Es menudita de aspecto, pero engrandece su figura cuando se expresa con arrojo y sin filtros sobre todo aquello en lo que cree. Me gusta que no tenga complejos y admiro su capacidad de encaje ante los comentarios, no siempre bienintencionados. A Isabel Díaz Ayuso le pedí esta entrevista sin haber cruzado con ella ni una palabra, nunca nos habíamos visto. Respondió a vuelta de mail y no dudó en darme cita la mañana de un viernes de enero, encuentro que tuve que cancelar por causa mayor. Esa misma tarde, Pablo Casado la nombraba candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. A pesar de que las peticiones de entrevistas saturaron su agenda, Isabel no se olvidó de que teníamos algo pendiente…
The Luxonomist: ¿Serás capaz de extrapolar la política en esta conversación?
Isabel Díaz Ayuso: ¡Claro! Yo dedico mi vida a la política desde hace mucho tiempo, pero soy muy consciente de que el mundo es mucho más amplio y que yo estoy rodeada por una vida más normal y cotidiana, en la que se hablan y ven otras cosas.
TL: ¿Cuándo te das cuenta que hay vida más allá del despacho?
ID: La verdad es que he trabajado tanto, desde hace tanto tiempo, que he forzado muchas veces el tiempo para mí. Cuando me reencuentro con mis amigos, con mi familia, con mis sobrinos, es cuando me doy cuenta que eso es maravilloso. Cuando las cosas se ponen complicadas pienso que, lo mejor que me puede pasar, ya lo tengo. Eso me ayuda a contextualizar las cosas y a no tomármelas a la tremenda.
TL: Ahí es donde está la vida…
ID: Lo tengo claro y, a medida que me voy haciendo mayor, más aun. Cuando veo a mi madre hacerse mayor, a mis sobrinas crecer, a mi hermano ver cómo la vida le va golpeando con sus cosas, a mis amigos de la infancia que siguen unidos después de tantos años… Les he cuidado siempre, tanto a los amigos de la infancia como los de la universidad. Les veo crecer, madurar y ver pasar la vida ante ellos. Esas cosas me hacen ver que no todo es política, pero yo no concibo mi vida de otra manera y cuando pase este periodo, que para mí es lo más bonito que me ha pasado nunca, siempre tendré esa otra vida muy cerca. Estos días he visitado muchas residencias y a personas con discapacidad, a gente que tiene problemas de verdad, y mientras se pueda echar una mano y cambiar cosas, sé que siempre lo intentaré.
TL: Te estás dando unas cuantas bofetadas de realidad en los últimas semanas…
ID: Llevo mucho tiempo en política regional y he visto muchas cosas, lo que pasa es que ahora tengo la oportunidad de cambiarlas por mí misma y lo veo todo de una manera más intensa.
TL: ¿Y más responsable?
ID: Por supuesto. Y ahí es cuando te das cuenta de verdad que hay problemas auténticos, que en política no todo es inversión y que hay una parte de la sociedad, que no demanda nada y quiere salir adelante. Cuando te tienes que presentar a los ciudadanos y saber qué responsabilidades te quieres echar a las espaldas, ahí es cuando te das cuenta de lo que cuesta conseguir las cosas y los avances que tenemos, que en Madrid son muchos. Tenemos un muy buen sistema sanitario, uno de los mejores del mundo, un gran transporte, grandes colegios, libertad educativa sin igual… pero hay que seguir avanzando.
TL: ¿Te recuerdas una niña feliz?
ID:Sí, pero siempre he sido muy mayor. Soy más infantil ahora que cuando era pequeña en muchas ocasiones.
TL: Fuiste madura prematura…
ID: Era una niña a la que todo le impresionaba mucho, que todo lo que veía enseguida tenía que pintarlo o escribirlo. Tenía preguntas y dudas existenciales muy complejas para ser muy pequeña. Siempre fui muy feliz pero, a la vez, muy adulta. Era feliz con los niños de mi edad y, cuando me juntaba con los adultos, les llevaba unas preocupaciones que no eran normales. Con 8 años, le escribí una carta a Felipe González. A los 9 tuve unas dudas de fe absolutas. Con la pérdida de mi abuelo materno cambié la forma de ver el mundo de una manera radical, me afectó de una manera especial, no por la pena de la ausencia sino por replanteamientos en general. Siempre fui también una niña muy independiente, mucho. Me gustaba hacer las cosas por mí misma. Somos dos hermanos y, después de tenerme a mí, mi madre decía que quería tener otro porque no tenía bebé, me hice niña súper rápido. Yo siempre estaba pensando en crecer, en madurar, en tener responsabilidades.
TL: Que prisa tenías, ¿no?
ID: Ahora es al revés (risas). De bebé enseguida empecé a andar, nunca quise chupete, ni pañales. Mi madre decía que era algo asombroso. De niña me gustaba estar tranquila con mis abuelos, pintando o dibujando. Todo el día haciendo cosas. Conocía a gente adulta y quería escribir sobre ellos para reflexionar sobre las cosas. Siempre tuve inquietud por las cosas y fui una niña muy reflexiva.
TL: ¿Tienes la sensación de haberte perdido etapas importante por esa necesidad de que pasara el tiempo rápido?
ID: No, porque he tenido la suerte de que yo siempre he vivido al día, he saboreado todas las etapas con absoluta pasión y he disfrutado de la vida intensamente. He reído, he llorado, he querido, me han dejado de querer, he cambiado de casa muchas veces, de empleo otras tantas. He cambiado de vida cantidad de veces. Todo lo he vivido con gran intensidad y no tengo la sensación de haberme quedado sin haber vivido nada. He viajado por todo el mundo, he tenido amigos de todos los tipos. De pequeña estudié en un colegio concertado, luego en uno privado y, más tarde, en la universidad pública. He conocido todos los sistemas educativos en España, gente por todo el planeta. Me ha pasado de todo, pero también he trabajado mucho. Fui becaria cuando estudié Periodismo y he aprendido que tienes que vivir cada etapa en su edad y quedarte con los tuyos.
TL: ¿Nos hemos perdido una buena periodista?
ID: A la larga… quizás sí. Es verdad que me dediqué muy pronto a la comunicación y, en concreto, a la comunicación política. Te digo que, con el tiempo, sí podía haber sido una buena periodista porque me gusta la verdad, ser justa y ponerle luz a las cosas.
TL: ¿Habrías sido igual de peleona y reivindicativa que ahora?
ID: Sí, seguro. Lo he sido con todo toda la vida. No lo puedo evitar. Toda la vida he querido cambiar cosas, con inquietudes de mejorar como persona, mirando siempre para adelante y con creatividad. Tengo muchos defectos, pero ser peleona y reivindicativa ha sido la gasolina de mi vida.
TL: ¿No eres demasiado perfeccionista?
ID: A veces sí.
TL: Eso hace sufrir muchísimo…
ID: Me atormento a veces con eso de que ¡tendría que hacerlo mejor, hay que hacerlo mejor!, pero hay un punto en el que ya soy feliz y ya todo va bien. No vivo en un constante machaconeo. Me exijo mucho, pero eso es muy típico de las mujeres en general. La exigencia es una cualidad femenina.
TL: Yo recuerdo querer ser periodista desde muy niña ¿El político también es vocacional?
ID: Es que yo siempre he tenido las dos almas. Desde niña me encantaba el periodismo, pero también la política. Primero fui periodista y no estaba afiliada a ningún partido. Acabé haciendo política universitaria. Cuando pasé esa etapa, me obligué a ser periodista y siempre acababa hablando de temas de política y, cuando empecé en política, hacía comunicación política porque ya estaba en el PP. La comunicación y la política me han acompañado toda la vida, tengo las dos almas. Y ahora, como político, a veces me comporto como periodista.
TL: ¿Y eso es malo?
ID: Digo siempre lo que pienso y, a veces, me recuerdan que eso no es político. Lo que ocurre es que, si es verdad, yo lo digo. Si no lo hago, tengo el doble esfuerzo de pensar lo que dije sin pensarlo para no contradecirme. Y no lo aguanto eso.
TL: Entramos en el terreno del político que miente…
ID: Yo lo que veo lo digo. Mi política es hacerlo así, asumirlo y tirar para adelante. Te aseguro que es mucho más cómodo a la larga.
TL: Me da que, como ahora, desde niña te metías en todos los charcos…
ID: La verdad que sí. Eso me ha traído muchas alegrías y también sinsabores, claro… pero es una forma de ser, no es algo que se elige. Yo recuerdo con mis amigas, cuando estábamos en la etapa de la comunión, y yo decía ¿de verdad esto es creíble, por qué hay que confesarse? Esa fue una etapa terrible, a raíz de la muerte de mi abuelo. Dicen que es muy típico que, cuando pierdes a un ser muy querido, tienes dudas de fe. Comentan que es muy propio de nuestra cultura. Puede ser. Mis padres me preguntaban por qué me planteaba esas cosas. Un día llegué apuradísima del colegio y les dije que había caído en la cuenta de que, si ellos faltaban, de qué iba a vivir yo ¡Esas preguntas me las hacía con 7 años! ‘Si no estáis ¿Adónde voy? ¿Cómo me hago con una casa?’ Siempre he estado en eso.
TL: ¿Te has convertido en una influencer a tu pesar?
ID: Empiezo a serlo. Por un lado me llena de satisfacción, porque pienso que puedes cambiar más cosas de esa manera, pero también implica una gran dosis de responsabilidad.
-¿Crees en la redes sociales?
ID: Sí que creo en ellas, pero no siempre ayudan. A veces te meten en un mundo paralelo y la vida real está fuera de eso. Se utilizan para manipular el sentido de las cosas, para vender algo que no es real y, en ese sentido, han ido para atrás. Tuvieron un tiempo mágico, cuando había unas buenas reglas de debate, dabas la bienvenida a gente de otros partidos.. pero eso ya no existe y ahora todo es cuestión de bandos.
TL: ¿Por qué a la gente de derechas le cuesta tanto reconocer que lo son?
ID: Porque el centro derecha en España ha tenido siempre esa deuda histórica de querer entenderse con la izquierda y de ceder antes de tener que entrar en confrontación dialéctica. A base de ceder y ceder, no hemos trasladado ni a los medios de comunicación, ni a los colegios, ni a las nuevas generaciones que tienen que ser de una etiqueta. Hemos perdido muchas guerras culturales, banderas en la educación, en los medios, en la vida universitaria. Por eso, las nuevas generaciones ya nacen acorraladas. En la universidad de Madrid, si eres de izquierdas eres un alumno orgulloso, que lo puedes mostrar sin problema, y los que no lo son tienen más dificultades. Esa asfixia genera el complejo.
TL: ¿Sales a la calle con cierto temor?
ID: No, nunca. Vivo sin pensar en esas cosas. Ojalá fuera hoy tan reflexiva como lo era de pequeña. Ahora me dejo llevar mucho por el corazón.
TL: ¿El insulto hace callo?
ID: Sí, claro. Las políticas de la izquierda son las más machistas conmigo, así que por ese lado me da igual, pero si viene de gente relevante a la que tengo en cuenta, sí me importa más.
TL: ¿Por qué las mujeres, a veces, somos las peores enemigas?
ID: No sé si por competencia pero, en ocasiones, no somos las que más nos ayudamos. También te digo que tengo buenas amigas y siempre nos hemos apoyado. Las mujeres nos tenemos que apoyar. Hay veces que tenemos días difíciles y somos una caja explosiva de miles de complicaciones.
TL: ¿Te incomoda mandar a hombres?
ID: No noto la diferencia, no me siento ni mejor ni peor. Cuando mando una cosa, no me fijo en el sexo. También te digo que, de hecho, es más fácil decírselo a un hombre que a una mujer porque, entre nosotras, tenemos más cuidado para elegir la palabra exacta. Somos más sensibles, más complejas. El insulto o la crítica, nosotras nos lo llevamos más a lo personal que ellos, tenemos más orgullo para algunos detalles. Y, desde las redes sociales, nos atacan por ahí.
TL: ¿Has necesitado ponerte una coraza?
ID: Mis preocupaciones no están ahí. Antes me afectaba más, ahora me da igual. Lo importante es no despistarse. Para mí, ahora, lo prioritario es que, en menos de dos meses, tengo la posibilidad de gestionar la administración de más de seis millones de personas, con todo lo que eso conlleva. Mi preocupación es ir ganando cada día popularidad, confianza de la gente hacia mí, votos y tener la fuerza de conseguirlo con una amplia mayoría que me permita no desdibujar el proyecto y que no se me bloquee parlamentariamente. Las críticas contra mí van para que me afecten, así que no les puedo dar ese gusto.
TL: Si vuelves la vista atrás ¿cuál es ese recuerdo recurrente que te viene a la cabeza?
ID: Mi padre. Falleció hace tres años y medio. Hay días que pienso “¡Madre mía, si me viera!”.
TL: ¿Se lo imaginaría?
ID: Al principio no. Él no siempre pensó que lo de los demás era mejor que lo suyo, siempre se puso en un segundo plano con todo, miraba a todo el mundo menos a él mismo, incluidos sus hijos. Según fueron pasando los años y vio que mi hermano era un hombre bueno, honrado, que hizo una familia preciosa, que yo era muy independiente y que, al salir de mi casa le demostré que yo podía valerme por mí misma, empezó a mirarnos a los dos. Con el tiempo empezó a pensar en “menudos hijos tengo, son los dos estupendos” .
TL: A veces tardan los padres en darse cuenta de eso…
ID: Yo creo que sí pero, en ese momento, empezó con una demencia muy fuerte, una especie entre demencia y alzheimer. Desde que yo tenía 30 años y él 60 y pocos, no tenía la cabeza fuerte como para estos planteamientos.
TL: Te estará viendo…
ID: Me imagino que sí…
TL: ¿Recuerdas lo mejor que hayan dicho de ti?
ID: Cuando me nombraron candidata, durante ese fin de semana que me sentí abrumada, todo el mundo me dijo lo mismo “sé tú misma, no cambies nada. Eres auténtica. Has llegado aquí por ser tú”. Y eso es lo que más me gusta de lo que he escuchado sobre mí.
TL: ¿Será difícil volver al sitio en el que te encuentras cómoda?
ID: Cuando esto acabe, quiero volver a ese sitio, a la normalidad, a mi vida de siempre. Mi tiempo libre lo tengo muy definido, a qué y con quién me gusta dedicarlo, que es a las personas que quiero y necesito que estén orgullosos de mí. Si me convierto en un personaje diferente a como soy en mi etapa política, me da la sensación que les voy a defraudar. Y eso no quiero que ocurra.
TL: ¿Te ves presidenta de la Comunidad de Madrid?
ID: Sí. El primer fin de semana me costó hacerme a la idea, porque necesitas un tiempo para creerlo pero, después del recibimiento que me dieron los afiliados y la gente en la calle, me empecé a ver. Pienso que tengo un proyecto tan bueno, que por supuesto me veo presidenta.
TL: ¿Recuerdas el momento en el que te dicen que eres candidata?
ID: Era viernes por la tarde, iba en el coche camino de mi casa y me llama Pablo Casado. Me lo dijo y me volví a la sede con las piernas temblando y la lagrimilla puesta. Ni me imaginaba que podía ser yo. De repente vi que, los 15 años que le había dedicado a este partido, cobraban sentido”.
TL: ¿Dónde vas a intentar encontrar tus ratos de ocio para desengrasar?
ID: Con la gente que quiero, tomando una cervecita. Soy de cosas muy sencillas. O viajando, algo que me encanta, e ir al pueblo de mi padre. Con eso, tengo las pilas cargadas.
* Localización: Partido Popular *Próxima semana: Iñaki Gabilondo
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