Hoy hablamos con una experta en historia de la Moda. Experta también en convertir una tela en un chubasquero reversible, en saber cómo conducir en moto por Madrid los días de lluvia y en conseguir que la moda para viajar sea además de práctica y versátil, palpable. Es Maria Andrada-Vanderwilde, una diseñadora que ha vivido en Londres, París, Barcelona, Madrid y Pakistán. Allí ha encontrado la inspiración, al igual que en las mujeres de su familia.
Su marca MB es un homenaje a las dos ciudades que la vieron crecer y madurar profesionalmente. Madrid, donde pasó los años ’80 y ahora la ha acogido de nuevo; y Barcelona, donde residió durante más de 20 años. Allí fue cofundadora de la primera empresa de Personal – Shopping de España y entró en el mundo textil.
TL: ¿Qué es para ti el mundo de la moda?
Maria Andrada-Vanderwilde: El mundo de la moda siempre me ha fascinado. Mi madre ha sido una mujer muy adelantada para su época y tiene un gusto maravilloso. Desde siempre ha sido un referente para mí. Desde muy joven le robaba unas chaquetas de ante que me volvían loca así como los maravillosos trajes años ‘20 de mi abuela paterna, ¡nacida en 1884! Después vinieron mis años de escapada en Inglaterra donde me encantaba perderme en Camden o Portobello.
The Luxonomist: ¿Cómo te acercas al mundo de la moda y la Alta Costura?
Maria Andrada-Vanderwilde: Después de casarme viví 5 años en París. Allí tuve la suerte de conectar con el mundo de la Alta Costura y asistir a sus desfiles. De la vida allí aprendí a poner color a mis prendas. Mi primera creación fue un modelo de capa femenina, de un patrón inglés, y unos abrigos ‘homeless’ (como les llamó una tía mía). Fue cuando encontré unos paños de lana maravillosos en los Encantes en Barcelona. Estaba pasando un momento personal complicado, pero mi amiga, la interiorista María Llado, me animó y di el primer paso. Ahí comenzó todo.
TL: ¿Qué te inspira para diseñar?
Maria Andrada-Vanderwilde: Yo no diseño, busco prendas que tienen alma, les saco el patrón y las readapto a la vida del siglo XXI. Por ejemplo, tuve un maravilloso patrón de capa inglesa, otro de un abrigo de mi cuñado, el diseñador inglés Michael Rainey, y una gabardina vintage de los ‘60…
TL: ¿Hay algún nombre propio o algún momento que recuerdes de aquellos comienzos?
Maria Andrada-Vanderwilde: Las tardes con Eulalia y su pequeño taller de Sant Cugat eran la mejor sesión de terapia en un momento muy complicado para mí. Ella había trabajado muchos años en la conocida casa de costura Santa Eulalia en Barcelona, y fue el primer taller con el que empezó Ion Fiz. Allí aprendí todo… ¡forrábamos hasta los botones!
TL: ¿La vida real es la inspiración?
MAV: Soy una mujer muy práctica, vengo de familia numerosa y soy madre de familia numerosa. Me muevo lo mismo en moto que en coche o bicicleta… Así que donde antes había botones ahora hay cremalleras de doble carro y donde no había bolsillos, los creo. Y luego… me pierden las prendas reversibles, porque como digo soy una mujer muy práctica.
De los retales de donde ya no sale una prenda, siempre sale otra cosa, algún accesorio. ¡O piezas únicas! Más de una vez he hecho un chaleco capa a base de retales como si fuese una prenda de patchwork para gran rompecabezas de mis talleres. De ese afán por aprovechar tejido nació la colección de bolsas de Ikea.
TL: ¿Cuáles son los tesoros mejor guardados?
MAV: Prendas de herencia familiar que son auténticas joyas y piezas vintage encontradas en tiendas de segunda mano. Nunca sé al cien por cien cómo y cuándo va a estar lista la siguiente colección. Los tejidos me inspiran para hacer las prendas que quiero, y por eso, las colecciones, siempre van en función de los tejidos que encuentre. No busco estar de moda sino que considero que una pieza que fue bella lo es ahora y lo será siempre.
TL: ¿La pandemia le descubrió una nueva necesidad?
MAV: La globalización, con perdón, nos ha hecho muy banales e iguales. Cada vez es más difícil encontrar productos únicos, exclusivos o artesanales, viajes donde viajes. Con la pandemia descubrí una nueva necesidad, la de vestir de una manera cómoda sin renunciar a la elegancia. Es por ello por lo que me refugio en las prendas atemporales y versátiles, donde trato de encontrar mi hueco. El ser capaz de reutilizar el mismo vestido para un evento o para comer en un chiringuito ha sido el reto marcado en esta última colección.
Cada una nace de mucho esfuerzo por construir moda actual con patrones del pasado y tejidos reciclados, técnicos, orgánicos y modernos. Me gusta mucho cuando «piropean» mis prendas, pues para bien o para mal no dejan indiferente.
No sé por qué a los hombres les llaman mucho la atención, cosa que me enorgullece pues me considero antisexy. De Pakistán aprendí que se puede ser tremendamente elegante y sugerente «enseñando muy poco”.
TL: ¿Qué es lo más ‘raro’ que ha pasado con tus prendas?
MAV: Tengo algunas anécdotas muy divertidas con mis prendas. Esta temporada, una chica que se casaba por tercera vez quería probar suerte con el modelo Cannes. Es un caftán de flores inmensas, posiblemente el más atrevido de toda la colección. Me dijo: “Dos veces de blanco me ha salido rana, ahora quiero probar si con color me sale mejor».
TL: Prendas versátiles: ¿para todo y para siempre?
MAV: Paso mucho tiempo en el campo, en el sur donde vive mi madre, pero a la vez soy una mujer muy urbana y por eso quiero que en mi maleta las prendas valgan para casi todo.
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