Me cuenta que hace poco leyó un tuit que decía: “Hubo un tiempo en el que se hacían películas y no estaba Antonio de la Torre”. Y es verdad. Ese tiempo existió pero, desde que descubrieron su talento, se ha convertido en imprescindible. ‘La trinchera infinita’, su último estreno, le está posicionando en todas las nominaciones de los próximos premios. Y por eso nos encontramos para tener una charla de las nuestras.
The Luxonomist: ¿Te has propuesto ser ‘Marca España’ o qué?
Antonio de la Torre: ¿Por qué lo dices… (risas)?
TL: Porque estás en todas partes…
ADT: Eso sí es verdad.
TL: No es malo. Eso es sinónimo de que tienes trabajo.
Cierto, pero te digo una cosa. El año pasado solo rodé una película, que es ‘La trinchera infinita’ que se acaba de estrenar. Entiendo lo que me dices. Hace poco leí un tuit que decía: “Cuenta la leyenda que un día se hacía cine español sin Antonio de la Torre” (risas)
TL: Hubo un tiempo, la verdad…
Sí, sí ¡claro que lo hubo! Soy un privilegiado. Estoy en el 8% de los actores que pueden vivir de esto. Lo que pasa es que estoy en las películas que están ahí, en las que tienen visibilidad.
“Tenemos que actuar ya contra el cambio climático”
TL: Me quieres decir que eliges bien…
O suerte también porque mira, yo siempre pongo el mismo ejemplo. La película de Raúl Arévalo, ‘Tarde para la ira’, por la que me entrevistaste en el festival de Venecia, ¿te acuerdas?
TL: ¡Cómo no me voy a acordar! Fue un éxito allí el día de la presentación…
Le dije a Raúl que sí, que la hacía, ocho años antes de que pudiera rodarse. Yo intuía que él podía hacer un buen trabajo, pero nunca pensé que se convertiría en la película ganadora del Goya. A eso me refiero. Nunca se sabe dónde va a acabar un trabajo.
TL: ‘La trinchera infinita’ lleva el mismo camino…
¿Tú crees? Aún queda mucho, ya veremos. ¡Quién me iba a decir a mí todo lo que me ha pasado! Desde ‘Azul oscuro casi negro’ a hoy… ¡Imagínate! Esa película cambió mi vida.
“Todos estamos necesitados de cariño. Es lo que creo”.
TL: ¿Y tú has cambiado?
Sí claro, cambias mucho. Lo que pasa es que no me martirizo todos los días pensando en qué he cambiado. Malo sería que fuera el mismo ahora con cincuenta años que cuando tenía veinte.
TL: ¿En el mejor de tus sueños estaba todo esto?
No, para nada. Esto era inimaginable.
TL: El día que pides la excedencia en Canal Sur para dedicarte a esto…
Estaba cagao, créeme (risas). Le dije a Bigarren, mi representante: “Oye, tú coge todos los curros que te propongan. Tú di que sí a todo y ya nos organizamos”. Y había tres películas a la vez ese verano: una en Coruña, otra en Barcelona y otra en Madrid. Entonces me mandó un pdf, que se tituló ‘La locura’, donde se demostraba que trabajaba todos los días, incluidos los domingos. Pero lo conseguí. ¡Lo hice! A partir de ahí, lo demás ya lo sabes (risas).
TL: ¿Hay momentos en los que te pellizcas para comprobar que no es un sueño?
No, pero no porque no lo valore, sino porque han cambiado mis prioridades. Tengo dos niños pequeños y eso centra mucho. Mi trabajo me encanta, me realiza y creo que voy a seguir actuando siempre. Una de las cosas que pensé cuando decidí vivir de esto era la idea de no jubilarme. Me hacía ilusión la idea de morirme currando. Esta es mi pasión. He perdido el miedo, antes lo tenía. Sobre todo a no ser capaz de conseguir dinero para vivir, no ser capaz de auto sustentarme. Ahora ya no lo tengo.
“El niño Antonio no se reconocería en el hombre que soy hoy”
TL: Pues es siempre la espada de Damocles de los autónomos…
Ya, ya… pero he perdido ese miedo. Será porque tengo confianza en el futuro. También es verdad que vivo de una manera muy austera. Me gusta pegarme un homenaje de vez en cuando, una buena comida con su vinito, pero poco más. Tengo el mismo coche de hace veinte años. Vivo sin lujos y muy preocupado por lo que vendrá, por ese cambio climático en el que no todos tienen conciencia y que está ahí.
TL: ¿Te asusta?
Procuro que no porque el miedo no me va a servir para nada. Lo que sí pienso es que estamos ya en pleno cambio climático y que esta generación tenemos que hacer cosas para no hipotecar a la siguiente. A veces pienso más en esas cosas que en mi oficio de actor (risas). Por supuesto pienso en mis niños y verles crecer. Todo eso me ocupa mucho la cabeza.
TL: Hablemos de ‘La trinchera infinita’. Te he visto muy bien de piernas…
¿Ah, sí? Te has fijado en eso (risas)
TL: Menudas carreras te has marcado…
Ah, lo dices por eso (risas). Como me has dicho “tienes buenas piernas”, pensé que me estabas diciendo un piropo. ¡Qué suerte la mía! porque nunca me dicen ninguno.
“La mejor educación es la felicidad”
TL: Si pensabas que era por otras escenas donde se te ven, ¡eres muy mal pensado!
O necesitado de cariño. Y por eso he interpretado que era un halago.
TL: ¿Necesitado de cariño?
Pues así es. Todos estamos necesitados de cariño, la verdad. Eso es lo que creo.
TL: Lo tienes de tu mujer, tus niños, del público, de los premios de la profesión… ¿Tienes casa suficiente para meterlos todos?
De momento sí. No están todos juntos, pero sí estratégicamente colocados (risas).
TL: ¿Cómo se veía la vida a través de los ojos de Iginio, tu personaje?
Es difícil responderte a eso. Yo hice ficción, pero quién sabe lo que pensaban estos topos. Gente que se escondió en el año 36 y no salieron hasta el 69 gracias a un decreto, que era una especie de amnistía. Más de treinta años escondidos en sus casas, muchos de ellos salieron ya ancianos. Yo sí sé, porque ya tengo una edad a pesar de tener buenas piernas (risas), que el miedo te puede atrapar y cómo, al final, una persona acaba asimilando lo que vive.
TL: Eso sin duda…
Mientras estamos teniendo esta conversación tan bonita, personal y relajada, en Siria sigue muriendo gente porque hay refugiados a los que no dejamos entrar. Yo nunca llegaré a imaginar lo que tuvieron que soportar los topos, nunca. Como actor lo que he hecho es intentar lanzarme a un mundo de imaginación.
TL: Imagino que claustrofobia no tienes, porque rodar en ese agujero…
No te creas, no te creas.
TL: Pues lo has debido pasar mal.
Más o menos, pero también te digo que no lo pasaba mal Antonio de la Torre, lo pasaba mal el personaje. La verdad es que, a pesar de todos esos condicionantes, yo no lo pasé mal en el rodaje. Estaba muy conectado con el personaje y, cuando eso ocurre, estás consciente de todo y estás sintiendo. Me costó mucho tiempo entender que esa fusión se puede dar pero, con los años, lo he conseguido.
TL: Así veía la vida Iginio. ¿Y cómo la ves tú a través de esos ojos azules? Y bonitos, dicho sea de paso, y esto sí es un piropo…
(risas) Con preocupación por lo que está ocurriendo en España y en el mundo, al mismo tiempo con ilusión de ver crecer a mis hijos pequeños, con cierta conciencia sin drama de que el tiempo pasa, me voy haciendo mayor y dando gracias por haber llegado hasta aquí.
TL: ¿Cómo es el Antonio papá?
No sabría decirte ¡fíjate! Trato de ser cariñoso, de ser y estar atento. Hay una frase que me gusta mucho de un libro, ‘El olvido que seremos’, que me regaló un amigo cuando supo que iba a ser padre, que resumiría todo. Dice: “La mejor educación es la felicidad”. Y ahí lo dejo.
TL: Oye, ¿el periodista ya no va a volver?
No lo sé. Hay un cierto periodista en mí, con todo el respeto para los que ejercen la profesión, que se interesan por la actualidad y hay algo de periodista en mí a la hora de abordar los personajes. Me pasó de una manera muy clara en ‘El reino’ y un poco también el ‘La trinchera infinita’. En esa búsqueda u obsesión por la realidad y la verosimilitud, bebe mucho el periodista que fui.
TL: ¿La fama es una manera de perder libertad? Diferente, por supuesto, a la que perdió Iginio…
Claro, indudablemente. De momento, la gestiono bien porque no he hecho mucha televisión, estoy más centrado en el cine y la fama es más calmada. No me considero demasiado famoso.
TL: ¿El niño Antonio se reconocería en el hombre de hoy?
No, muy buena pregunta. No se reconocería, no me imaginaba así. Me parezco mucho a mi padre físicamente, soy clavaíto, pero nunca me vería como soy ahora. Me imaginaba trabajando en una oficina, no sé. Ya ves la vida adonde me ha traído. Mi padre estaría contento de verme así, yo creo.
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