Es verle y sonreír sin disimulo. No porque responda a su gesto, siempre cálido, sino porque me recuerda a Slatan, el protagonista de ‘Kamikaze’, la película en la que le descubrí de verdad y que me hizo pasar muy buenos ratos. Desde aquella primera entrevista con Álex García, han pasado unos años y su talento no ha hecho más que crecer y crecer. Ahora, tras el éxito de meses atrás, regresa de nuevo al teatro con ‘El amante’, donde el “sold out” es su mejor aliado…
The Luxonomist: No hace falta que te diga que, al no manejarnos con un guion preconcebido, te conviertes en tu propio censor.
Álex García: Es verdad que hay cosas que has contado en una conversación que pueden tener otro sentido cuando las ves escritas (risas). Sin ir más lejos, pasa con los whatsapp. Dices algo y te comentan «¿qué te pasa?, ¿qué borde estás hoy, no?» Algo que el otro lee como algo imperativo, tú lo has escrito con una sonrisa de normalidad. Bueno, ya me has avisado y es bueno saberlo porque contigo hablo sin censuras.
Nos encontramos a las afueras de Madrid en un día de un frío paralizante, cerquita de la sierra, porque nos venía bien a los dos..
TL: No te imaginaba viviendo por aquí. Te hacía en Madrid y en puro centro además…
AG: ¡Uy, qué va! Yo soy de campo totalmente, no me gusta nada vivir en los núcleos urbanos. Estos días he disfrutado muchísimo viendo, en mi montaña, la luna sangrante que hemos tenido. Llevo 18 años viviendo en Madrid y hace siete me tuve que venir a esta zona. Te en cuenta que yo me he criado entre montañas y mar.
TL: En este momento me has recordado a Slatan, por el que sabes que muero. También era un hombre de montaña. Desde esa interpretación a hoy, han pasado muchas cosas…
AG:¡Vive Dios que sí! Hoy hay otro Álex. Nunca perdemos la esencia pero, el año pasado exactamente, sentí una eclosión personal y profesional que llevaba muchísimo tiempo trabajando.
TL: Algo se estaba incubando…
AG:Sí y empezó antes de Slatan. Por el momento vital quizás, los trabajos que he hecho y por mi forma de ser, el año pasado afloró. Y tiene que ver con disfrutar, ¡mira qué sencillo! Disfrutar en la vida y en el trabajo.
TL: ¿Hasta ahora no era así?¿Vivías para trabajar o trabajabas para vivir?
AG:Antes lo sufría todo mucho. Sufría el arte al que me dedico, la profesión en la que estoy, sufría vivir en una ciudad como Madrid. Al final, la vida camina por delante de uno y te lleva ventaja. Golpes personales, muerte de gente a la que quería, enfermedades… Al final eso, para bien o para mal, te coloca y te da una torta que no hay terapia que la cure, ni amigo que te la explique. Conversaciones y racionalizaciones no ayudan tanto como el propio golpe de la vida para hacerte reaccionar.
TL: ¿Te has arrepentido, alguna vez, haber dejado Tenerife para lanzarte a esta aventura?
AG:A veces sí, no te voy a engañar. Tenerife es un paraíso de verdad. Allí tengo a mi gente y, sobre todo, allí están mis raíces.
TL: Somos chicos de provincias, con todo lo que eso significa…
AG:¡Claro! Uno es de donde le criaron, donde vivió los principales primeros años de su vida. Eso se te impregna y, por mucho que cambiemos el acento, lo de dentro no varía. Yo lloro en Carnavales, ¿sabes? Los veo aquí por la tele y el sentimiento que me producen tiene mucho más valor que el acento. Y cuando me hablan del Teide o escucho a alguien hablar con acento canario, muero”.
TL: Otro acento, el ruso, es el que le pusiste a Slatan. ¿’Kamikaze’ fue tu punto de inflexión profesional? Supongo que ‘Compañeros’ te situó en el panorama, pero lo de esta película fue distinto.
AG:‘Kamikaze’ fue la evidencia de que si me dan un buen personaje, sale a flote ese actor que yo estaba tan empeñado en demostrar que era y que ya ha dejado de luchar por serlo, curiosamente. Por eso te decía que antes lo sufría y ahora lo disfruto. Creo que estoy ya en un momento en el que no tengo tanta necesidad de demostrar que puedo hacer una buena interpretación.
TL: ¿Cuántas bocas has cerrado?
AG:Pues no lo sé porque seguro que se han cerrado sin estar yo delante (risas), pero ya dejé de pensar en eso y he empezado a disfrutar. De hecho, no sé si como consecuencia, me han empezado a salir mejores trabajos. En ‘Kamikaze’ estaba empezando un proceso que ya he terminado y que tenía que ver, principalmente, con no esperar la aprobación del otro, de la profesión, de mis compañeros.
TL: Tarea bien difícil…
AG:Lo sé, es super difícil y yo sé que me volverá ese fantasma cada año porque, al final, todo depende de uno mismo. Tú puedes estar muy asentado, reconocido, y que aflore la neura de que te dejan de valorar o de llamar. Lo escucho todos los días en boca de compañeros. Estas profesiones nuestras, la tuya y la mía, son super injustas y agridulces. Su parte agria es horrible. Yo veo actrices maravillosas, que son ejemplo en este país, y sufren porque ya no suena el teléfono. Eso es tan injusto que se me cae el alma a los pies. Esta profesión saca lo mejor y lo peor de la sociedad en la que estamos porque, al final, lo que vivimos no es más que el espejo de nuestro entorno.
TL: Nadie nos dijo que iba a ser fácil.
AG:La verdad es que en este trabajo vivimos de nuestra cara, de nuestro cuerpo, de nuestro ser. Nuestra arma de trabajo es nuestra propia alma, la exponemos en cada trabajo que hacemos. Cada “no” que le dicen a uno de nuestros personajes, se lo están diciendo a tu persona.
TL: Hay que saber manejarse en esas situaciones y también aprender a ponerse en el lugar del otro…
AG:Tienes toda la razón. Fíjate, anoche tuve que escribir un artículo que me han pedido. Y trataba precisamente de eso que dices, de ponerte en el sitio del otro. Cuando alguien te manda un whatsapp diciendo que un conocido tiene cáncer, por ejemplo, incluso respondes el mensaje diciendo “pobrecito”, pero cuando pasas por esa enfermedad y te vuelven a decir que un amigo tiene cáncer, ya no lo escuchas igual. Hay algo en tu cabeza que te hace clic y ya sabes perfectamente lo que te está diciendo esa persona cuando te cuenta su problema. En el cine pasa igual cuando algún compañero te dice que no trabaja. Si tú has pasado por esa situación, sabes de lo que habla. Y te voy a decir una cosa: hay que hacer un acto de generosidad muy grande para entender lo injusta que es esta profesión con las mujeres. Mi pareja es actriz, mis mejores amigas son actrices y mis tres parejas anteriores son actrices. Sé de lo que hablo.
TL: ¿Al actor solo le entiende bien alguien de su medio?
AG:Creo que es necesario que no te relaciones con gente del mismo medio. Los actores, cuanto más lejos estemos de los actores, ¡mejor! pero, en el aspecto sentimental, la cabra tira al monte (risas). Yo creo que ocurre inconscientemente. Hay una especie de imán en la locura que tiene esta profesión que nos hace juntarnos entre nosotros. El ego está muy presente, por supuesto.
TL: Es que, si no lo tuvierais, no seríais actores…
AG:(risas) Aún no estoy preparado para rebatirte esa frase. Algún día, a lo largo de mi vida, lo haré, porque sí quiero creer que un actor puede sobrevivir o contar historias solo por el hecho de querer transformar al que tiene enfrente. Ahora mismo, como creo que no es malo, defiendo que es necesario el ego pero, en el fondo de mí, hay un actor que dice que no hace falta tenerlo. Hay un actor que dice que está preparado para contar una historia y transformar al de enfrente. Y ya está. Sin grandes públicos, sin grandes medios, sin aplausos.
TL: ¿Podrías vivir sin ellos?
AG:Me estoy preparando para ello, aspiro a no necesitarlos. En nuestra próxima entrevista te lo demostraré. Que no pasen muchos años.
TL: Espero que no. Esta vez han sido casi cinco desde ese Slatan que tanto me hace reír. Te confieso que en momentos de bajón me pongo ‘Mamma Mía’ y, a veces, ‘Kamikaze’ para escuchar ese acento que me cambia el ánimo.
AG:La verdad es que es un personaje precioso. En momentos como los tuyos, yo me pongo ‘Grandes esperanzas’. Es más triste que tus opciones, pero a nivel de actores es maravillosa. Hay escenas de Ethan Hawke que es… Si algún día me dicen «¿qué te gustaría haber hecho?» Siempre diré que quiero morirme haciendo algo parecido. Ojalá un día tenga las narices de plagiarle la escena en la que entra al restaurante y va corriendo bajo la lluvia. Sé que lo haré en una historia mía.
TL: ¿Y eso aumentará tu vanidad?
AG:¡Qué va! Soy cero vanidoso. Desde que me he hecho más conocido mediáticamente, mi vanidad ha disminuido y te lo digo con total seguridad porque estoy tranquilo. Le quito importancia a todo esto. Por desgracia, los actores jóvenes que empiezan ahora, algunos no saben ni quién es Sofía Loren, lo que sufrió para llegar al éxito, o quién era Margarita Xirgu, ¡que es mucho más grave!. Yo tengo muy claro que me voy a sacrificar lo que sea necesario para mi bienestar y ahí se acabó.
TL: ¡Es tan importante el entorno para todos vosotros!
AG: Te voy a confesar algo. En esta profesión, cuando eres normal, a tus compañeros les molas mucho, pero a los directores, productores, a quienes hacen los castings, les gustas mucho menos porque “eres muy normalito”. Y eso lo hacen una y otra vez. Algún director a mí me ha dicho “es que cuando te conocí, te vi tan normal que no pensé que llegaras a tener tanta fuerza en el primer plano”. Y ahí es cuando entiendes que llegue otro, tal vez más joven y menos experimentado que tú, con aires de estrellita porque se hacen valer.
TL: ¿Esta profesión te ha hecho desconfiado?
AG: No soy nada desconfiado. He vivido en el centro de Madrid con la puerta de mi casa abierta. Nunca me ha pasado nada, no tenía nada de miedo a que entrara nadie pero, cuando empecé a compartir piso, me quitaron eso de la cabeza. En Tenerife hacía lo mismo, pero mi madre me obligaba. Yo confío en el ser humano por naturaleza y, sorprendentemente, no me han robado nunca para lo fácil que lo han tenido conmigo. He viajado por medio mundo con mi iPhone en la oreja, a la vista, por lugares que me advertían que lo guardara porque me robarían ¡y nada! No me han robado nunca y, si lo hacen en algún momento, no pienso desconfiar.
TL: ¿Cuántas decepciones te has llevado por confiar?
AG: En el aspecto personal, sí me las he llevado. Duelen más que las materiales. Los golpes que me he llevado han hecho de mí la persona que soy hoy en día. Afortunadamente me han hecho crecer en ese sentido.
TL: ¿Cómo es Álex en la distancia corta?
AG: Soy idealista, cabezón, luchador, soñador, generoso a extremos y eso me hace ser rencoroso también a extremos. Lo he sido mucho con todo el mundo, pero ahora solo con la gente que lo merece. Soy un poco egoísta, me dan ataques de ego muy gordos y los vivo con sudores fríos.
TL: ¿Quién te espabila en esos momentos?
AG: Últimamente mi chica, Verónica, y mi representante, Antonio Abeledo. En mis momentos de inseguridad, me hacen ver que hay que darle importancia a lo que la tiene de verdad. Ha habido momentos en los que me consideraba el peor actor del mundo porque no me sacaban en las promos de las películas. Ahora, que eso ya empieza a darme igual, ya me ponen (risas). La vida es así de absurda.
TL: A nadie le regalan nada…
AG: ¡Hombre! Mis añitos llevo en esto ¡Qué te voy a contar que no sepas!
TL: Te invito a volver la vista atrás un poco. ¿El Álex de Tenerife era un niño feliz?
AG: Mucho, sí, sí. ¡Vamos! Muy feliz (risas). De los 13 a los 17 fue una etapa en la que trabajé muchísimo en la tele y ahí me recuerdo los dos extremos: bipolaridad extrema, felicidad máxima por momentos y sufrimiento extremo en otros, porque me hice muy famoso en Canarias. Me esperaban en la puerta de mi casa, en el instituto tuve momentos muy duros porque algunos me gritaban cosas muy feas. A los 20 años recuerdo que una profesora de Naturales hizo un debate en clase sobre una entrevista que yo había hecho, metiéndome caña. Y yo que siempre me he querido muy poco, en ese momento lo sufrí como no te imaginas. Cuando de joven te expones tanto ¡es una putada! Yo he sido uno de esos niños y a mí me ha marcado mi vida.
TL: ¿Te resulta difícil gestionar la fama?
AG: Cuando eres joven sí, sobre todo si no tienes cabeza. Yo creo, incluso, que en algún momento la perdí un poco pero, por suerte, estaba en Tenerife y no en Los Ángeles. He tenido unos padres maravillosos que me dieron collejas en el momento oportuno y me bajaron a la tierra. De hecho, en mi momento de mayor popularidad, suspendí cinco asignaturas en el tercer trimestre y mis padres me sacaron de la tele. Pusieron freno a algo que era el bombazo del momento, pero me dijeron que no volvía a hacer televisión hasta que aprobara todo. Fue el trimestre más duro de mi vida, pero me demostró que yo era más fuerte de lo que pensaba.
TL: ¿Había tiempo para el cine?
AG: Síiiii, en Tenerife iba más al cine que al teatro porque en el ambiente en el que yo me crié, no tenía tanto acceso. Siempre recuerdo ver ET y enamorarme del cine viéndola. Lo que yo he llorado viendo a ese niño destrozado cuando moría su amigo… De niño pude ver esa película unas nueve veces y siempre lloraba en el mismo momento: cuando ET se moría y Elliot lloraba desconsolado. Esa película para mí fue ¡soñar despierto!.
TL: Y has seguido haciéndolo desde ese momento, supongo…
AG: ¡Claro! Cuando me vine a Madrid, la película que me impactó de una manera brutal fue ‘El expreso de medianoche’ y fue la que utilicé para hacer las pruebas de ingreso en las escuelas de interpretación. Ya iba de intensito por aquel entonces (risas). Pensaba «¿podré llegar a hacer lo mismo?» Si me dan un personaje así… «¿tendré que estar en una cárcel, tendré que estar desnudo y sufrir como este hombre?» Esa película provocó que me hiciera muchas preguntas sobre la profesión y ya me he dado cuenta de que he hecho todas esas cosas en teatro, cine y televisión.
TL: ¿Qué te lleva a ti al cine?
AG: Ahora mismo, la inercia. Me encanta cuando una película me sorprende, me emociona y, en ese momento, dejo de ser actor y me convierto en espectador.
TL: ¿Lo consigues? ¿El Álex actor pide lo mismo que el Álex espectador?
AG: El espectador se olvida de todo. Me pasa lo mismo cuando leo un guion. Quien lo lee es el ser humano que hay dentro de mí. Acabo de leer uno de David Esquivel, que espero que se convierta en película, y lo digo aquí para hacer fuerza, que es un caso real de una historia que ocurrió en Alicante. Cuando lo leí, me explotó algo por dentro.
TL: ¿Eres un tipo con suerte?
AG: Sí, sin duda. Mi madre dice que mi hermano y yo tenemos una flor en el culo y, durante un tiempo, pensamos en tatuarnos un trébol en esa parte (risas). En serio, mi madre dice que tenemos dos angelitos que ella nos puso de pequeños para que nos cuidaran.
TL: Y ese niño, con trébol o sin él, ¿qué pensaría del hombre que tengo delante?
AG: ¡Menuda pregunta me haces, Amalia! Yo creo que me he convertido en lo que proyectaba de pequeño. A mí me gustaba Emilio Aragón, yo quería ser showman. A día de hoy estoy muy cerca de eso.
*Localización: Las Rozas Village. *Próxima semana: Mario Casas.
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