Nos conocemos desde hace mucho tiempo, “demasiado” comenta alguno. Y, lo mejor de todo, es que siguen siendo aquellos chicos normales de los comienzos. Su fama desmesurada, dentro y fuera de nuestras fronteras, no ha hecho mella en su carácter. Su vanidad sigue intacta y el ego, que todo artista debe tener, lo tienen bien domesticado. Acaban de editar un disco, “Resurrección”, después de diez años de silencio, “porque no necesitábamos grabar nada para llenar los conciertos”. Un privilegio del que solo pueden presumir unos pocos. Y ellos ni siquiera lo hacen, solo se asombran de que las cosas les sigan saliendo de esta manera…
The Luxonomist: ¡Cómo me gusta este reencuentro!
Hombres G: Y a nosotros. Muchos años de amistad y algún tiempo sin vernos, pero le hemos puesto solución.
TL: Lo importante es que lo podemos seguir contando y lo hacemos con salud…
HG: Salud, alegría, satisfacción de seguir aquí, después de tantos años y de manera tan estupenda, viviendo la vida a tope, trabajando más que nunca y felices. Estamos haciendo todo con la ilusión intacta.
TL: Han pasado treinta y cinco años desde el primer día ¿Dónde ha estado la clave? ¿Tal vez en no perder nunca la identidad, no dejaros llevar por modas?
HG: Exactamente eso, lo has clavado. Lo que hemos defendido siempre a muerte es nuestro estilo personal, nuestra manera de hacer las cosas. En definitiva, nuestro camino. Siempre hemos intentado ser distintos, hacer algo diferente, no mirar lo que hacían los otros y crear ese propio camino. Aunque era algo arriesgado, porque podías encontrar a gente que coincidiera contigo o no, pero nos ha parecido lo más honesto. Eso nos da muchísima libertad a la hora de encarar un disco nuevo o cualquier otra cosa que hagamos. Sabemos que debemos ser fieles a nuestros principios y ya está.
TL: ¿Os habéis pellizcado para daros cuenta que, después de todo ese tiempo, esto sigue siendo verdad?
HG: Todos los días. Eso es humildad y nosotros no nos creemos superiores. Esto que nos está pasando no es normal. Regresamos hace diez años y, ya en ese momento, fue impresionante. Tenemos la suerte de contar con dos ciclos profesionales en nuestra vida y que el segundo sea el doble de tiempo y mucho más grande que el primero ¡y creciendo más todavía! Eso es una maravilla y lo tenemos que agradecer cada día. Tú nos conoces bien, somos muy normales y, sobre todo, tenemos los pies en la tierra. Todos los días pensamos “joe, es increíble todo esto que nos está pasando”. Al final te das cuenta que todo ocurre gracias a tu esfuerzo, aunque sí hay un factor suerte porque hay gente que se esfuerza al máximo y no llega a lo que quiere.
TL: ¿Hay factor suerte en vuestra trayectoria?
HG: Cuando hicimos “Las chicas cocodrilo”, la creamos por la sorpresa que teníamos de los que nos estaba pasando. Hicimos la canción de broma sobre ese tema. Después de diez años separados, volvimos en 2002, y la gente nos recibió como si hubiésemos estados diez días. Con un entusiasmo increíble, con un éxito bestial, e hicimos un disco que lo titulamos “Todo esto es muy extraño”, porque ni nosotros mismo entendíamos lo que estaba pasando. Luego hicimos “Estamos locos o qué” también por lo mismo. Nos hemos pasado toda la vida preguntándonos qué está pasando, por qué nos sucede esto a nosotros. Lo que pasa es que ya estamos en este carril y no tenemos freno. Vamos adónde haya que ir, siempre mirando hacia adelante y buscando proyectos y cosas que nos entretengan.
TL: ¿Lo que era un juego se ha convertido en vuestra pasión?
HG: Sin duda alguna, nuestra pasión se ha convertido en nuestro trabajo. La música no era un juego, era nuestra pasión desde niños. No hablábamos más que de música, siempre. De adolescentes lo mismo, compartíamos música.
TL: ¿Qué decían vuestros padres en casa?
HG: En aquel momento, porque hay que retrocedes más de treinta años, pensaban que era un divertimento con fecha de caducidad. Mientras estábamos en la universidad, pensaban que nos entreteníamos con esto. No contaban que tuvimos la suerte de que el éxito nos explotó siendo muy jóvenes. Teníamos 21/22 años, éramos unos chavalines. Cuando nos llegó ese boom, ya no pudimos hacer otra cosa que ser Hombres G. Todo fue muy inesperado y nuestros padres creían que se iba a acabar. Nos decían que todo estaba muy bien, que les gustaba mucho que fuéramos creativos, pero que los grupos se acababan. Siempre nos advertían eso. Lo que no imaginaban ellos, al igual que nosotros tampoco, es que íbamos a estar aquí, 35 años después, charlando contigo y recordando esos orígenes.
TL: A esa edad, con un éxito tan desbordante ¿qué es lo que os tuvo los pies bien asentados a la tierra?
HG: El sentido del humor. Nosotros nos reíamos de nuestra propia situación, nunca nos tomamos en serio todo lo que nos ocurría. Hemos sido un grupo que siempre hemos intentado transmitir buen rollo y cachondeo, pero nos tomábamos el trabajo en serio. Y ahora hacemos lo mismo, nos divertimos muchísimo, siempre estamos de coña entre nosotros, lo pasamos bien pero, a la hora de hacer canciones y cantárselas a la gente, nos lo tomamos muy en serio, pero siempre hemos mantenido el sentido del humor por encima de todas las cosas.
TL: Con la perspectiva que da el tiempo ¿os acordáis de esos primeros momentos?
HG: Sí, por supuesto. Sobre todo de las primera giras, de la primera vez que salimos de Madrid, de los primeros conciertos que nos pagaron. Era el momento en el que ya parecía que lo nuestro iba en serio. No perseguíamos el éxito, solo pasarlo bien. Y eso empezó a ocurrir cuando empezamos a viajar y ligábamos como cualquier chaval de nuestra edad, el éxito era algo añadido. Esa actitud nos hacía ser como somos. Eso recuerdos son los que se nos quedan, pero ha pasado el tiempo tan rápido que parece que fue ayer. Hay veces que no nos acordamos de una gira de hace cuatro años, pero los iniciales sí. Tenemos recuerdos más frescos de los 80, de nombres de hoteles, de lugares donde cantamos, de qué hicimos en aquellos días, que de dónde estuvimos hace quince días. Hay lugares en los que, la primera vez que los pisamos, era campo (risas) y ahora es media ciudad.
TL: ¿Las fiestas postconcierto de antes se han convertido en cenas tranquilas de amigos?
HG: Lo seguimos pasando igual de bien que antes, pero de otra manera. Eso es lo importante. Ahora lo que hacemos es salir, de vez en cuando, a tomar algo sin problema. Antes era impensable hacerlo y era más coñazo, porque nos tenían que buscar un privado en una discoteca, nos tenían que poner seguridad. Era tremendo. Ahora no pasa eso, pero está el tema de los selfies y de los móviles, con los que todo el mundo se convierte en fotógrafo y retransmite su vida, en la que te incluyen sin que lo pidas. Hay momentos en los que decides irte al hotel, aburrido de tanta foto y tanta gente mirando.
TL: ¿No es más tranquila la fama ahora?
HG: Mucho más, sobre todo si la comparas con la que teníamos de jovencitos que tampoco era normal. Nosotros en los 80 no podíamos hacer nada, no podíamos ir a un sitio donde hubiera más de veinte personas. No íbamos a comprar a un centro comercial, ni a ver una película en el cine.
(David): Yo iba a ver a mi familia a Huelva y era el aguafiestas de la familia porque no podía ir con ellos a ningún sitio.
TL: ¿Esas renuncias han merecido la pena?
HG: ¡Claro que sí! Este es el trabajo más bonito del mundo, es una maravilla. Tenemos una vida absolutamente envidiable. Ten en cuenta que somos amigos desde niños, toda la vida juntos, hemos compartido absolutamente todo ¿sabes? Hemos sufrido, hemos gozado, lo hemos pasado genial, hemos viajado por todo el mundo, hemos conocido miles de personas, ciudades a las que jamás habríamos ido en nuestra vida si no llega a ser porque estamos en un grupo que se llama “Hombres G”. Todos los días le damos gracias al cielo por habernos dado esta vida maravillosa.
TL: Nunca ni un enfado entre vosotros. Eso es increíble…
HG: Jamás. Es fácil para nosotros, de verdad. Somos muy distintos pero tenemos un lugar en común, que es el grupo, donde desde el principio, inconscientemente y sin pactar nada, todos sabemos el lugar de cada uno y estamos a gusto juntos. Somos nosotros cuatro y luego el resto del mundo. Nunca ha influido en ese núcleo ni la discográfica, ni el mánager, ni el éxito, ni nadie. Ese espacio en el que siempre hemos estado, y seguimos estando los cuatro, sin querer ha sido perfectamente definido. Es nuestra zona de confort.
TL: El fenómeno fans, que se creó a vuestro alrededor, llegó a ser insostenible para una vida normal ¿Cómo gestionasteis todo eso?
HG: Era algo mucho más incómodo para nuestras familias que para nosotros. Dentro de todo eso que dices, que es real, nosotros lo pasábamos genial y asumíamos que era la consecuencia de nuestra pasión.
TL: Imagino que habréis vivido situaciones delirantes con esas fans…
HG: Hay tal cantidad, en España y América, que nos daría para escribir un libro. Nos acostumbrábamos incluso a que fuera nuestra vida normal el tener ese histerismo constante a nuestro alrededor. Cuando íbamos los cuatro juntos de promoción, llegábamos a la radio y había cientos de personas esperando en la puerta, nos tenía que acompañar la policía, nos sacaban de los conciertos en sus furgonetas o en ambulancias. En Sudamérica, nuestros guardaespaldas sacaban a niñas debajo de la cama o de los armarios…
TL: Lo que vemos en las películas ¡era real!…
HG: Sí, sí y más si nos apuras. Hemos llegado a salir de un lugar vestidos de policías porque, de no ser así, nos habrían arrancado hasta los ojos. Hemos conocido toda la evolución de la lencería femenina a lo largo de los años (risas) y, en contraposición con eso, hemos conocido gente muy diversa e interesante. El año que hicimos la gira con “El canto del loco”, estábamos en el aeropuerto de Barajas y nos encontramos con el ahora ministro Pedro Duque y, al vernos, nos dijo ¿a qué no sabéis que tono llevo en el móvil? Y era “Visite nuestro bar”.
TL: La fama ahora es más tranquila ¿no?
HG: Sí, supongo que como nosotros (risas). El histerismo de los 80 era absurdo. Las fans ahora son más tranquilas porque también tienen más años. En nuestros comienzos eran adolescentes, ahora son madres de familia y vienen con sus hijas a los conciertos, pero creo que ahora es todo más reposado. Ahora hay un sector de público que nos llama de tú y otro de usted (risas).
TL: Eso ya marca un poco…
HG: ¡Claro! Es que ya somos tíos de casi sesenta años. Nuestras fans, que ahora tienen los 30/40/50, hacen como nosotros después de los conciertos, se toman una copa y se van a casa. Sus hijos son los que nos llaman de usted y te dicen “me puede firmar un autógrafo, señor” (risas). Nos ha pasado lo mejor que le puede pasar a un artista: contar con ese abanico de gente a lo largo de tu carrera. Ha habido conciertos que han venido desde el abuelo al nieto a vernos. Y lo hacen con la misma ilusión de antes. Eso es increíble y maravilloso al mismo tiempo. Es el motivo por el que estamos aquí, por el que seguimos pedaleando sin parar.
TL: Disfrutar de una segunda vida, como lo estáis haciendo ahora, es un auténtico privilegio…
HG: Por fortuna, lo que nos ha pasado ha sido tener trascendencia. En América Latina, Hombres G son una leyenda. La gente viene a vernos porque no quiere perder la oportunidad de vernos en directo, porque para ellos es algo mítico. Nos jode hablar un poco así porque parece pedante, pero es la realidad de lo que nos pasa allí. Es como nos ven ellos. Los jóvenes que van hoy a vernos son esos a los que su padre les ha puesto nuestros discos toda la vida. Para nosotros es un honor y un orgullo poder vivir esto.
TL: ¿Os imagináis con ochenta años cantando a los 80?
HG: Largo nos lo fías, aunque es verdad que está a la vuelta de la esquina (risas). Yo creo que, mientras la salud nos acompañe, aquí seguiremos. Si seguimos así y, además, conseguimos dejar de fumar, hay Hombres G para rato.
TL: ¿Vuestros hijos escuchan vuestra música?
(David Summers): Mi hijo sí. Mi hija menos, porque le gusta la música alternativa, pero Dani es un fanático total. Está todo el día con nuestro disco nuevo, todo el día lo tiene puesto.
TL: ¿Presumen de padres?
HG: Sí, sí. Los de todos.
(Rafa Gutiérrez): A los míos, que son pequeños, más que discos le pongo vídeos de YouTube, cuando yo era más joven, para ver sus caras. El mayor, que es muy serio, me mira de reojo como preguntándose ¿este de los pantalones rotos es mi padre? (risas).
TL: Al nuevo disco, le habéis titulado “Resurrección”. Entiendo que es una metáfora, porque nunca estuvisteis sepultados…
HG: (risas) En 2010 editamos “Desayuno continental” y tampoco fue un disco para la historia, funcionó lo justo. Era un disco precioso, pero difícil. A partir de esa fecha, no hemos parado de hacer cosas, giras, conciertos. Hemos tenido una actividad tremenda, casi más que nunca en nuestra vida, y no habíamos tenido ocasión de plantearnos la posibilidad de grabar otro disco. Además, nuestros conciertos estaban llenos siempre, no necesitábamos nuevo disco para que el público fuese a vernos, pero queríamos decirle a la gente quiénes somos en este momento. Y por eso nace “Resurrección”.
TL: ¿Qué hay en él de esos Hombres G del comienzo?
HG: Muchísimo. Este disco es muy especial, pero no raro. Hemos querido dar un paso adelante en armonía, en cuidar más las letras de las canciones. He sufrido mucho con ellas (comenta David Summers), porque las he cambiado muchas veces. Y, a la música, hemos conseguido también darle una nueva cara. Una manera de decirle a la gente que también somos capaces de hacer esto.
TL: ¿Fuisteis unos niños/adolescentes peleones?
HG: Hemos sido buenos chavales. Peleones no, pero de hacer gansadas sí. Hemos sido inquietos siempre. Los cuatro somos los hermanos de en medio, los segundos, y eso dice mucho porque siempre son más gamberros que el mayor.
TL: ¿La sombra de niños pijos es alargada? Es algo que siempre te ha molestado mucho, David…
HG: (risas) ¡Qué coñazo nos han dado siempre con eso! Me parece increíble que algunos aun estén con lo de los niños pijos como argumento. Después de 35 años de carrera, millones de discos vendidos, miles de conciertos, giras por todo el mundo y que sigan con esto… Nunca hemos sido pijos, no hemos vestido ropa de firma, hemos trabajado duramente para conseguir nuestros sueños. No hemos sido macarras tampoco, ni chonis, ni hemos pertenecido a tribus urbanas. Somos gente normal y corriente, de barrio, de clase media. Nuestra música gustaba a las niñas pijas de aquellos años y eso molaba porque eran las chicas más guapas de la ciudad, pero nunca lo fuimos nosotros.
TL: La mejor canción ¿siempre está por llegar?
HG: Por supuesto, claro que sí.
TL: Y si la inspiración no te pilla trabajando…
HG: (David) “En la creación tienes que estar trabajando constantemente. Yo estoy constantemente buscando ideas, aunque no tenga que hacerlo. Escribo, dibujo… pero siempre manteniendo la cabeza alerta y despierta, no dejándote distraer por otros factores de tu vida que te van desconcentrando. Eso es algo que me lo enseñó mi padre, a hacer gimnasia con el cerebro. Años atrás, por circunstancias personales, estuve muy jodido y dejé de tocar la guitarra casi diez meses. No me apetecía nada, la veía y decía ¡pufff!, no quería saber nada de ella, me daba mal rollo. Dejé de tocar la guitarra, de ver la televisión y de hacer un montón de cosas.
TL: Dejaste de ser tú…
HG: Sí, totalmente. Un día me dije: “tío, tienes que hacerlo”. Volví a coger la guitarra y empecé de nuevo. Menos mal que pude arrancar con nuevas ideas, pero me costó. Lo que escribía al principio me parecía aburrido, ero lo conseguí. El trabajo nos saca de muchos pozos.
TL: ¿Os imagináis haciendo otra cosa?
HG: No, músico se nace. Llegas al convencimiento de que la música es lo único que no te cansa, porque casi todo lo demás acaba por saturarte. La música siempre te mantiene alerta, ilusionado.
TL: Los niños que fuisteis ¿se reconocerían en los hombres que os habéis convertido?
HG: Sí. En la esencia no hemos cambiado.
(David): De niño yo estaba lleno de sueños y de ilusiones. Tenía ganas de ser mayor para hacer cosas que tenía en la cabeza. Por fortuna, he realizado más sueños de los que tenía de niño. Nunca soñé con lo que me ha pasado en la vida. Si pudiera hablar con ese niño ahora, le diría ¡no sabes la que te espera! (risas).
* Localización: Altafonte Producciones *Próxima semana: Sandra Golpe
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