El confinamiento obligó a Mario Casas a parar el alocado ritmo de rodajes que es habitual en su vida. Enlaza un proyecto con otro, engorda y adelgaza según se lo pida el guion… Y reconoce que cuando está inmerso en una grabación, no existe para nadie. Estrena dos películas: “No matarás” y “El practicante”, donde una silla de ruedas fue su mejor aliada y, también, su mayor penitencia…
The Luxonomist: ¿Cuál ha sido la secuela emocional que te ha dejado este personaje?
Mario Casas: No sabría decirte. Después de tantos meses de ensayos y rodaje, casi un año, no sé si emocionalmente me ha dejado secuelas. En todo el proceso sí. Crear a un psicópata que por un accidente laboral se queda en una silla de ruedas, no fue fácil de gestionar. Los psicópatas no empatizan con los demás, aprenden a fingir emociones para no sobresalir de la sociedad. Al principio es un psicópata dormido, que maltrata psicológicamente a su mujer, pero cuando tiene el accidente, explosiona algo en él y evoluciona hacia una especie de locura. Raparme todos los días las entradas del pelo me hacía no sentirme del todo cómodo y también adelgacé bastante. A esto le sumas la silla de ruedas, de la que no me bajaba para nada. Perdí musculación en las piernas, tuve un pequeño problema de rodilla por ir en ella durante tantas horas en tres meses y, en eso sí, fue complicado.
TL: ¿La silla de ruedas se convirtió en un “apéndice” de tu anatomía?
Mario Casas: Pues sí, se convirtió en una parte más de mí. Quería ser lo más respetuoso posible interpretando a alguien con una lesión así. Me fui al Instituto de Parapléjicos de Toledo, donde estuve con pacientes, y allí aprendí a hacer transferencias de la silla a la cama, de la silla al coche, de la silla al baño… La inmovilidad es de los abdominales inferiores para abajo. También estuve en el Instituto Goodman de Barcelona, que es donde se rodó la película, y allí conocí a Mario Roque, que me ayudó muchísimo. Él vino al rodaje, sobre todo los días de las escenas de las transferencias que te he comentado. Yo estaba horas y horas y horas con la silla, llegaba al rodaje en ella y me iba del rodaje con ella. Mi intención es que las personas que tienen una lesión similar, cuando vean la película, comprueben que he hecho un trabajo desde el respeto.
TL: ¿Conseguiste no llevarte al personaje a casa al terminar la jornada de trabajo?
Mario Casas: Me llevaba a Ángel siempre conmigo. Tenía que sumergirme mucho en estas personas que no tienen emociones ni empatizan. Me lo tenía que llevar a casa al igual que me llevaba la silla. El rodaje fue un desgaste físico y emocional que, durante esos meses, formó parte de mí. Es difícil autoanalizarse pero, si ves a Ángel desde el principio, te das cuenta de que el personaje no decae en toda la película. Está en un sitio, con una intensidad y una construcción que no se pierde. Él no es malo porque se queda en silla de ruedas, es desde el principio un manipulador, un maltratador. Es el mismo personaje y eso no lo quería perder.
TL: ¿Se ha llevado de ti algo más que masa muscular y desgaste mental?
Mario Casas: No es tanto lo que se ha llevado de mí como lo que yo le he arrancado a él. Estuve hablando con un psiquiatra para entender a este tipo de gente y sufrí en mis carnes a alguien que no tiene emociones, que no tiene miramientos, que es manipulador, violento y que puede llegar a matar. Era la primera vez que hacía algo así como actor, nunca había compuesto un personaje así. Por eso me vino muy bien hablar con un psiquiatra. Él me contó cómo son esas personas, cómo se comportan y hasta cuántos están introducidos en la sociedad y no lo sabemos. No todos los psicópatas matan, pueden ser incluso personas de altas esferas a las que no les importa manipular. Son gente sin miedo.
TL: ¿Tu nivel interpretativo de maldad ha “tocado techo” con este personaje?
Mario Casas: Creo que todavía puede haber gente con rasgos psicopáticos peores, pero yo creo que sí, he tocado techo. Todo lo que va haciendo, cómo se comporta, es alguien malvado completamente. ¿Qué hay más arriba de eso? Para mí está en lo más alto de la maldad.
TL: ¿Lo mejor que se te da hacer?
Mario Casas: En el trabajo, lo que mejor se me da es involucrarme en los proyectos desde que acepto y empiezo a ensayar hasta que se estrena. Creo que se me da bien trabajar y, sobre todo, concentrarme en ello porque creo que es necesario. Cada secuencia cuenta y que una esté mal, por ejemplo, para mí es un error grande. Sé que es con lo que me voy a quedar cuando vea la peli. Llegará esa escena y hasta cerraré los ojos para no verla.
TL: ¿Quién ha marcado realmente tu vida?
Mario Casas: Siempre lo digo, mi familia. Sin embargo, la persona que más me ha marcado durante muchos años y me ha dado alas para poder convertirme en quien soy ahora es mi madre. Ella es alguien con un talento y un poder emocional como mujer que me ha hecho ser quien soy. Es en quien muchas veces me apoyo, confío, le pido consejos y es la persona a la que más caso le podría hacer en mi vida. Es la matriarca de la casa, una mujer con muchísimo poder y muchísima fuerza. Muy inteligente emocionalmente hablando.
TL: ¿Qué te pone de buen humor?
Mario Casas: Todo. Intento siempre en mi vida estar de buen humor. Creo que es la manera de enfocar la vida de cada uno, intentando ser lo más positivo posible y feliz. En cosas concretas me pone de buen humor estar trabajando, estar ensayando, ver películas, estar con los míos, con mi familia, mis amigos. Estas Navidades me fui a Laponia con mi familia y fue maravilloso vivirlo juntos. Para mí la vida es buen humor e intento enfocarla siempre por ahí.
TL: Esa canción que, cuando la escuchas, se te mueven los pies sin remisión..
Mario Casas: Hay una que, cada vez que la escucho, me devuelve a los momentos más felices de mi infancia. Recuerdo que estaba con mi hermana y mis padres en el coche y siempre ponían “La de la mochila azul” de Pedrito Fernández. Mi madre conducía, mi padre iba de copiloto y mi hermana y yo la cantábamos a gritos. Éramos pequeños y la cantábamos con ellos, me la sé “de pé a pá” (risas). Me transporta completamente y me mueve todos los cimientos, llevándome a los momentos más felices de mi vida.
TL: ¿En qué eras brillante en el colegio?
Mario Casas: No sé en qué era brillante en el colegio porque era bastante travieso (risas). Pero lo que se me daba muy bien era todo el tema cultural, cuando tocábamos música o hacíamos talleres de cine y pintura. El bachillerato artístico era lo que más me llamaba la atención y me emocionaba. Los profesores les decían a mis padres que yo tenía algo que unía a la clase, al grupo. Que me llevaba muy bien con todos, que hacía piña y creaba buena energía. Otra cosa ya era que me tenía que esforzar en una u otra asignatura.
TL: Esa obra de arte que te gustaría tener expuesta en casa..
Mario Casas: Hay algo que últimamente me interesa mucho y es el arte callejero. Justo, en la pared de mi habitación tengo un grafiti que me vinieron a pintar de Eduardo Manostijeras. Él está frente a la chica y no la puede tocar por el tema de las manos. Si tuviese que elegir, pues que viniese Bansky y me hiciese algo (risas). Es un artista que hace cosas muy interesantes y me gusta mucho. Y luego “El beso” de Gustav Klimt. Hay algo en esa obra que me atrapa.
TL: ¿Un talento que se te resiste por mucho que lo intentes?
MC: Cantar. Mira que lo intento, lo hago solo o con los amigos en algún karaoke y no. Además me lo han dicho: “Tío, el talento musical no es lo tuyo”. Y me encantaría ¿eh? ¡Me parece algo tan bonito tener una buena voz y tener un talento de esas características! Y más siendo actor ¡me fascinaría! Si alguna vez tengo que hacer un musical, trabajaría en ello y lo haría lo mejor posible. Porque sé que me tiraría a la piscina y tomaría clases para trabajar con alguien que me puliera. Bailar no es mi talento tampoco, pero sé que eso sí podría llegar a hacerlo bien. Trabajándolo, no se me daría del todo mal.
TL: ¿Eres de una mentira piadosa a tiempo?
MC: Tal vez cuando era más pequeño, sí. Lo típico cuando metías la pata y había que salvarse las manos. Lo que pasa es que mis padres eran muy listos y enseguida me pillaban. Ahora no, intento ser sincero y no mentir. Porque aunque sea piadosa, con una mentira puedes hacer daño a la otra persona.
TL: ¿Cuál es la compañía perfecta para irte de fiesta?
MC: Ahora está la cosa un poco mal y solo salgo a cenar con algún amigo y poco más. Cuando era más joven, la compañía perfecta siempre era la de los amigos o la de mi hermana, que hemos ido de la mano siempre. Con ella me lo he pasado muy bien, al igual que con mis hermanos.
TL: ¿Esa palabra que nunca regateas y más usas?
MC: (risas) Cuando estoy con gente de confianza y dicen algo, siempre pregunto: “¿Por?” (risas) Me responden y, cuando esa persona acaba de hablar, le vuelvo a decir. “¿Pero por?”. Es una manera de jugar.
TL: ¿Qué ves cuando te miras al espejo?
MC: Es complicado de responder. Depende mucho del momento en el que te encuentres. Hay días que ves amor, otros miedo, inseguridad, felicidad. Hay veces en las que te giras porque no quieres verte y otras te quedas mirándote y te aceptas. El momento vital es determinante.
TL: ¿Ese bien que más valoras?
MC: El valor más importante para mí, al final del día, es respetarse a uno mismo y, sobre todo, a los demás. En todos estos años, estando en una profesión en la que recibes muchas críticas u opiniones, en las que a veces se rebasa la línea del respeto, que te lo tengan es lo más valioso.
TL: ¿Qué llevas siempre en los bolsillos?
MC: Siempre llevo la cartera, las llaves de casa y ¡cómo no! el móvil.
TL: ¿La enseñanza que nos deja vivir en pareja?
MC: Lo primordial es aprender a convivir con alguien, que puede ser muy distinto a ti, y llegar a empatizar. Aprender a vivir día a día, compartir esa vida con alguien, aceptar las manías o cosas a las que estabas acostumbrado. Con todo eso, crear una relación sana y estable. Al final, lo que te llevas es eso y, sobre todo, llegas a conocerte más. Eso lo da el convivir con otra persona.
TL: ¿Tu mayor decepción?
MC: No podría decirte una en concreto. Mirándolo de una manera positiva, las decepciones también son buenas. Yo me lo tomo así porque son parte de la enseñanza de la vida. A lo largo de la vida me he llevado varias. Las mayores han venido de relaciones con amigos/as. Esos con los que creías que tenías una relación de hermanos, casi de sangre, y te das cuenta de que no y la relación se rompe. Mis decepciones están relacionadas con las relaciones humanas. Imagino que a otros les habrá pasado también conmigo. Eso es la vida.
TL: ¿A quién sigues con interés en las redes sociales?
MC: Lo que sube mi gente, mi círculo más cercano. De seguir a alguien con cierta mitomanía digital, pues no. Durante la cuarentena sí seguí a David Muñoz de DiverXo porque empezó a subir muchas recetas de cocina. Gracias a esos videos, los meses fueron más amenos. Ese fue mi caso. Yo esperaba impaciente a que subiese un video para poder hacer (o no) la receta, porque no eran fáciles (risas).
TL: ¿Hay alguna situación en la vida en la que, por algo, te pones pesado?
MC: Yo me pongo muy pesado, en exceso a veces, con el trabajo. Cuando estoy con la preparación del rodaje, hago mil preguntas al director. A veces me miran como diciendo: “Eres muy pesado, cállate ya” (risas). Con el trabajo soy bastante intenso y pesado.
TL: Una película en la que te gustaría quedarte a vivir…
MC: Tengo muchas, pero mi infancia cinematográfica , sentado en una butaca, fue Jurassic Park. Yo quería ir subido en ese coche con los niños y ver ese parque. Yo quería estar allí. Y luego, también en la infancia, otra película mágica para mí fue Jumanji. Me habría encantado tener ese juego, esos tambores que sonaban en su caja. Viviría en esas dos.
TL: Esa experiencia gastronómica inolvidable…
MC: He estado en restaurantes maravillosos en los que comes fenomenal. Pero al final, me quedo con esos pequeños bares donde la comida es casera, donde te ponen platos muy simples pero con una buena materia prima. Me quedaría con esos. En nuestra Galicia, en las tascas donde te hacen una tortilla de patatas que quieres llorar o el raxo con patatas fritas. Al lado de mi casa tengo un bar donde te sirven una comida casera con todo el amor del mundo, que te caes de espaldas. Yo me quedaría con esos lugares, esos rincones sin estrellas Michelin, en los que te ponen una comida que parece hecha por tu madre con todo el cariño del mundo.
TL: La pregunta que no te he hecho y te habría gustado responder…
MC: Nos conocemos desde hace tantos años, me has hecho tantas preguntas y hemos hablado de tantas cosas, que es difícil. Pero creo que nunca me has preguntado (igual es una tontería) por si me gustaría viajar al pasado o al futuro. Y me gustaría hacerlo con lo que va a venir, porque me gustaría saber qué va a pasar y poder solucionar antes muchas cosas.
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