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#CloseTo Martiño Rivas: “Estoy en paz pero con la conciencia intranquila”

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Dice que siempre va corriendo, pero sin saber muy bien adónde. Una entrevista con él es una aventura y hay que leer entre líneas algunas de sus confidencias. Hijo de un reconocido escritor gallego, sus recuerdos le remiten siempre a la tierriña. Han pasado unos cuantos años desde ‘El internado’ que le dio a conocer. Hoy sigue triunfando como Carlos Cifuentes, uno de los personajes protagonistas de ‘Las chicas del cable’, que regresan a Netflix esta semana con la nueva temporada.

The Luxonomist: ¿Estás ya metido en el personaje para la promoción y consigues abstraerte de él?
Martiño Rivas: Esta es la primera entrevista que hago desde que terminamos el rodaje a finales de abril. Y, en nada, comenzamos a grabar la próxima. He “descansado” de Carlos estos pocos meses. Esta tercera temporada creo que tiene mayor carga emocional, es más cruda y más visceral. Lo que me llama la atención de ‘Las chicas del cable’ es que es una serie muy flexible y, a nivel estético, ahonda más en esa línea en la temporada que ahora se estrena.

TL: ¿Con qué Señor Cifuentes nos vamos a encontrar?
MR: Carlos ha cambiado mucho… y más que va a cambiar. La segunda terminó con un acontecimiento muy definitorio y, en sus implicaciones, no te digo que se reinvente, pero sí tiene la necesidad de adaptarse a unas nuevas circunstancias. Todo su entorno va a cambiar y él acaba mutando y modificando sus pautas de comportamiento.

TL: Eso es algo que deberíamos hacer, alguna vez, todos en la vida también…
MR: Claro, por supuesto. Reinventarse no debe ser algo que se viva en la ficción. En la vida es necesario adaptarse.

TL: ¿Qué le ha dado Martiño a Carlos y viceversa?
MR: Que ocurra ese intercambio es más propio de personajes que no tienen un arco de transformación tan amplio como el de Carlos. Cuando el marco está más delimitado y hay unos roles definidos y no se produce esa mutación de la que hablábamos antes, es más fácil que des y recibas. Yo he visto cambiar tanto al personaje que no tengo la sensación de haber vivido algo tan bidimensional. Ahora estoy en el dilema de a ver qué sucede en la nueva temporada y cómo va él a reaccionar ante los acontecimientos.

TL: En esta serie coincides con Blanca Suárez y Yon González. Los tres sois integrantes de la mítica ‘El internado’. ¿Cómo son esos reencuentros ahora que todos tenéis ya un nombre y un estatus?
MR: Yo me quedé en el 1’75 y ya no he crecido más (risas). El reencuentro siempre es muy natural porque, en realidad, nunca hubo un distanciamiento. Siempre hemos mantenido mucho el contacto y no ha existido ese momento de “Dios mío, estás irreconocible, cómo has cambiado” ¿me entiendes? Creo que hemos cambiado muy poco físicamente y también personalmente, aunque sí hemos evolucionado y eso tiene connotaciones positivas. Los tres estamos contentos, sabemos el lugar que cada uno ocupa y pisamos terreno firme. Trabajar juntos es muy cómodo y nos lo pasamos muy bien.

TL: ¿Cómo viviste esa etapa? Eras muy joven y, con una fama tan desorbitada, no era fácil gestionar la situación…
MR: Fue una suerte muy grande que el primer trabajo importante tuviera ese nivel de exposición. Sin embargo, el mayor éxito de mi carrera lo tuve con 13 años y fue ‘Mareas vivas’. Ahí sí que supe lo que era el reconocimiento público. Luego mi carrera ha tenido subidas y bajadas que, en realidad, para mí ha sido lo más difícil de gestionar.

En ‘Las chicas del cable’ comparte reparto con Blanca Suárez, su compañera en ‘El Internado’

TL: Complicado mantener los pies en la tierra con esa edad, ¿no?
MR: No te creas. Yo nunca tuve la sensación de volverme gilipollas frente a eso. Gruñón, sí (risas). Recuerdo ir por la calle o al parque a jugar y que todo el mundo me conociera. Mis amigos eran todos de Vimianzo y en el pueblo nos conocíamos todos, allí era todo muy normal pero, cuando íbamos los fines de semana a Coruña, recuerdo que al bajar al parque los chavales me cantaban la canción de la serie. Y ahí yo perdía los nervios, me enfadaba muchísimo. Llegaba a casa y le decía a mi madre: “Mamá, me cantan la canción por la calle, me vienen a hablar y a molestar. Yo no quiero esto”.

TL: ¿Conociste en ese momento lo peor de la fama?
MR: Puede que sí. Ahora ya no me molesta. Hay veces que estoy en el supermercado, por ejemplo, voy cargado de bolsas y me piden una foto. No es el mejor momento pero entiendo que es parte del precio que hay que pagar. A mí me cuesta sonreír por lo general en las fotos y, una persona con muy buen criterio, me dijo un día: “¿Te das cuenta de que, en muy poco tiempo, nadie va a querer sacarse una foto contigo?”. Y puede que sea así porque la vida cambia y la fama también es cíclica.

TL: Es la dualidad de la fama…
MR: ¡Claro! y yo lo noto, sobre todo en períodos en los que no estoy tan expuesto. Es curioso porque, por incómodo que pueda parecer a veces, sobre todo en una persona no muy hábil socialmente como es mi caso (risas), se acaba extrañando. Cuando pasas ciertamente desapercibido puedes llegar a sufrir un poco de melancolía de esos otros tiempos en los que te miraban. No se echa en falta, pero tomas conciencia que esa repercusión mediática va directamente ligada al hecho de estar o no trabajando. Y ahí es cuando te vuelves vulnerable y se enciende una luz constantemente que te alerta que no estás trabajando y por eso pasas desapercibido. No puedo hablar en términos absolutos, pero es el pánico que tenemos todos los que trabajamos en esto. Es nuestro mal endémico.

TL: Intuyo que te asusta que no vuelva a sonar el teléfono…
MR: ¡Claro que me preocupa que no suene! No me imagino la vida sin hacer lo que hago. Yo he estado una temporada larga sin trabajar, eso es algo que está siempre ahí en nuestro trabajo. Lo vivo también en otros compañeros porque, en esta profesión tan expuesta, te enteras de cómo es la situación de todo el mundo. Es algo para lo que no te puedes preparar, yo creo. En las etapas en las que tienes mucho trabajo, tienes hasta melancolía por estar parado y, cuando esto ocurre, el mundo se te viene encima. Estar sin trabajo lo comparo con cosas inevitables, que sabes que van a suceder. Intentas trazar un plan de ruta para ver cómo vas a reaccionar y gestionar todo eso pero, cuando sucede, te bloqueas y no actúas cómo creías que podías hacer.

Mareas Vivas y El Internado fueron sus dos primeros trabajos como actor

TL: Esos momentos fortalecen…
MR: Yo siempre he sido una persona muy responsable, ninguna circunstancia personal ha acabado por afectar de una forma nociva a mi trabajo. Cuando he estado sin trabajar durante un largo periodo de tiempo, me he preguntado qué hacer. Estaba sano, bien, con un cociente intelectual en una franja media y capacitado para hacer otras cosas. Sin embargo, no tengo un plan B porque la interpretación es mi vida.

TL: Aun siendo así, que nuestro trabajo es lo que nos motiva, deberíamos tener una alternativa…
MR: Yo creo que cuando lo haces, hay una corriente de pensamiento negativa porque no estás invirtiendo lo suficiente en el plan A. Yo no estoy de acuerdo con esa percepción, que conste. Yo empecé a trabajar en esto con 13 años, estudié Audiovisuales en la universidad, estaba en una escuela de teatro, hice un máster en teatro clásico… En mí no hay una posible marcha atrás, no sé hacer otra cosa. Todo lo que he estudiado, toda mi energía, siempre se ha ido al mismo lugar, a esta profesión.

TL: No sabemos hacer otra cosa porque somos vocacionales. Si no fuera así, nadie aguantaría en nuestros trabajos.
MR: Eso es cierto. Son profesiones duras por su inestabilidad, necesitamos mucha determinación. En este momento, la verdad, yo sí me veo escribiendo y dirigiendo algo, pero siempre relacionado con mi profesión.

TL: ¿Cómo te entra a ti el gusanillo de la interpretación?
MR: No hubo un momento concreto. Cuando surgió la posibilidad de ‘Mareas vivas’ en un casting abierto, que se hacía en Camariñas, probé y me cogieron. Yo creo que lo hicieron porque, en aquella época, yo tenía el pelo muy largo y rubio. Me acuerdo que fui con una camiseta de los ‘Barcelona Dragons’ y seguro que pensaron: “¿De dónde ha salido este friki?” (risas). Pasé varias pruebas y, cuando me dijeron que me daban el papel, no me lo creía. Me corté el pelo y, cuando fui a la prueba de vestuario, casi se mueren porque el pelo era lo que más les gustaba. Ese rodaje fue una experiencia muy valiosa para mí. Hasta ese momento, yo asociaba el trabajo a algo duro y pesado, pero comprobé que con lo que hacía me divertía y era feliz. Veía a los actores adultos pasárselo muy bien y lo que yo quería, cuando fuera mayor, era estar tan loco como ellos.

TL: ¿Lo has conseguido?
MR: Bueno, sí… De momento duermo en un ataúd, pero eso no es tan excéntrico ¿no? (risas). Siempre me ha gustado el cine, desde niño, eso sí que lo tengo claro. Y estudié Audiovisuales para poder dirigir.

TL: Nos remontamos a la infancia entonces…
MR: Sí. En una casa que tenemos en A Gaiteira, mi padre y yo, que nos activamos a medida que va avanzando el día y alcanzamos en la noche nuestro nivel más alto de clarividencia, nos sentábamos ante la tele…

TL: Disculpa que te interrumpa, ¿tu padre escribe de noche?
MR: Mi padre escribe todo el día, solo deja de hacerlo cuando está durmiendo (risas).

TL: Me decías que, cuando llegaba la noche…
MR: A los dos nos cuesta mucho irnos a la cama. Recuerdo estar viendo películas en La 2. Ver la de Spike Lee ‘Haz lo que debas’, ‘Los santos inocentes’, a Gregory Peck en ‘Moby Dick’, ‘Oliver Twist’… son películas cuyos fotogramas tengo muy grabados en la retina.

TL: Veo que te gusta el cine clásico…
MR: Sí, me encanta.. pero también el actual.

Aprovechó un parón laboral para leerse todas las obras de su padre

TL: ¿Qué te lleva a ti al cine?
MR: Te voy a contar algo y te lo justifico. Estamos viviendo algo ahora, tan necesario como el replantearnos hasta qué punto debemos juzgar al artista en base a su conducta fuera de su trabajo. Me parece un dilema interesante, necesario el planteárselo y que cada uno tenga el derecho legítimo de dónde quiere trazar la línea. Hay una persona a la que yo admiro desde mi etapa en la universidad y es Elia Kazan. Me flipaban sus películas. Recuerdo la primera vez que vi ‘Un tranvía llamado deseo’, ‘Viva Zapata’, ‘Esplendor en la hierba’ y, sobre todo, ‘La ley del silencio’. Luego me leí su autobiografía, empecé a seguir a Arthur Miller, el Actor´s Studios, la caza de brujas… Empiezo a ver cosas tan poco convincentes y comienzo a sentir cierto rechazo por lo que hizo esa persona ¡Ojalá al ver sus películas pudiera apartar todo eso! A veces lo consigo durante un rato y otras no. La distancia ayuda a ese rechazo y a la agitación interna que te pueden provocar acciones como las suyas. Es un dilema que viví ya con 18 años y aún no sé cómo gestionar, si te digo la verdad (risas).

TL: Imagina que, mientras estamos hablando, ponen una peli tuya en esa pantalla que tenemos ahí. ¿Me haces cambiar de canal?
MR: Hasta que llegue la pizza te dejo que la veas (risas). Yo soy de los que me veo, pero me da mucho pudor hacerlo con gente. Si puede ser, prefiero verme solo. Yo respondo siempre a unos estándares de exigencia, así que prefiero pasar el primer filtro yo solo y luego ya lo verán los demás. Ten en cuenta que si yo veo una escena que no refleja lo que yo intenté transmitir en ella o la han quitado directamente, voy a estar pegando gritos un rato (risas), así que mejor verlo solo la primera vez y, cuando haya hecho las paces, ya podemos verla juntos y nos reímos incluso.

TL: Me parece que vas a sufrir mucho siendo tan autocrítico…
MR: No estoy de acuerdo con la idea de que el peor crítico está en casa. Mira, en este parón de la serie, hice algo que tenía muchas ganas desde hace tiempo y que ha sido leerme toda la biografía de mi padre, tanto de ficción como reportajes. Le pregunté cuál era su mejor trabajo. “La mejor novela que escribí fue ‘En salvaje compañía'”, me dijo. Y yo estaba totalmente de acuerdo con él, sin embargo no fue la que tuvo más aceptación ni la repercusión que él esperaba. Muchas veces no coincide tu criterio con el del receptor. Yo tengo mucha fe en mi capacidad crítica y de análisis.

TL: Vuelvo de nuevo la vista atrás. ¿Te recuerdas un niño feliz?
MR: Sí he tenido una infancia feliz. Si he sido un niño feliz ¡ya es otra cosa! No sé si yo tenía la capacidad para apreciar en su justa medida todas las cosas buenas que disfrutaba en ese momento. Quizá le he otorgado siempre demasiada relevancia a lo que no tenía, lo que quería conseguir o echaba en falta. Es un poco lo que nos da nuestra tierra, nuestra idiosincrasia, el gallego es aquel que siempre quiere estar en otro sitio (risas).

TL: Y ese niño ¿Se reconocería en el Martiño de hoy?
MR: Yo creo que sí. Se alegraría de que consiguiese mis objetivos, porque siempre he sido muy soñador. Y estoy seguro de que diría: “¡Es un buen chaval!” (risas). Lo importante es que yo estoy en paz, pero con la conciencia intranquila. Me dan que pensar los que dicen que duermen con ella muy tranquila, eso no puede ser real.

*Localización: Gran Meliá Palacio de los Duques.  *Próxima semana: Luis Tosar.

Amalia Enríquez

De Pontevedra al mundo. Periodista donde me dejan y llaman. CEO and Founder #RedCarpetFilms redcarpetfilms.es Miembro de la AICE, Premios Feroz, Academia de Cine y Academia de TV.

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