Es un gran conversador y, aunque nuestra charla fue a distancia porque se encuentra en su Rosario natal, parece que la tecnología no es un hándicap para transmitir cercanía. Darío Grandinetti estrena la 2ª temporada de HIERRO. Su personaje, Antonio Díaz, es un tipo duro, acostumbrado a tomar atajos y a salirse con la suya. Alguien a quien es mejor no enfadar, aunque curiosamente puede llegar a despertar empatía…
The Luxonomist: ¿Qué te da la interpretación que no encuentras en ninguna otra actividad de la vida?
Darío Grandinetti: Una seguridad que, la verdad, tampoco pueden ofrecer otros muchos oficios. Pero cuando empecé a tomar clases de teatro, me sentía cómodo. Sentía que era algo que se me daba bastante bien de forma natural. Y otra cosa que con el tiempo maduré es que sentía que me prestaban atención (risas). Y eso para mí era muy importante, porque empecé en esto siendo un adolescente. Noté que llamaba la atención y controlaba. Y eso es muy importante cuando estás en el escenario, porque ahí decide el actor. Yo me siento más seguro encima de un escenario que en la vida, porque sé todo lo que hay que hacer.
TL: ¿El lado oscuro de Díaz, tu personaje en HIERRO, vence a sus virtudes?
Darío Grandinetti: Yo quiero pensar que no. Creo que tiene un costado noble, que incluso hace posible que se pueda acercar a la jueza. Es un villano que genera empatía y al que llegas a entender al ver a qué ha tenido que sobreponerse. Tiene un grado de nobleza y de código. Salvo por defender a su hija, por la que haría cualquier cosa, no lo veo capaz de matar o de algo ilícito que le llevara a eso.
TL: ¿Hay algún resquicio de esperanza en ese personaje?
Darío Grandinetti: Claro, claro. Desde el primer momento dije: “¡Me gusta!” Desde el principio se ve, por lo bien que está escrito el personaje, que es un tipo que va a generar empatía y que tiene más códigos que otra gente legal.
TL: ¿El Díaz polémico o el redimido?
Darío Grandinetti: El polémico, sin duda. Me va la marcha y, como actor, es mucho más atractivo. En los lados grisáceos de los personajes hay más carne para morder. Yo trabajo para que me vean y lo que hago me genere otro trabajo. No creo que los premios y el éxito generen más trabajo. Puedes tener muchos galardones y no encajar en el proyecto siguiente. Lo importante es que te consideren buen actor.
TL: ¿Qué le has dado a él y qué ha succionado de ti?
Darío Grandinetti: Dos temporadas con un personaje dejan huella. Yo tenía mis cautelas con esta nueva entrega pero, cuando me llegó el guion, comprobé una vez más que Pepe Coira tiene cogido a Díaz por el cuello. Sabe perfectamente cuándo tiene que aflojar y cuándo tiene que apretar. Uno no puede hacer un buen trabajo si está mal escrito el guion. Un actor puede arruinar un buen guion con su trabajo, pero convertir en bueno lo que está mal escrito es imposible.
TL: ¿Se puede ser imparcial cuando los sentimientos entran en juego?
Darío Grandinetti: No, para nada. Es muy difícil. Hay que hacer un trabajo para poder lograrlo, aunque depende de qué estemos hablando y del sentimiento que esté en juego. En el paterno filial, por ejemplo, es imposible ser imparcial.
TL: ¿La forma más elegante de decir adiós?
Darío Grandinetti: No sé si hay una forma elegante de hacerlo, pero seguramente sea sin despedirse, a la francesa (risas). En Argentina decimos: “Tiro la bomba de humo”.
TL: ¿En qué situación has dicho “chapeau”, me quito el sombrero?
Darío Grandinetti: ¡Uuhhh! En muchas, sobre todo frente a compañeros y sus actuaciones. Y también frente a una inteligencia de vida que uno ve en otra persona. Es bastante frecuente que me quite el sombrero en ese sentido. Sobre todo en este oficio en el que uno está todo el tiempo aprendiendo.
TL: ¿Qué es lo que mejor se te da hacer?
DG: En una época pasada, jugar al fútbol. Pero sinceramente creo que se me da bien actuar. Me gustaría poder decir “ser padre”. Aspiro a serlo y es un dictamen que no podés dar vos. Trabajo todos los días para poder serlo.
TL: ¿Qué ha sido lo que realmente ha marcado tu vida?
DG: Sin duda alguna, ser padre. Hay un Daría absolutamente diferente antes y después, dejas de pensar en ti para pensar en el otro. A los 30 años, después de haber vivido mucho, dije ¡basta! Hay que dejar de tontear. Fui padre a los 31 y me reafirmó que había hecho bien. Cuando tenés hijos ¡olvídate de pensar en uno mismo! Aún así, mi trabajo me llevó a estar mucho tiempo fuera de casa y corrí el peligro de descuidarlos. Al rodaje de HIERRO vinieron mis hijas. A las dos temporadas. Mi hijo no pudo por trabajo. Y esa experiencia me gustó muchísimo.
TL: ¿Tienes sensación de culpabilidad por, en algún momento, no haberles prestado atención?
DG: De culpabilidad no, no. Pero sí habría preferido ser más consciente de algunas cosas. Los padres nos equivocamos y los hijos también, pero esa es la vida. Uno puede hacer boludeces y no quiere decir que sea un boludo.
TL: ¿Qué pone en tu estado de WhatsApp?
DG: Deja que lo mire, pero creo que nada… Lo que tengo son fotos, que cambio con cierta frecuencia, pero ninguna frase. Nada.
TL: ¿A quién meterías en una máquina del tiempo?
DG: Es algo que nunca he pensado, pero me hubiese gustado hablar con el Ché Guevara.
TL: ¿Qué locura has hecho para conocer a uno de tus iconos?
DG: Locura no he hecho ninguna. No soy nada mitómano en ese sentido. He conocido a mucha gente a la que admiro y una de las cosas que le agradezco a este oficio es esa, el haberme permitido relacionarme con gente interesante y, con el tiempo, poder llegar a decir que somos amigos. No he tenido que hacer ninguna locura, lo que se ha dado ha sido naturalmente.
TL: ¿A qué eres inmune?
DG: La verdad es que no sé si soy inmune a algo. Tal vez intento serlo ante cierto comportamiento fascistoide.
TL: ¿El insulto hace callo?
DG: Bueno… puede estar relacionado con tu pregunta anterior. Si creo que hace callo y puede ser contradictorio con decirte que no soy inmune a nada. Los insultos que más recibo son por mi posición política y, si te digo la verdad, esos me resbalan.
TL: ¿Marca España es…?
DG: En mi caso, lo relacionaría con cosas de España que me gustan. Y lo que me encanta es la calidad de vida que hay en tu país.
TL: ¿Qué no falta nunca en tu maleta?
DG: Al margen de lo básico, nunca falta música. Soy de esos que toma mate, pero ya no lo llevo en la maleta porque tengo mis existencias también en Madrid (risas).
TL: ¿La suerte es más definitoria que el talento?
DG: No, más no. Yo confío en que más temprano que tarde, el talento se impone. Pero sí es posible que con un poco de suerte adelantes camino. Creo que un poco de fortuna hace falta.
TL: ¿A qué te suena la vida?
DG: ¡Uyyy! En este momento a estar frenado, como si estuviera en las caballerizas de un caballo que está esperando a salir a correr. Me suena a eso, a contención por lo que estamos viviendo.
TL: ¿La belleza da poder?
DG: Lamentablemente sí. En el arte ¡afortunadamente!, pero la otra, la cotidiana que depende de si sós bello para triunfar, esa por desgracia sí lo da.
TL: ¿El dolor más intenso?
DG: La pérdida de los seres queridos, sin ningún tipo de duda.
TL: ¿Ser elegante es…?
DG: (risas) ¡No sé lo que es ser elegante! En todo caso es ser sincero y noble con uno. Ser elegante es una actitud ante la vida.
TL: ¿Qué te hace perder la templanza?
DG: El dolor, la injusticia, la desigualdad, el que no te importe para nada el otro, el que todo se mida en función de cómo te va a ti. Eso no lo puedo entender, me cuesta. Me hago mucha mala sangre con esas cosas.
TL: ¿Con quién compartirías la cena de tus sueños?
DG: Por suerte, con mis hijos estoy mucho tiempo porque me he preocupado de ser un padre presente, así que mis cenas con ellos son constantes. A mí me gusta mucho el fútbol ¿sabés? Y tal vez por eso me gustaría tener una charla con Bielsa. Conozco a Menotti, jugué al fútbol (siendo actor en un partido benéfico) con Maradona y soy amigo de Valdano, que es un tipo al que admiro. Pero esa cena por la que me preguntas sería con Bielsa.
TL: ¿Esa crítica que, por ser verdad, más te ha dolido?
DG: Como actor no le hago ningún caso a las críticas, ni buenas ni malas. Una vez comprobé, temprano afortunadamente, que una buena crítica no tenía nada que ver con el trabajo. Yo soy mi crítico y soy el peor. No me gusta casi nada de lo que hago. No me fustigo, porque este es un trabajo de eterno aprendizaje.
TL: ¿La pregunta que no te he hecho y te habría gustado?
DG: No, no.. Soy un tipo con pocas ambiciones y pocas expectativas. Lo que hace posible que me desilusione menos, me permite decepcionarme menos. Lo único que he querido de este oficio es poder ejercerlo y que me permitiera ganarme la vida dignamente. Y eso es un regalo porque hace más de cuarenta años que no hago otra cosa. Con este trabajo he podido educar y alimentar a mis hijos, vivir más o menos bien y sigo teniendo ofertas de trabajo, lo que me da tranquilidad para un futuro inmediato. Así que no extraño ninguna pregunta. Te agradezco todas.
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