Me ha gustado, al tiempo que he envidiado, su valentía al asumir riesgos. Nada le amilana, ni siquiera los malos ratos que ha tenido que pasar y de los que ha aprendido lecciones definitorias. Màxim Huerta ha vuelto a casa, a su casa. De hecho, en las tardes televisivas de la Comunidad Valenciana ha revolucionado las audiencias con su “Bona vesprada”, donde le divierte sentirse libre. Ahora está escribiendo dos libros al mismo tiempo y ha debutado como actor. Como dice él “me queda vida”…
The Luxonomist: En estos momentos, ¿qué te da la televisión que no encuentras en otra actividad de la vida?
Màxim Huerta: La televisión autonómica valenciana me da la cercanía que no te da trabajar en una nacional. El programa se convierte en una extensión de las casas de los valencianos y lo hacen suyo. Informamos y conversamos. Para eso la imaginación es fundamental, saber jugar frente a la cámara, aumentar la complicidad y ser el amigo del espectador. No hay realities, ni corazón, ni islas. Nuestra arma es la proximidad. De cerca, como tu cuestionario.
TL: ¿Regresar a las raíces se está convirtiendo en una segunda oportunidad vital?
Màxim Huerta: Estoy redescubriendo mi tierra, tanto emocional como profesionalmente. Visitamos lugares en los que nunca he estado, recupero los sabores, el acento… Como Lola Flores, el acento. La Comunidad Valenciana es preciosa. Es casa. Y me pilla en los 50, aquí los he cumplido.
TL: ¿Ahora las tardes televisivas tienen otro sentido?
Màxim Huerta: “Bona vesprada” es un magazine río, largo, por el que discurrimos durante más de cuatro horas. Entrevistas, noticias en directo, conexiones, tradiciones, consejos del pueblo, lugares recónditos, rutas de montaña, paseos de mar, cultura, patrimonio, cantantes, bandas de música, indumentaria… Y todo con el relax y la diversión de sentirse libre, sin corsés, sin teleprompter para leer. Libres frente a la cámara. Frescura para las tardes. Tenemos pueblos, ciudades e información con debate. El tono mediterráneo lo hace todo diferente.
TL: ¿Qué has aportado con “Bona vesprada” para revitalizar esa franja horaria, que no conocía las audiencias que has logrado?
MH: El espectador forma parte del programa. Envían videos en directo con sus consejos, peticiones… Muestran sus pueblos, hacen denuncias, juegan a formar parte de la emisión. Y eso es siempre una sorpresa. Todo espectador es al mismo tiempo un reportero.
TL: ¿Hay tiempo para un nuevo libro?
MH: Sin duda. Y para leer más. Le he dado la vuelta a la vida. He vuelto a casa, a mi casa, he recuperado la lengua de la tierra, mi mesa de niño, mi biblioteca, he abierto cajones y me he encontrado con viejos cuentos… Y sí, escribo. Ando con dos artefactos a la vez. Una ficción que me apasiona y una no ficción que necesitaba escribir. Pero todo eso lo hago por la mañana. Madrugo y… al ordenador.
TL: ¿Qué le preguntaría el Màxim Huerta comunicador al Máximo Huerta escritor, si tuviera que entrevistarle?
MH: Primero le felicitaría por el riesgo y por escribir. Le preguntaría: “¿Por qué escribes?”, “¿qué quieres contar”?, “¿aguantas bien los prejuicios?”, “¿qué novela eliminarías de tu carrera?”, “¿dónde y en qué personaje te escondes?”.
TL: ¿Lo mejor que se te da hacer?
MH: Donde pongo más tiempo y corazón es en cuidar de mi madre. El resto no lo sé. De hecho, el tiempo dirá, si quiere, decir si hice algo bien.
TL: ¿Quién ha marcado realmente tu vida?
MH: Todas las personas que pasan por mi vida dejan huella, aunque sea terrorífica. Pero aprendes. Cada amigo, cada familiar, deja huella. Pero, mi madre también lo dice, es mi abuela Irene la que me ha poseído. Hace veinte años que murió y sigue en mí. Nadie se va si sigues recordándolo. Y ella era una lectora y escritora vocacional. Su letra, su pasión, sus hoyuelos en la cara. Ella me ha marcado. Sí. Irene.
TL: ¿Qué te pone de buen humor?
MH: Una cena con vino y cero preocupaciones.
TL: Esa canción con la que, cuando la escuchas, se te mueven los pies sin remisión…
MH: Italia entera. Llévame a San Remo.
TL: ¿En qué eras brillante en el colegio?
MH: En dibujo y lengua.
TL: Esa obra de arte que te gustaría tener expuesta en casa.
MH: Pues me gusta mucho un joven artista de Santander: Mario Antón. Y alguna joyita de Antonio López.
TL: ¿Un talento que se te resiste por mucho que lo intentes?
MH: La música.
TL: ¿Eres de una mentira piadosa a tiempo?
MH: Siempre. Mentir es crear una ficción. Y eso es importante.
TL: ¿Cuál es la compañía perfecta para irte de fiesta?
MH: Mis primas y mis amigos.
TL: ¿Esa palabra que nunca regateas y más usas?
MH: Tranquilo.
TL: ¿Qué ves cuando te miras al espejo?
MH: Un niño que se ha hecho mayor y que tiene asignaturas pendientes.
TL: ¿Ese bien que más valoras?
MH: La salud.
TL: ¿Qué llevas siempre en los bolsillos?
MH: El móvil.
TL: ¿La enseñanza que nos deja vivir en pareja?
MH: Limar egoísmos.
TL: ¿Tu mayor decepción?
MH: Ay no, Amalia. Demasiado pública y demasiado sonora. Prefiero responder a esto dentro de unos años. Tal vez con un libro. Ahora sonaría a rencor. Y el rencor no es bueno.
TL: ¿A quién sigues con interés en las redes sociales?
MH: A mis amigos. Twitter me da absolutamente igual. Y en Instagram me interesa la gente que me aporta curiosidad, cultura o vida. Hay miradas muy interesantes.
TL: ¿Hay alguna situación en la vida en la que, por algo, te pones pesado?
MH: Renuncio a eso. Solo soy pesado en el trabajo. Me gusta que salga bien. Y si estamos a ello, estamos. Todos.
TL: Una película en la que te gustaría quedarte a vivir…
MH: La mía ya tiene mucho guion. Me vendría bien una ligera de viajes de media tarde, de esas intrascendentes en las que hay buenos paisajes. O de Billy Wilder. O alguna con Ricardo Darín. Y si puede ser, bailando con Fred Astaire por Nueva York.
TL: Esa experiencia gastronómica inolvidable.
MH: Una tabla de quesos y buen vino en París pegados a la estufa de la calle. Mesa para dos. Anochece.
TL: La pregunta que no te he hecho y te habría gustado responder.
MH: ¿No me viste actuando como Juez Varela en la serie L’Alquería Blanca en varios capítulos? Pero si hasta me entró el gusanillo por actuar. Me queda vida.
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