Se confiesa vulnerable ante la inseguridad y reconoce que nunca quiso ser anónimo. Asier Etxeandía tiene la habilidad de crearte adicción. Admiro el descomunal talento que tiene y la versatilidad con la que se transforma en personajes antagónicos. Ahora estrena “Asombrosa Elisa” (La Charito Films), al lado de Silvia Abascal e Iván Massaguè donde encarna a Héctor, un hombre con muchas aristas, dolorido internamente, incapaz de transmitir amor y muy hermético. En definitiva, la antítesis a lo que es él…
The Luxonomist: ¿Qué te da la interpretación que no encuentras en otra actividad de la vida?
Asier Etxeandía: Interpretar es mi pasión y lo que hace que sienta que tiene sentido mi vida. El hecho de poder recrear personajes hace que comprenda mejor la vida y es el trabajo que amo. En la vida hay que tener una pasión para poder seguir adelante. Si no es así, creo que uno está bastante jodido. Yo no sé la gente cómo lo hace cuando no tiene una devoción por algo concreto, ¿no?. La verdad es que, si no siguiese haciendo lo que hago, no tendría demasiado sentido mi vida. Hasta ese punto llego. No sé qué otra cosa podría hacer, no me imagino haciendo otra cosa.
TL: ¿De niño eras el teatrero de la pandilla?
AE: Sí, con mis amigos del barrio, de debajo de mi casa. Yo era el que hacía el imbécil, sí (risas). Era muy para afuera, se me ha visto venir siempre. Por eso se reían muchos niños de mí pero, los que me conocían de verdad, se meaban de risa todo el rato. Eso lo heredé de mi madre, que era muy payasa también.
TL: ¿En algún momento te has arrepentido de elegir esta maravillosa y, al mismo tiempo, inestable profesión?
AE: No, jamás. Y te digo una cosa, yo no la he elegido ¡me eligió ella a mí! Es lo que he hecho desde que tengo uso de razón. Desde pequeño he tenido muy claro que iba a ser actor. ¡Cómo me voy a arrepentir si no puedo vivir sin ella! Para mí es más una necesidad, una forma de vida.
TL: A estas alturas de tu trayectoria, ¿qué le pides a un personaje para no dejarlo escapar?
AE: Que tenga las suficientes aristas como para que no sea evidente. Que pueda hablar de los escondrijos del alma humana desde lugares no demasiado obvios y que, a la vez, yo pueda encontrar las armas para bajarlo a tierra y acercarlo a lo común para que la gente lo pueda entender.
TL: ¿Por esos motivos elegiste ser Héctor en “Asombrosa Elisa”?
AE: Sí, sí…efectivamente. Héctor para mí tenía aristas más extrañas que las que tenía el padre de Elisa, que es el papel de interpreta Iván Massaguè. Tuve la opción de elegir entre los dos personajes y lo tuve mal para decidirme porque ambos son maravillosos. Héctor estaba más alejado de lo que había hecho anteriormente. Alguien tan hermético, con tanto dolor, incapaz de transmitir amor, con tanto trauma interno, convertido casi en una especie de robot… Era totalmente diferente a mí, que soy lo contrario como te comentaba antes. Yo soy todo para afuera, se me ve todo, aunque intente disimular. Esa es la magia del actor, meterte en la piel de otros que son antagónicos a ti y a los que no solo tienes que interpretar, sino también entender.
TL: ¿Qué cambió en la cabeza de Héctor para no desear a su mujer?
AE: Hay cosas que están por encima de nuestras propias decisiones. Yo estoy seguro de que Héctor se masturba pensando en su mujer, pero es incapaz por la sensación de culpa con respecto a lo ocurrido con ella, por el trauma ocasionado, la vergüenza y el dolor que le causa a sí mismo. No puedo profundizar más para no hacer spoiler. Por mucho que le parezca su mujer maravillosa, dista mucho de la mujer que tiene ahora delante en silla de ruedas, de la Úrsula de la que se enamoró. Silvia Abascal y yo hablamos mucho del pasado de esa mujer, que era una persona muy power, empoderada, aventurera, con una gran vida sexual, muy moderna, bisexual y muy libre. Ella se convirtió en la musa de Héctor de alguna forma, se dejó llevar por ella. Y ahora tiene delante a una mujer a la que casi no reconoce.
TL: Cuando se convive tan intensamente con un personaje, se acaba casi fusionando el actor con la persona. ¿Qué le has dado a Héctor y qué se ha llevado de ti?
AE: Yo espero darle veracidad y alma. En el papel parece un personaje gris, pero no lo es ni lo puede ser. Es un personaje con un gran carisma. Yo me trabajé mucho el personaje y sus movimientos. Cómo doblaba los pañuelos, cómo limpiaba la cocina, cómo tenía todo perfecto, cómo le preparaba la comida a ella… Él no podía soportar ninguna cosa que se fuera de su orden y su croquis de limpieza. Yo hice un trabajo casi físico de pulcritud, llevada al extremo. Creo que, en el fondo, habrá gente a la que le resulte fácil empatizar con él. A mí, sin embrago, Héctor no me dio más que pena (risas), porque me hizo reafirmarme en lo que yo no quiero ser. ¡Con lo contento que estoy de ser yo!. Me causa mucho rechazo la gente muy hermética. Y él lo era.
TL: ¿Hay un Asier distinto después de derribar las barreras que la vida ha puesto en tu camino?
AE: ¿Sabes lo que ocurre? Que algunas se derriban y otras vuelven a aparecer. Nuevas barreras que tienes que aprender a tirar y por supuesto que soy distinto, todos vamos evolucionando, aunque también te digo que la gente no cambia del todo. La esencia permanece, es lo que me preocupa que siga ahí. Seguir siendo un poco niño, teniendo la capacidad de asombro. El Asier niño estaría orgulloso del hombre que soy.
TL: ¿Se puede ser imparcial cuando los sentimientos entran en juego?
AE: No, rotundamente no.
TL: ¿Lo mejor que se te da hacer?
AE: Comenzar cosas y unir. Yo soy iniciador. Mira, Asier significa el primero, mi número es el 1 y, dentro de la comunidad maya soy de los que dan el paso para que comience algo nuevo. Pienso que tengo mucha potencia para crear una idea y llevarla a cabo.
TL: ¿Quién ha marcado realmente tu vida?
AE: Mi madre ¡por supuesto!, pero mi padre también. Los dos, sin duda.
TL: ¿Qué te pone de buen humor?
AE: Ver a mis amigos felices, verles conseguir algo que les ha costado mucho y que les ha cambiado la vida, hacerles un gran regalo, planear un gran viaje y podérselo pagar a la gente que quiero y que no puede permitírselo. Eso me hace feliz, me divierte mucho y me emociona profundamente.
TL: Esa canción con la que, cuando la escuchas, se te mueven los pies sin remisión..
AE: ¡Uyyyy, cantidad! Cualquiera de Bowie o de Madonna, por ejemplo, porque han marcado mi infancia. También de Mastodonte, pero ya sabes que ese es un hijo propio y eso le hace entrar en un lugar emocional.
TL: ¿En qué eras brillante en el colegio?
AE: En hacer el idiota (risas), pero todo lo que hacía luego se convirtió en el caldo de cultivo de todas las tortas que recibía. Yo fui actor desde pequeño y me convertía en hombre lobo en la mitad del colegio (risas) y no daba cuenta de que me estaban rodeando por lo contento que estaba yo en mi escena.
TL: Esa obra de arte que te gustaría tener expuesta en casa.
AE: Pues mira, me gusta mucho “La extracción de la piedra locura” de El Bosco. Es un cuadro muy pequeño pero, desde niño, me impactó su simbología. Me parece muy moderno para la época, revelador e hiper teatral…
TL: ¿Un talento que se te resiste por mucho que lo intentes?
AE: ¡Muchíiiiisimos! Por ejemplo, voy fatal con el mundo ruedas. Con la bicicleta estuve hasta los 11 años con las rueditas de atrás (risas). Con los patines soy un desastre.. Me habría encantado patinar bien o hacer surf de puta madre, que tiene un rollazo que flipas… pero no. Me habría encantado ser surfer, fíjate… pero soy enorme y peso demasiado para que me aguante una ola. (risas)
TL: Eres de una mentira piadosa a tiempo?
AE: Me encantaría serlo, sí… pero se me nota todo. No sé mentir, lo intento a veces, pero se me ve venir y me pillan, lo que es peor todavía. No sé disimular y todo me afecta mucho. La gente que me conoce me dice que soy como un altavoz, todo lo multiplico… para bien o para mal, ya sabes. Así que, antes que una mentira piadosa, el silencio.
TL: ¿Cuál es la compañía perfecta para irte de fiesta?
AE: Mis amigos entrañables. Hugo Silva, que es como mi hermano; mi amigo Sergio Bethancourt que se dedica al teatro; Iker de la Calle que se dedica a afectos de cine; mi amiga Son que es fotógrafa… Me doy cuenta de que son gente que se dedican a lo creativo.
TL: ¿Esa palabra que nunca regateas y más usas?
AE: Empatía, quizás.
TL: ¿Qué ves cuando te miras al espejo?
AE: ¡Buufff! Jajajajaja Recuerdo lo que veía hace años, recuerdo lo que veo ahora. Veo que me he convertido en un hombre, veo a mi padre. Me asombra lo que veo y, al mismo tiempo, me asusta porque veo el paso del tiempo en mí. Veo más honestidad, madurez, cansancio y, si te digo la verdad, antes veía una fuerza descomunal.
TL: ¿Ese bien que más valoras?
AE: Lealtad, sentido común, la justicia, la bondad. Creo en el poder de la bondad y en la inteligencia emocional, porque te hace conseguir grandes cosas para ti y para los que te rodean.
TL: ¿Tu mayor decepción?
AE: Precisamente la falta de inteligencia emocional en la gente que he querido. Tengo grandes decepciones con algún amigo que no ha tenido esa actitud emocional para ver más allá de sus narices y encontrarme con que no estamos juntos ya por absurdeces, orgullos y verdades absolutas. No soporto la verdad absoluta y que te juzguen sin conocerte. La ignorancia emocional me parece increíble y muy peligrosa.
TL: ¿Hay alguna situación en la vida en la que, por algo, te pones pesado?
AE: Para el trabajo, para el ensayo. Cuando hay que sacar algo adelante, no me canso de trabajar, de crear equipo. A la hora de buscar lo sublime, porque la perfección no existe, reconozco que me pongo muy pesado con eso.
TL: Una película en la que te gustaría quedarte a vivir.
AE: ¡Joder, no lo sé! Hay muchas. Call me by your name, me fascinó. Drácula de Coppola, aunque no sé si para quedarme a vivir en ella (risas). El cazador de Robert De Niro y Meryl Streep, Bailando en la oscuridad…
TL: Esa experiencia gastronómica inolvidable…
AE: Intento comer riquísimo siempre que puedo, incluso cocinar riquísimo porque soy muy buen cocinero, que lo sepas. Te hago un marmitako de atún que no lo encuentras tan rico en ningún sitio, ya te lo digo. Te mueres con mi marmitako, no puede tener más sabor, más consistencia (risas). También me gusta la comida asiática, la japonesa me fascina y me vuelve loco.
TL: Sé que han sido muchas pero, ¿hay una pregunta que no te he hecho y te habría gustado responder?
AE: La verdad es que no, ha estado bien lo que hemos charlado. Ha estado perfecto, en serio. Me ha gustado mucho.
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