«Hay que dejar los egos a un lado. El mío, ya lo he vendido”

Vende más de 500.000 pares de zapatos al año, 54 millones de euros de volumen de negocio, exporta en cinco continentes y su empresa ronda los 500 empleados. Y sin embargo, para Ursula Mascaró el éxito es avanzar cada día y renovarse… o morir. ¿Su secreto? “Humildad”.

Cuando la veo no me lo puedo creer. ¿Es ella? ¿Ursula Mascaró? Parece casi, casi una adolescente. Pero esos ojos son los de una mujer que sabe lo que es el trabajo duro, salir muy jovencita de su casa en Ferrerías (Menorca) para ir a estudiar diseño a Londres y Milán, regresar y convertirse en lo que es hoy… una diseñadora internacional que entra personalmente en la gestión de todos los ámbitos  de la empresa  porque “es mi casa”.

Acaba de llegar de Dubái donde ya sueña con abrir su próxima tienda. Es una mente inquieta con mil ideas y  -como ella misma afirma-  “con la cabezonería suficiente como para llevarlas a cabo” si cree en ellas. Supongo que los que trabajan con Ursula Mascaró le siguen siempre arrastrados por su energía y, alguna vez, agotados.

Ursula Mascaró viene de una larga tradición familiar de artesanos zapateros. Su abuelo fabricaba zapatillas de ballet,  su padre fue el artífice de la comercialización a la península y ella, no sabe muy bien cómo -asegura que lo suyo no fue un relevo tan natural- internacionalizó la marca. Ursula sabía que le gustaba el diseño, pero con 18 años no tenía nada claro. Empezó a estudiar interiorismo y de ahí y se pasó a la moda. Puede que le picara el gusanillo cuando al volver en vacaciones a Ferrerías diseñaba una pequeñísima colección de zapatos que se vendía entera.

En aquella época Mascaró vendía fuera de España el 5% de su producción, ahora esa cifra alcanza el 70%. “Vivir de lo que se vende en España sería imposible”, afirma.  Su hermana Lina, el alma financiera de la marca y ella un día dijeron “hala, vámonos a Asia”. Ursula recuerda su primer viaje, “Singapur, Tokio, Hong Kong y Pekín”, en aquella feria ya empezaron a vender. Su ex marido se incorporó también a la firma, a él se debe el concepto de las Pretty Ballerinas y la gran venta en Internet.

¿Podrían ser las Pretty Ballerinas un homenaje al origen? “Lo es, pero no deliberado. Las bailarinas  son un producto bonito, práctico, fácil para vender por internet, que no hace falta probarse. En un zapato hay al menos un 50% de posibilidades  de cambio porque hace daño o no sienta bien. En las Pretty esa posibilidad queda reducida al 10%, de ahí que su comercialización sea tan sencilla en internet, aunque ya hay una venta muy fuerte en espacios físicos”.

Sus cifras son de mareo; más de 520.000 pares de zapatos vendidos al año en los cinco continentes, tres líneas en el mercado -Ursula Mascaró, Pretty Ballerinas y  Loafers-, 500 empleados, 54 millones de euros de volumen de negocio. Pero le sorprende que diga que la suya es una gran empresa, bandera del diseño español de calidad: “Es un negocio familiar y como tal es difícil encontrar el equilibrio, hay que dejar los egos a un lado, el mío ya lo he vendido”.

Y ¿qué le falta por hacer? “Mi meta ahora mismo–a parte de muchas cosas…-  es reestructurar las tiendas, hay que hacerlo, hay que renovarse y estar en cambio constante. Las grandes marcas lo hacen y tienen sus motivos, hay mucho trabajo que hacer. No te puedes parar porque todo lo que crees que funciona mañana ya no sirve. No se puede dar nada por hecho, hay que ser flexible, no tener miedo, innovar o morir”.

 “Quiero abrir más tiendas”. Ursula Mascaró ya está presente con 90 tiendas en los cinco continentes. La siguiente conquista será Dubái, de donde acaba de llegar: “Hay que abrir nuevos mercado sólo para mantener lo que tenemos. Hay que evolucionar, en diseño, en ferias, en marketing, en los stands. Todo tiene que avanzar. Trabajar muy duro todos los días y conocer los límites de tus colaboradores, luchar a diario para que te entiendan”.

Las it girls y celebridades más conocidas del panorama nacional e internacional han llevado sus creaciones, desde la reina Letizia, hasta la hija de Beyoncé, Olivia Palermo o Angelina Jolie, pero le gustaría ver a Rihanna calzando uno de sus pares. Le encanta que le paren en una fiesta o en la calle y le digan lo más sencillo del mundo “¡Qué cómodos son tus zapatos!”.

Se enorgullece del éxito de firmas españolas de moda como Zara o Mango, presume de que están por todos lados desbancando a otras marcas internacionales, “estoy orgullosa de eso”. ¿Y en calzado? “El número uno es Italia, luego Brasil y después España. Calzado español es calidad, diseño, un producto más cuidado, más elaborado. Hace 10 años con la irrupción de mercados como el chino lo pasamos  mal, pero al final se vio que no es lo mismo. En Europa la gente lo tiene claro, tenemos una educación de consumo. Buscamos la calidad”.

Ursula Mascaró es diseñadora y dueña, y ejerce: “Me fío del trabajo de mi equipo, pero al final del año esto tiene que funcionar. Es como si tienes tu casa y sólo te ocupas del baño y abandonas el comedor. Mi empresa me interesa entera porque es mi casa, me queda tanto por hacer…”.