Es de una belleza apabullante, serena, de esas que no necesita maquillaje. A pesar de su juventud, ya ha conseguido trabajar con estrellas de Hollywood y no deja de contemplar cruzar el charco en algún momento para añadir una aventura más a su ya intenso currículum. Le molesta que la califiquen como una “WAG”, porque ella no es “mujer de…” nadie. Acaba de estrenar ‘Todos lo saben’, al lado de Penélope Cruz, Javier Bardem y Ricardo Darín entre un elenco de adictivo talento. Su personaje es definitorio en la trama… y hasta ahí puedo leer.
The Luxonomist: Rocío, tu personaje en ‘Todos lo saben’, en contra de lo que pueda parecer al principio, tiene un protagonismo indiscutible…
Sara Sálamo: Cierto. En el cine de Asghar Farhadi siempre se puede ver que, al final, todos somos personas, que no hay buenos y malos. Somos humanos y las circunstancias de la vida te llevan a hacer a unas cosas u otras, tomar unas determinadas decisiones o aceptar un entorno concreto. Eso, en definitiva, es lo que más identifica todo su cine.
TL: ¿Recuerdas el momento en el que levantas el teléfono y te proponen participar en la película?
SS: Ojalá hubiera sido así de fácil (risas). Nada que ver con eso. Fue muy duro y te digo más, ¡me llegaron a decir que no!
TL: ¿En serio?
SS: Tal y como te lo cuento. La decisión estaba entre otra actriz y yo… y la eligieron a ella. Yo me olvidé del tema porque la negativa me la dieron el día que empezó el rodaje. Había pasado por un mes y medio de castings, pero lo asumí. Dos días después, me volvieron a llamar porque el director quería verme de nuevo. Yo no entendía nada porque la peli ya había comenzado su camino.
TL: Todo pasa por algo…
SS: La verdad es que no sé qué debió ocurrir pero, en ese nuevo encuentro, ya me dieron un guion, un plan de rodaje sin decirme que estaba confirmada ni nada. De hecho ni lo celebré porque era todo tan raro, que no llegué a verbalizar el estar dentro del proyecto.
TL: ¿Y ahora cómo lo sientes?
SS: Ahora es mi momento, el de más disfrute. Después de tanto trabajo, tanto esfuerzo y tantas semanas de rodaje, es el momento de celebrarlo con mis compañeros y de que la gente disfrute con el trabajo hecho.
TL: Cuentan que Asghar tiene una manera muy especial de rodar…
SS: Totalmente diferente a todos los directores con los que he trabajado. Tiene una metodología propia, que hace su cine muy especial. Nunca había trabajado así. Es la primera vez que me encuentro con una persona tan meticulosa, que te pide que seas el personaje desde las 6 de la mañana hasta que termina el rodaje del día. Te impone un nivel de exigencia y de concentración que, durante quince semanas, es muy duro de mantener. Al final son tantas horas que, en un momento determinado, necesitas un rato distendido con los compañeros, unas risas o una fiesta. Nos corregía mucho y lo que quería es que estuviéramos muy centrados en el personaje.
TL: ¿Eres de las que te lo llevas a casa?
SS: No, para nada. Solo me ha pasado una vez, rodando hace unos días ‘Brigada Costa del Sol’, en la que tuve una escena muy fuerte de violencia física. Fue la primera vez en toda mi vida que me fui mal para casa. Normalmente soy de trabajo/trabajo y vida/vida.
TL: No siempre es fácil…
SS: Supongo que depende de cada uno. El modo de trabajar que tengo yo, que es centrarme en el personaje las horas de rodaje y desquitarme fuera de él, creo que me ayuda a que sea así. Si no lo consiguiera, creo que me volvería un poco loca.
TL: ¿Cuándo te empezabas a sentir Rocío?
SS: Desde el principio, porque el primer día de rodaje, en la primera secuencia, el director vino como un Miura a decirme: “Tú eres Rocío desde el primer momento en que te veo hasta el último”. Y me puso en mi sitio. Me mandó hacer unos ejercicios para tener un tono de voz concreto, en los que no podía hablar durante todo el día cuando no rodaba. Me llamaba mi madre por teléfono y le tenía que colgar. Me tenía que poner contra la pared, con la garganta hacia arriba para tener la voz más grave. Eso te demuestra la meticulosidad que tiene Asghar dirigiendo. Y comprobé que todo eso funcionaba porque, cuando tuve que ir a postproducción a doblar alguna cosita que necesitaba que perfeccionara, mi voz de ese momento no tenía nada que ver.
TL: Todo ese esfuerzo se ve recompensado con el resultado final…
SS: ¿Te ha gustado? ¡Me alegro! La verdad es que en esta película está lo mejor de cada casa. No solo en el aspecto artístico, en el casting, sino también en todo el sector técnico. Ha sido un regalo estar en esa aventura y haber aprendido de toda esa gente, estuviese en el departamento que fuera.
TL: En tus siete años de carrera has trabajado con gente muy potente. De Hollywood incluso, que suele ser un referente. ¿Anima o intimida tener que medirte con ellos?
SS: Un año antes de ‘Todos lo saben’, en una conversación con un amigo, le dije: “Si me sale un proyecto con Penélope Cruz o Javier Bardem, diría que no”. Y pensaba así por la presión que me supone trabajar con gente así, me quedaría embobada mirándoles y no me saldría la voz. A priori te imponen una barbaridad pero, al final, el ser humano acaba normalizándolo todo, se convierten en unos compañeros más. Son amables, generosos y te ayudan sin pedirlo. Yo tengo más trama con ella que con él y en todo momento estuvo muy pendiente de mí, me dio muchos consejos. Al margen de ellos, soy muy fan de Eduard Fernández, Inma Cuesta, Elvira Mínguez, Bárbara Lennie… Es que no sabes con quién quedarte. Y luego está Ricardo Darín que era mi “más mejor amigo” en el rodaje y lo pasamos muy bien.
TL: ¿De pequeña ya querías dedicarte a esto?
SS: De niña no sabía que ser actriz era una profesión. En Canarias, allí a lo lejos, tú lo ves en la tele pero no sabes que eso puede llegar a hacerse. Yo quería ser abogada. Mientras desayunaba, me ponía en la tele un canal de juicios y quería ser como ellos. Lo tenía muy claro pero, también es verdad, que vivía en un ambiente muy artístico. Mi padre es escritor. Cada domingo íbamos a una exposición o a un ciclo de cine alternativo. Me ha educado siempre en la cultura y en el arte. Con once años, mi padre hizo un curso de cine, tuvo que hacer un cortometraje y me pidió que lo doblara. Al hacerlo, me di cuenta de que eso era un trabajo. Entonces me apunté a teatro… y ya te imaginas. Hasta hoy.
TL: ¿Tuviste ese momento de tener que decir en casa que te ibas a dedicar a jugar a ser artista?
SS: Eso fue muy tarde. Me vine a Madrid con la excusa de estudiar otra cosa y de “hobby” intentar hacer algún casting o algo así, pero la verdad es que me salió trabajo muy muy pronto, dejé la carrera a los dos meses…
TL: Y llegó el momento de la verdad. ¿Disgusto?
SS: Al principio a mis padres les impresionó la decisión porque entendieron que esta es una profesión muy inestable y muy difícil, como lo demuestran las tasas de paro que hay en nuestro trabajo. Los que podemos vivir de esto somos un 8%. Mis padres, con el tiempo, cuando vieron que yo estaba feliz y trabajando, me han apoyado en todo.
TL: Cuando todo va bien, ¿uno repara en esa inestabilidad que estamos nombrando?
SS: Yo ya he pasado por el momento en el que no suena el teléfono. He estado un año y medio sin trabajar y sin tener nada. Después de haber hecho una película con una gran cadena, de haber estado en alfombras rojas importantes, de no parar de salir en las revistas y de hacer entrevistas, pasé a no tener nada. En mis siete años de carrera, he pasado por todas las situaciones. Y, tal vez por eso, cuando no tienes trabajo, lo acabas normalizando.
TL: ¿Cómo gestionas esos momentos?
SS: Como soy un culo inquieto y me niego a estar sin hacer nada en casa, activo otras actividades. Inglés, yoga, cursos de interpretación con diferentes maestros para probar todo tipo de fórmulas y ver lo que me funciona mejor o peor y combinar todo eso con otros trabajos que nada tienen que ver con la profesión, para poder pagar el alquiler. Lo gestiono inventando cómo mejorar mi herramienta de trabajo, nutrirme de todo para que, cuando llegue el momento, estar lista. En los parones vuelves a estar muy verde y, cuando te tienes que enfrentar a un nuevo casting, es horrible. Te notas desengrasada, que no eres capaz de dar todo tu potencial en los diez minutos que te conceden.
TL: ¿En tu mejor sueño imaginaste todo lo que ahora vives?
SS: Yo soy de metas cortas. No sé si es inteligente o no, pero me han educado en eso. Intento disfrutar de cada pequeño pasito. Al final, las carreras que yo he tenido como referencia (las de Verónica Echegui, Elena Anaya) me demuestran que son muy buenas actrices con un cine muy de autor, muy indie, con buenos proyectos y buenos personajes. Como no he estado en ‘Terminator’ ni en Hollywood, no me lo he tomado con mucha ansia. Lo que busco es trabajar, aprender mucho haciéndolo, formándome mientras no llega un papel interesante y sacar lo mejor de mí.
TL: Ahora que nombras Hollywood… ¿cruzarías el charco?
SS: Sí lo haría.
TL: ¿Para probar o instalarte?
SS: Eso no lo sé. Te mentiría si te dijera una u otra cosa. Allí es un volver a empezar, salir de nuevo de cero. También te digo que ahora, con Netflix por ejemplo, se está globalizando todo mucho y, al final, nos será mucho más fácil que se conozca nuestro trabajo fuera y, llegado el momento de que te llamen para un casting, ya habrá una criba previa hecha porque lo que hayan visto ya les posiciona.
TL: Cambiar de vida en otro país, implica mucha soledad…
SS: Eso ya lo he vivido. Y es curioso ahora que me haces recordar. Desde la distancia, creo que no me costó tanto. Supongo que como estaba tan ilusionada, posiblemente no fue tan duro. Sin embargo, hace unos dos años, recordando conversaciones con mi familia y amigos, me di cuenta de que lo pasé muy mal, pero me he olvidado totalmente. Les escribía cartas diciéndoles que me sentía muy sola. Tenía 18 años y solo tenía conmigo una maleta y un perro. No conocía absolutamente a nadie en Madrid.
TL: Memoria selectiva…
SS: Supongo que el cerebro actúa así a modo de defensa.
TL: ¿Qué es lo peor que ves en la fama?
SS: Supongo que el no poder disfrutar de cosas sencillas como tomarte una caña con amigos en una terraza.
TL: ¿Has dejado de hacerlo?
SS: No. Esa fama desbordada te la da la televisión y, como hace mucho que no la hago, me puedo mover con más libertad. Ahora estoy volviendo a ese medio a ver qué pasa. Recuerdo que en la época de ‘B & B’ me costó mucho gestionarlo.
TL: Esa fama la tienes también en el aspecto personal. Los dos tenéis mucha visibilidad…
SS: Sí, es cierto ¿Sabes? Lo que pasa es que yo soy muy payasa y voy por la calle haciendo mucho el tonto con mis amigos. Cuando alguien me mira, me cohíbe…
TL: ¿Has dejado de hacer cosas por miedo a que te reconozcan?
SS: Sí y, sobre todo, he dejado de decir cosas y eso me gusta menos. Cada uno debemos manifestarnos como somos pero, al final, me he dado cuenta de que tengo que saber en qué momento debo hacer las cosas. No puedo decir todo lo que pienso en todo momento. En las RRSS me callo muchas cosas y no te creas que me gusta.
TL: Ha habido momentos en los que te han dado duro en ellas…
SS: Sí y creo que de manera injusta. Pienso que se puede decir todo lo que sientes o piensas, pero con educación.
TL: ¿A una persona con éxito solo la entiende otra que también sabe lo que es?
SS: No sé si tiene tanto que ver con el éxito, con el hecho de que te puedan reconocer por la calle, como de la profesión en sí. Al final, nosotros nos besamos y nos tocamos en escenas con otras personas. Es difícil hacerlo entender y de gestionar por la otra parte. Nuestros horarios van por libre, firmamos un contrato por 13 horas diarias. Si al final una persona no entiende tu trabajo, no es la apropiada para compartir tu camino. Yo no sacrificaría nunca mi trabajo por nada ni por nadie, no lo haré ni cuando sea mamá, ni lo haría por mi pareja. Dejaría mi trabajo por un tiempo si hay una enfermedad en mi familia, pero por una persona no porque es lo que me hace sentirme realizada. Ni yo le pediría a nadie que deje su sueño por mí, va contra mi moral.
TL: ¿Qué darías por ser tú la que miras y no a la que miran?
SS: En realidad nada, estoy muy feliz como estoy. Me ha costado mucho trabajo llegar a poder vivir de esto. Esa “invasión a la intimidad” la veo como un daño colateral bueno y, al final, que reconozcan tu trabajo también es bonito. Solo pido respeto, nada más.
TL: ¿Eres tu peor crítica?
SS: Sí, sin duda. Mi padre también es muy crítico y muy duro conmigo, pero yo soy muy autoexigente y me fustigo mucho.
TL: Eso suele hacer mucho daño..
SS: Me lo hace, pero también creo que posibilita que sea mejor, así que ¡otro daño colateral! (risas)
TL: Si sale una serie/película tuya en esa pantalla que tenemos ahí, ¿nos quedamos a verla o me haces cambiar?
SS: ¿Estamos solas tú y yo? Lo digo para valorar el nivel de vergüenza…
TL: Nosotras, tu chico, algún amigo/a…
SS: Normalmente prefiero ver mi trabajo sola por el hecho de juzgarme. Alguna vez he visto una película mía en casa con mi chico porque él no la ha visto y te reconozco que me da vergüenza, pero es necesario hacerlo porque se ven los fallos viéndote.
TL: ¿Cómo te has visto en el pase privado, una vez terminada la película?
SS: La primera vez que la vi fue en Cannes y estaba drogada de emoción, porque tenía a Scorsese sentado a mi lado y a Julianne Moore muy cerquita. Estaba extasiada, no fui capaz de ver la película. Salí y no sabía de qué iba ni qué era. Luego, hace un par de semanas, vi un pase en la Academia de Cine y me gustó mucho, la verdad. La sensación fue bien distinta, la pude ver con calma.
TL: Esa niña que veía cine de autor, ¿se reconocería en la mujer que hoy eres?
SS: Creo que sí, pienso que sigo siendo bastante fiel a lo que fui. Se sorprendería también, porque ha habido momentos de inflexión en los que tuve que tomar decisiones importantes que me han hecho ser quien soy y estar donde estoy.
TL: Aunque reconoces ser de metas cortas… ¿cómo te ves de aquí unos diez años, por ejemplo?
SS: ¡Que me quede como estoy! Firmaría ahora mismo por tener trabajo en lo que me gusta y salud en mi entorno. Lo que tengo ahora.
*Localización: Hotel Urso. *Próxima semana: Antonio de la Torre.
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