Poca gente he conocido más directa que ella. Concha Velasco es de las que nunca ha ocultado nada. Ha verbalizado siempre lo que sentía en cada momento y, con la edad, ya no tiene ningún tipo de filtro. La he entrevistado en cantidad de ocasiones, he trabajado con ella y hemos compartido confidencias de las de verdad. Siempre me ha acogido con cariño y recibido con una enorme sonrisa y ese brillo tan característico en sus ojos. Incluso en los momentos más críticos.
Nos hablamos con frecuencia, pero nos vemos menos de lo deseado. Cuando lo hacemos, no tenemos medida. Nos encontramos hace unos días para charla de la vida y de ‘El funeral’, la obra de teatro que su hijo Manuel escribió para ella…
The Luxonomist: No sé si pellizcarme para darme cuenta de que te tengo delante de verdad…
Concha Velasco: Amalia, sabes cuánto te quiero y también cuál es mi situación últimamente. La gira me ha tenido de un lado para otro. Ahora, por suerte, estoy en Madrid en el teatro La Latina, pero tampoco paro porque grabo todas las semanas ‘Cine de barrio’ y he estado también con la nueva temporada de ‘Las chicas del cable‘.
TL: Esa es tu dinámica habitual. No te he visto nunca parada…
CV: Yo no sé si ahora porque soy mayor y me cuesta más trabajo, noto como que el día tiene menos horas.
TL: Eso nos pasa a todos. Yo tampoco estoy como a los 20…
CV: Tú estás guapísima y te quiero una barbaridad.
TL: Lo sé y sabes que es mutuo. Nos lo decimos siempre que hablamos, que es más frecuentemente que vernos. La última vez estabas morena, ¡no te digo más!
CV: Lo recuerdo perfectamente. Fue en un maravilloso reportaje en el Bernabéu, mi querido Real Madrid. Nos dejaron pisar el césped y aquello fue histórico. Hay días en los que pienso que, si me volviera a poner el pelo como tostadito, me quitaría treinta años de encima.
TL: ¿Te agobia la edad a estas alturas de la vida?
CV: No, pero de vez en cuando, lo pienso. Son muchos años, yo sí que tengo ya muchos.
TL: Lo peor es no cumplirlos, no te olvides de eso…
CV: ¡Ay claro! Yo estoy feliz de tenerlos, encantada de haber llegado a esta edad.
TL: Encantada de la vida… ¡Cómo me acuerdo de aquel programa!
CV: Y yo. Fue el primero en el que se trajeron grandes artistas internacionales. ¿Te acuerdas de cuando coordinaste a Will Smith? Estaba haciendo ‘El príncipe de Bel Air’ y le pagaron 30 millones de pesetas, que era una barbaridad en aquel momento. Fíjate que creo que es el mejor programa que he hecho en toda mi vida, por encima de ‘Sorpresa, sorpresa’, que también fue maravilloso.
TL: Recuerdo tu camerino, presidido por una foto de Sean Connery. ¿Te sigue gustando?
CV: Sí, pero menos porque es mayor que yo y a mí no me gustan los hombres que me lleven años (risas).
TL: Aquella fue una etapa convulsa emocionalmente para ti pero, ¡qué inteligente es la vida! De lo que sufrimos en algún momento, tenemos luego la capacidad de reímos…
CV: ¡Has vivido tantas cosas conmigo! Has sido fiel y leal. Y eso no lo olvido.
TL: No estamos aquí para hablar de mí, te lo aviso…
CV: Pero es inevitable que recordemos situaciones vividas y justo que te agradezca lo que hiciste en algunos momentos en los que necesitaba que me escucharan. Yo le doy mucha importancia a la lealtad, más que a la fidelidad. Eso decía Javier Marías en un artículo el otro día. Ya sabes que yo le admiro muchísimo, aunque le he pedido un autógrafo y no me lo ha mandado. No por eso voy a dejar de leerle. Se puede ser infiel de muchas maneras. Yo soy leal, como tú.
TL: Eso que nos vamos a llevar. Cambiamos un rato de tercio… ¿Cómo es eso de que te dirija tu hijo?
CV: Cuando ganaron los socialistas las elecciones, hace años, a mi madre le dieron su paga de maestra nacional. Volvía del exilio, como Rosa Chacel por ejemplo. Con esa paga le compró a Manuel una cámara de vídeo y a mi hermano le pagó los dobles cristales para su casa, que vivía enfrente de El Retiro, para que no tuviera ruido. Esa cámara fue el origen del talento de mi hijo.
TL: ¿Eres disciplinada con él?
CV: Sí, él es quien manda. Yo no hubiera permitido que me dirigiera una persona que no sabe. Sigo siendo la misma que cogía aquel pasillo largo donde grabábamos ‘Encantada de la vida’ y me iba directa al despacho de Pío Núñez a poner cada cosa en su sitio, ¿te acuerdas? Pues sigo siendo igual. A mí no me gusta dirigir, pero sí que me dirijan bien. Que el que se suba al escenario conmigo, para decirme por dónde entro o salgo y cuál es el matiz, sepa por lo menos tanto como yo. Si sabe menos, me voy o le echo, depende del poder que yo tenga en ese momento. A mí un director me dio un grito días antes de un estreno de Antonio Gala, y el segundo ya no tuvo oportunidad. Se fue, lo eché y esa obra, ‘Las manzanas del viernes’, la pasó a dirigir Paco Marsó. Y lo hizo estupendamente.
TL: ¿A él le habrías hecho caso también en todo lo que indicara?
CV: Estuvimos tres años representando esa función por toda España. Es la muestra de que todo fue perfecto. Yo soy muy respetuosa y, como Paco me conocía muy bien, lo hizo estupendamente. Su error fue otro, estaba en otras cosas. En teatro sabía mucho y ¡anda que no le echo yo de menos! Hay veces que hago mutis y grito ¡Marsó! A ver si se me aparece (risas).
TL: ¿En serio?
CV: Sí, sí (risas). Él sabía mucho de teatro, lo hacía muy bien… pero tenía otras cosas que le gustaban más y ahora, que ya no está en este mundo, le echo mucho de menos ¡fíjate! Echo mucho de menos a Paco Marsó.
TL: Recuerdo su cara el día que se empezó a caer, por la humedad, la casa de La Moraleja…
CV: ¿Te acuerdas de aquello? Yo llorando sin parar, sentada en la plaza de La Moraleja. Y acto seguido, a grabar ‘Encantada de la vida’. No sé ni cómo pude hacerlo (risas). Tienes razón, ahora nos reímos de lo que nos hizo llorar. Me doy cuenta de que formas parte de mi vida.
TL: Y tú de la mía también. Siempre has estado ahí cuando te he necesitado. Y eso no se olvida… Volviendo a ‘El funeral’, ¿alguna vez has pensado que te gustaría ver tu funeral por un agujerito?
CV: ¡Uy, sí claro! (risas), pero sé que eso es imposible. Me gustaría aparecerme en mi funeral (risas) ¿Te acuerdas cuando se me aparecía mi madre? Se me estuvo apareciendo durante mucho tiempo. Y a mis hijos. La casa de La Moraleja tenía un fantasma, tenía una niña que había muerto allí, y me enteré cuando nos fuimos. Era un poco como ‘El resplandor’ (risas).
TL: ¿Cómo llevas el ser espejo de otras generaciones?
CV: Llevo unos meses trabajando con gente joven. Me he dado cuenta del respeto que me tienen y que están aprendiendo de mí, lo que es una responsabilidad. Me gusta esa sensación porque yo he pasado por eso. Ya sabes lo que ha sido doña Mary Carrillo para mí, que la perseguí hasta que conseguí trabajar con ella. Ahora tengo otras metas. Una es Lola Herrera, con la que me encantaría hacer una función. Otra es Julia Gutiérrez Caba y, por supuesto, doña Nuria Espert. Esas son mis metas ahora.
TL: Pues ¡a por ellas! Te queda mucha vida por delante.
CV: Me queda muy poquita. Ya sabes que siempre digo que voy a vivir hasta los 82. Mi padre vivió hasta los 86 y mi madre no cumplió los 74, así que la media mía es la que te digo.
TL: Las medias están para romperlas. No pienses eso. ¿Te sientes cansada?
CV: No, estoy estupendamente. Lo que no quiero es ser pesada, eso sí que me preocupa mucho y, de un tiempo a esta parte, quiero ser menos pesada que nunca. Ni siquiera lo soy con mi nieto. Tiene ya 10 años y eso de dormir con la abuela ya no le seduce, prefiere estar con sus amigos de la urba, como dice él.
TL: Hay que aceptar el paso de los años en los niños…
CV: Eso es lo que peor llevo, Amalia. Hay un momento en la vida, te pasará con tus sobrinos, en el que los quieres parar. Las etapas más felices de mi vida han sido cuando nacieron mis hijos y mi nieto. Nada iguala eso. A Manuel y Paquito, como eran mis hijos, me los llevaba al camerino y estaban conmigo. Tú les has visto muchas veces. Con mi nieto Samuel no puedo hacer eso porque tiene unos padres, que son los que mandan y le educan. Lo asumo con dificultad, pero cada vez mejor. Yo lo que quiero es que él sea feliz.
TL: ¿La Concha abuela es muy distinta de la madre?
CV: Sí, sí… Soy abuela consentidora, le compro todo y le dejo hacer de todo. Él es conmigo tan cariñoso, protector, educado… Lo único que me preocupa en este momento es que él y mis hijos sean felices. Por supuesto, también quiero que ‘El funeral’ triunfe porque la ha escrito Manuel y no quiero que fracase por nada del mundo.
TL: ¿Queda algo de la “chica de la Cruz Roja” en la dama del funeral?
CV: Queda todo, sobre todo la ilusión. Los años no han disminuido eso. Para este trabajo hay que ser vocacional, si no, no lo aguantarías. Yo solo he faltado al teatro dos veces en mi vida: una en Barcelona porque me quedé afónica, y la otra cuando me desperté en coma en la UCI después de diez días muy malos. Ni cuando murió mi madre dejé de actuar. Lo sabes.
TL: ¿Eres feliz?
CV: Casi. La felicidad es algo que tenemos que trabajar. Cuando he sido feliz, no me he dado cuenta. Por eso ahora, los momentos que tengo de felicidad, me gusta reconocerlos. Cuando vivían mis padres, siempre estaba trabajando. Cuando me casé, siempre estaba trabajando. Cuando fui madre, seguía trabajando. Creo que he sido feliz en algunos momentos, pero no me he dado cuenta.
TL: Mantén alerta ahora los cinco sentidos…
CV: Te voy a hacer caso. Ya sabes que tú eres una persona aleccionadora para mí. Gracias por ser mi amiga después de tantos años y de tantas cosas vividas, desde que eras muy jovencita. Y que nos sigamos viendo.
Reconoce que ha tenido que pasar por una etapa de oscuridad para disfrutar ahora intensamente de esas dosis de felicidad que le está regalando la vida. Después de unos años sentimentales turbulentos, que a nadie nos fueron ajenos, Concha disfruta ahora de una soledad voluntaria muy enriquecedora. Dice que, a pesar de todo lo vivido, se considera una mujer con suerte, a la que la vida le ha dado más de lo que le ha quitado…
*Localización: Teatro La Latina. *Próxima semana: Ricardo Gómez.
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