El ‘Locus Solus’ de Dom Pérignon

En el corazón de la Montagne de Reims se encuentra Hautvillers, un pueblo entre viñedos y lugar de peregrinación para visitar la tumba de Dom Pérignon.

Isabel Chuecos-Ruiz. 14/04/2015

Hace unos meses pasé por Hautvillers, un pueblo a seis kilómetros de la capital del champagne: Épernay. Una vez allí busqué dónde estaba enterrado Dom Pérignon, el monje benedictino famoso por su descubrimiento. Llegué hasta la Abadía y pregunté a un guarda que pasaba por allí, quien me dijo que el monje fue enterrado en una sección del convento de la Abadía, reservada exclusivamente a los abades, una placa indicaba que no recibían visitas.

Qué diría el ‘loco y solitario’ de Dom Pérignon si levantara la cabeza y leyera, desconcertado, la única versión que recorre la red sobre su historia. Alguien podría haber tenido la tentación de inventarse otra, pero en trescientos cincuenta años nadie lo ha hecho. Y desde entonces nos hemos convertido en eternos copistas de un vino que él descubrió. Pero la aparente sencillez del descubrimiento no quita al monje benedictino el mérito de haberse convertido en un maestro que dedicó media vida a estudiar cómo mejorar las condiciones de un vino con burbujas, el famoso Champagne.

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Placa en la Abadía donde está enterrado Dom Perignon

Llegados a este punto, a uno se le pasa por la cabeza reinventar la historia y entonces recuerdo a Raymond Roussel, que inventaba historias a partir de palabras aleatorias en multitud de combinaciones. En una de sus escasas novelas: Locus Solus explica lo que sucede una tarde en la que un científico muestra a sus invitados surrealistas inventos. Imagino a Roussel reescribiendo la repetida historia del monje, tomando elementos de lo que sucedió la tarde en que Dom Pérignon descubrió las misteriosas e inexplicables burbujas y armando una historia a partir de aquello.

Por supuesto no empezaría diciendo: «En 1670 el monje Dom Pérignon descubrió lo que hoy conocemos como el método champenoise, un método que consistía en la segunda fermentación en botella y que él trató de comprender, no de demostrar». Más bien Roussel tomaría cualquier palabra al azar, utilizando su curioso método basado en combinaciones fonéticas, de manera que lograra convertir a Dom Pérignon en algo más que un chef de cave del siglo diecisiete.

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Dom Pérignon en el hall de la bodega Moët Chandon

Lo que realmente sucedió al monje lo podéis leer en la red, pero lo que yo planteo aquí es abrir una puerta más creativa a la historia de cómo y quién descubrió las burbujas del champagne. Al fin y al cabo se trataría de crear nuevas formas o, como diría César Aira, de ‘inventar modos de escribir’. © Copyright Photos: Champagne & Business

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