones, la suerte también te la creas tú. Yo no me quejo de las cosas malas que me han pasado. Veo la televisión, leo los periódicos y me doy cuenta de lo que sufre y cómo vive la gente en otros países. Yo soy una persona muy afortunada, gracias a Dios. En la vida me ha ido bien y ya está, sigo hacia adelante generando, en la medida de lo posible, mi propio camino.
TL: Hay frases en “Dolor y Gloria” que son muy significativas. Hay dos en concreto que se me han quedado de manera especial…
AB: A ver dime. No te creas que me acuerdo de todo al pie de la letra…
TL: “Son tus ojos los que han cambiado, la película es la misma”. No sé si tienes la sensación que, con el paso de los años, notas que ha cambiado la vida…
AB: Sí, lo ha hecho. Es curioso cómo, de repente, una película puede cambiar ante ti. No es ella la que cambia, eres tú. A mí me ha pasado con una película con la que yo hice un remake. Se llamaba “La sirena del Misisipi”, que la dirigió Truffaut y protagonizaban Catherine Deneuve y Jean Paul Belmondo. Recordaba esa película original y cómo la había deformado yo tanto en mi vida que había escenas que no existían (risas). La volví a ver años más tarde y decía ¿dónde está esa escena de la nieve?¿Y esta otra? En los 30 años que no la había vuelto a ver, me había inventado escenas que no tenía. Hasta ese punto uno puede deformar la realidad y los recuerdos que, a veces, no son exactos.
TL: ¿Notas que has cambiado?
AB: El motor que a mí me hace moverme es el mismo que cuando salí de Málaga hace un montón de años. Ese motor sigue todavía engrasado y sigo persiguiendo las mismas cosas.
TL: ¿Te acuerdas aun de ese momento en el que te fuiste con unas pesetillas en el bolsillo?
AB: Perfectamente. Fue un momento inolvidable, de los que marcan. Recuerdo el tren, un golpe seco, “punk”, y empezó a moverse. En silencio, vi a mis amigos perderse en la lejanía, diciéndome adiós, a mis padres, mi hermano… La sensación que yo tenía en aquel momento era que volvería a Málaga, pero ya no sería José Antonio Domínguez Bandera. Yo sería otro, el que yo quería inventarme.
TL: ¿Tenías esa certeza?
AB: Absolutamente. A veces los sueños se cumplen.
TL: La otra frase de la película, que te comentaba, es “El amor no basta para salvar a la persona que amas”. Te la dice Leo Sbaraglia (Federico, tu examor)…
AB: Sí… (silencio y una sonrisa). A veces ocurre, lo sé por experiencia. A veces ocurre que el amor no basta para salvar a la persona que amas o para salvar la relación.
TL: ¿Y eso frustra?
AB: No, pero duele porque no es suficiente” (de nuevo la sonrisa)
TL: Cuando vendiste tu moto y te fuiste a Los Ángeles ¿En cierta medida ibas huyendo de la etiqueta “chico Almodóvar”?
AB: No exactamente. Ya en los años 80 sabía la importancia que tenía trabajar con Pedro, porque íbamos a los festivales internacionales y los ganábamos, en contra de todas las predicciones que se hacían, pero los íbamos ganando por todos lados en aquella época (risas). No me arrepentía de aquella etapa, pero sí quería explorar otros mundos, salir y hacer otras cosas, sobre todo teatro que es mi verdadera pasión, tú lo sabes. Cuando me decían “chico Almodóvar”, yo decía que sí lo era más todas esas otras cosas. Cuando yo me fui a EE.UU. respondí a una invitación, que se me hizo para participar en una película y, casi accidentalmente, fue enganchándose una con otra. Entonces sí hubo un momento en el que yo dije sí, hay que dar el paso y probar suerte allí. Era algo que no había pasado nunca, por lo tanto había que aprovechar esa coyuntura y creo que lo hice bien.
TL: Abriste la puerta a unos cuantos…
AB: Sí, es cierto. Fueron 26 años los que permanecí allí y todavía sigo haciendo cosas en EEUU. Acabo de rodar con Meryl Streep y Gary Oldman, sin ir más lejos.
TL: ¿En el mejor de tus sueños imaginaste todo esto?
AB: No, para nada. La realidad ha sobrepasado en muchísimos grados a lo que yo podía soñar. Mi sueño real, en el momento que yo dejé Málaga, era ser profesional. Eso era lo que yo quería. En aquel momento se hacía muy poca producción en Madrid, era un desierto. Era muy complicado salir adelante, pero tuve la suerte de entrar a trabajar en el Centro Dramático Nacional de la mano de Lluis Pascual.
TL: ¡Lo que tiene la vida! El mundo es redondo y…
AB: El mundo es alucinante. Ahora le tengo de director artístico en el teatro Soho CaixaBank de Málaga, que abrimos el próximo otoño. Es todo increíble.
TL: Ese niño de Málaga que se fue sabiendo que ya no volvería siendo el mismo ¿se reconocería en ese otro que eres ahora?
AB: Se reconocería perfectamente, yo creo que sí. No ha habido cambios tan sustanciales como para que la separación sea tan grande. Y, sobre todo, ha merecido la pena.
*Localización: Hotel Villamagna *Próxima semana: Ramón Campos
Como ya es habitual desde hace décadas, Carlos III reunirá esta Navidad a los miembros… Leer más
Tener una camiseta firmada por Messi, Lamine Yamal o Xavi Hernández y además contribuir con… Leer más
En el corazón de La Mancha y con leche cruda de oveja se elabora el… Leer más
‘El Dalí más grande del mundo’. Ese el título elegido por el Teatro Fernando de… Leer más
El grupo Kering afronta 2025 con nuevos retos y entre sus planes estaría una reorganización… Leer más
Los príncipes de Gales por fin han publicado su felicitación de Navidad. El príncipe William… Leer más