Antes de conocerla ya la admiraba. Luego, al tratarla, me declaré fan incondicional. Desde su casi 1’80 de estatura, Susanna Griso podría mirar al mundo por encima del hombro, pero su cercanía y normalidad rompe todas las barreras. Se confiesa despistada, doy fe de que lo es, pero le perdonas hasta tener que recordarle que tiene un mail más veces de las imaginadas. Da por perdida la batalla de que la llamen ‘Reina de las mañanas’, pero su trabajo en ellas y otros horarios la han posicionado como la ‘Reina de los Ondas’. Al margen de otros reconocimientos, dos de estos galardones ya están en su vitrina. Y ahí no hay quien le gane.
The Luxonomist: No sé si lo de “entrevistadora entrevistada” me impone más a mí o a ti, que preferirías estar en este lado…
Susanna Griso: A mí me gusta estar siempre al otro lado, hacer la entrevista. A estas alturas, no me siento todavía demasiado cómoda respondiendo.
TL: Los tiempos han cambiado, Susanna. Los periodista relevantes sois ya personajes públicos…
SG: Es cierto, pero creo que a nuestro pesar. Yo nunca he hecho nada para convertirme en personaje público. Siempre he pensado que me resulta muy curioso que mi vida personal pueda tener el más mínimo interés. Con el tema de la adopción de la niña me he convertido en protagonista sin haber hecho nada para que eso ocurriese así.
TL: Tus asuntos personales siempre los has gestionado muy bien..
SG: He intentado siempre disociar el trabajo de mi vida privada. Te reconozco que se me ha respetado en ese sentido y me han tratado con cariño. He entendido, en todo momento, el trabajo de los fotógrafos y siempre he intentado colaborar, pero en el momento de la llegada de mi hija me ha costado un poquito más. Yo quería preservarla de todo, porque solo tiene 6 años, y al principio la veía muy perdida. No deja de ser una menor y todo era nuevo para ella.
TL: O sea que, como en la serie, la fama te cuesta…
SG: (risas) Yo llevo 25 años en esta profesión y haciendo pantalla. Cuando todos los días entras en las casas de la gente, tu vida puede generar algún tipo de interés. Eso lo entiendo y no lo cuestiono, pero yo lo veo desde otra perspectiva porque considero que mi vida es muy poco interesante. Ese cambio de rol y que sea yo la que te responda a ti las preguntas, me deja un poco descolocada.
TL: ¿Qué crees que has aportado de diferente a la televisión?
SG: Es complicado responderte a eso y enjuiciar mi trabajo. En estos momentos estoy muy orgullosa del formato que hacemos. Soy una persona a la que le gusta mucho prepararse los temas. Soy muy madrugadora, muy trabajadora, doy mucha importancia al rigor. Un error en un nombre o en un dato es de las cosas que más me sacan de quicio.
TL: Aceptar ‘Espejo Público’ ¿fue un punto de inflexión para ti?
SG: Sin ninguna duda. Me dio mucho miedo y vértigo el cambio. Siempre he querido presentar informativos. Cuando trabajaba en la radio, me ofrecieron otros formatos y siempre me negué. Me ofrecían programas de entrevistas e, incluso, uno nocturno porque decían que tenía una voz muy noctámbula. Siempre dije que no porque quería hacer informativos y siempre me he mantenido muy fiel a esa idea. Cuando me ofrecieron ‘Espejo Público’ ¡fue un salto al vacío! Estaba convencida de que iba a aprender muchísimo, pero también entrañaba riesgos. Además era un formato con varios contenidos, algunos de los cuales nunca había abordado, como el corazón, que me asustaba muchísimo.
TL: No diriges el programa pero eres la que da la cara. ¿Qué capacidad de decisión tienes?
SG: No te voy a engañar, tengo mucho porque, al fin y al cabo, es mi sello personal. Durante cinco horas, para lo bueno y para lo malo, doy la cara. Lo que hago es un fiel reflejo de lo que soy. También he tenido la suerte de tener una directora que se ocupa de la cocina, y eso me permite centrarme en el comedor. A la hora de servir los platos, yo puedo estar totalmente focalizada, pero trabajamos mucho de la mano.
TL: ¿Cuáles son los temas que te cuestan más, que te hacen sentir incómoda?
SG: He ido venciendo barreras. Había entrevistas muy personales que me costaban mucho. Ahora me gusta hacerlas, pero llevan mucho trabajo y tú lo sabes bien.
TL: ¿Te sientes más periodista dando noticias que entrevistando?
SG: No, eso no. Me siento igual de periodista haciendo una entrevista, moderando un debate o dando paso a un vídeo. Al final la base es la misma, teniendo un cierto conocimiento de lo que estás hablando. Volviendo a la metáfora del restaurante, son los mismos ingredientes servidos de otra manera. En la entrevista, a diferencia de los informativos, tienes que estar muy preparada para la repregunta y eso te obliga a no seguir un cuestionario, sino prepararte tu propio guion y empaparte mucho del tema que vas a abordar.
TL: La entrevista conlleva una gran capacidad de sorpresa o decepción con respecto al entrevistado…
SG: Para mí, las entrevistas más fáciles son las de los políticos. Manejas tantos datos a diario y estás tan pegada a la actualidad, que no requieren tanta información. Lo mejor que tiene Espejo Público es que al acabar el programa, te llevas deberes a casa. Mientras mis hijos hacen los suyos, yo me empapo de lo mío. Estar en esa dinámica continua de información, es lo mejor.
TL: A lo largo de estos años, ¿has descubierto una periodista diferente?
SG: Lo que he aprendido con los años es a sintetizar. Hay una cosa que me pone muy nerviosa y es cuando el entrevistador hace preguntas de tres subordinadas. A mí me gusta ser muy concisa y, a la hora de explicar una noticia, también. Voy mucho a los titulares, a sintetizar la noticia y a contar la esencia.
TL: ¿Siempre quisiste ser periodista?
SG: Lo que siempre me ha gustado es escuchar. De niña fabulaba con que quería ser espía. Cuando empecé a pensar en serio a lo que me tenía que dedicar, el tema del espionaje lo dejé de lado. Me empecé a preguntar: «¿Para qué sirvo yo?», porque siempre se me habían dado bien una serie de cosas, pero nada en concreto. Mis amigos me decían que tenía que hacer psicología porque sé escuchar y soy muy empática. La idea no me desagradaba porque la mente humana siempre me ha atraído mucho pero, por otro lado, tenía mucha curiosidad por la actualidad. Me fui a EEUU a estudiar el COU y allí me tocó entrevistar, para el trabajo de fin de curso, a un periodista del Canal4 de Colorado. Visité los estudios, la redacción y eso me cambió todo. Yo era muy vergonzosa, muy tímida y me costaba verme en un plató de televisión, pero sí me imaginaba en una redacción.
TL: ¿Has conseguido vencer la timidez?
SG: Esta profesión ha sido una auténtica terapia para mi timidez. He tenido que superar muchos temores. Era de las que salía a la pizarra y me temblaban las piernas. Por suerte, hay sensaciones que hoy tengo superadas, como lo de hablar en público, que era algo que nunca imaginé que pudiese llegar a hacer. Me obligué a presentar actos con público, porque era una manera de obligarme a vencer ese miedo escénico. Todo es cuestión de querer y trabajarlo.
TL: ¿No te imaginas haciendo otra cosa?
SG: Ahora creo que no. El periodista es un poco psicólogo y también espía, así que reúno mis tres vocaciones en esta profesión (risas). Tengo una curiosidad innata las 24 horas del día, pero no te voy a negar que a veces pienso cómo sería mi vida sin toda esta exposición a la que estoy sometida, que es la parte más complicada, aunque la he sabido sobrellevar. Ese grado de fiscalidad pasa factura, lo que me obliga a ser especialmente escrupulosa en mi trabajo. Hay que tener piel de rinoceronte para dedicarte al periodismo, eso es algo que me dijo ese periodista del Canal 4 de Colorado. No la tengo, pero sí he aprendido a blindarme y protegerme.
TL: ¿Qué renuncias has tenido que hacer a cambio de estar donde hoy te encuentras?
SG: Renuncias personales sobre todo. El horario que tengo ahora es un poco incompatible con la vida en general. Me obliga a costarme muy pronto, a trabajar muy intensamente y no ir a estrenos, viajes o reuniones de amigos, por ejemplo. A partir de las 8 de la tarde no existo. Tengo ganas de recuperar mi vida personal y social, dedicarme a hacer otras cosas al margen del trabajo.
TL: ¿Tienes la sensación de haber cubierto ya una etapa en Espejo Público?
SG: Bueno, yo creo que me quedan dos años para recuperar esa vida que te comento (risas). A veces pienso que hay muchas vidas y que yo estoy viviendo solo una. Es posible que, más adelante, me apetezca un cambio, que siempre es algo bueno.
TL: ¿Qué harías?
SG: No lo sé y supongo que me atenazaría el mismo pánico que cuando me ofrecieron hacer este programa. Tiendo a arriesgarme porque me da mucha rabia no hacer algo por miedo. Siempre combato esa sensación de “estoy bien” y no salir de mi zona de confort. Me resisto mucho a eso porque es la tendencia natural que tenemos todos y, cuando te funciona algo, piensas para “qué me voy a mover”. Yo lucho contra eso. Cuando las cosas van bien es difícil cambiar pero, tal vez, es el momento en el que tienes que plantearte los cambios.
TL: Cambio de tema yo ahora. ¿Tus hijos presumen de madre famosa?
SG: Siempre los he mantenido muy al margen. También te digo que ellos siempre me han pedido que no les sacase en la redes sociales. De hecho, antes de poner una foto suya (que siempre suele ser de espaldas), les pido permiso. Siempre he sido muy prudente en eso y siempre he respetado sus propias vidas, porque nunca han querido ir de “hijos de”. He querido respetar sus propios espacios. Yo creo que ser mis hijos, en ese aspecto, ni les suma ni les resta.
TL: ¿Dónde buscas el ocio cuando puedes arañar minutos al día?
SG: Me gusta mucho el cine y suelo ir bastante los fines de semana a películas en versión original con mis hijos. Me encanta el teatro y estoy deseando poder recuperar un poco de vida cultural, aunque tengo una agenda complicada porque tengo hijos adolescentes e hija pequeña, así que me muevo en dos mundos bien distintos y no es fácil conciliarlos. A todo eso le sumamos que me gusta mucho leer y viajar, que me da una distancia mental muy necesaria. Ese sería mi ocio.
TL: ¿Cómo estás viviendo esta nueva oportunidad como madre?
SG: Por una parte la vivo con más tranquilidad, no como con el primer hijo que te llena de inseguridades y nervios desconocidos que te hacen sufrir. Con esta tercera maternidad me relajo en muchos aspectos y también disfruto mucho más en algunas cosas. También es verdad que me pilla en una edad en la que volver al parque, al cine de animación o al espectáculo de marionetas, en parte, te rejuvenece. Le tengo que descubrir un nuevo mundo porque, para ella, todo es nuevo y una gran experiencia. Es una niña muy alegre, aunque también tiene mucho carácter. Es muy entusiasta y, cuando disfruta, disfruta mucho. También cuando se enfada, se enfada mucho (risas), pero es muy bonito ver la vida a través de la mirada de un niño. Esta será la primera Navidad juntos.
TL: ¿Cómo es la relación con tus hijos?
SG: Muy buena. Cuando iniciamos los trámites, se iban a llevar unos dos años, pero ha tardado ocho en llegar, así que ahora se han convertido en sus segundos padres casi. Para ellos está siendo una experiencia muy buena.
TL: La niña que quería ser espía… ¿se reconocería en la Susanna de hoy?
SG: Yo creo que sí, queda mucho de ella en mí. Le sorprendería que una persona tan pudorosa, vergonzosa e insegura como yo demuestre, aparentemente, ese dominio, solvencia y autocontrol que ejecuto porque, todo eso, sigue en mí.
*La trilogía de ‘El padrino’, ‘La edad de la inocencia’ y ‘Blade Runner’ están en sus preferencias cinematográficas. ‘Cien años de soledad’, de García Márquez, le cambió la perspectiva vital y ahora lee mucho ensayo por trabajo, aunque las novelas son sus preferidas. Durante años soñó con dar la noticia de que ETA entregaría las armas. Y lo hizo. Hoy espera que la quiebra social en la que está sumida su tierra a causa de la deriva independentista, llegue a su fin…
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