Las mejores sorpresas de Fenavin

Esta semana el vino español ha vuelto a situarse en boca de todos. Fenavin crece e incrementa las relaciones productor-distribuidor.

Esta semana ha tenido lugar en Ciudad Real la novena edición de Fenavin, la feria de vinos más importante de nuestro país. Un evento que alcanza a ocupar una superficie de 31.271 m2 repartidos en ocho pabellones (uno más que la pasada edición), en los que se reúnen más de 1.800 bodegas y 17.000 compradores -4.000 de ellos llegados de más de 90 países de los cinco continentes-. Tras lograr un éxito rotundo martes y miércoles, Fenavin cierra hoy sus puertas con las mismas expectativas.

Lejos queda ya aquella primera edición del año 2001 y la ilusión por convertirse en un referente del sector vitivinícola español. Lejos queda, porque han pasado muchos años y porque la ilusión se perdió al lograr su propósito. La finalidad de Fenavin no es otra que facilitar las relaciones entre productores y distribuidores y, en la última edición del año 2015 (la feria tiene lugar cada dos años), se llegaron a establecer 278.000 relaciones comerciales. Este año se estima que los contactos establecidos en la feria generen, en los meses posteriores, aproximadamente 40 millones de euros en volumen de negocio. Entendido esto, no es de extrañar que haya “tortas” por entrar en la lista de bodegas elegidas para asistir al evento.

Fenavin, cada año más exitosa. Foto: Fenavin

A Fenavin se va a hacer negocio, pero también a aprender. Es por ello que, edición tras edición, su programa de actividades mejora, incluyendo jornadas más técnicas e institucionales como estudio de estrategias y tendencias en el sector, propuestas empresariales, promoción exterior o una gran variedad de catas y armonías. Lo único que falta son horas para aprovechar estos tres intensos días.

Viticultores, enólogos, importadores y distribuidores atraviesan las puertas de Fenavin, pero no son los únicos, ya que muchos críticos y catadores, periodistas, hosteleros, sumilleres y consumidores, vienen con ganas de descubrir algún vino -incluso bodega- que les haga emocionarse. En mi caso, las sorpresas fueron varias, ya que si te atreves a salir de los clásicos es más fácil descubrir pequeños bodegueros con vinos de poca producción que prácticamente pasan desapercibidos, ¡y no debieran! Aquí comparto mis mejores descubrimientos.

Just B, un vino elaborado en Pontevedra

JUST B 2015
Es bien sabida mi debilidad por los blancos gallegos, y cierto es que en la D.O. Rías Baixas están elaborando con mucho mimo y ganas últimamente. Este es el caso de Just B, un albariño elaborado en el Valle del Salnés, en la provincia de Pontevedra. Tres meses de crianza sobre lías y una fermentación maloláctica parcial, hacen de este vino algo delicioso. Aromas que transportan a los bosques gallegos por sus notas balsámicas, acompañadas de notas tropicales y de fruta de hueso. En boca es sabroso, goloso, pero con mucha frescura y gracia. Apetece, engancha. Una gozada.

Llavors Blanc, ideal para cualquier momento

LLAVORS BLANC 2015
Cuando digo que el mundo del vino enamora, no miento. A los propietarios de Lavinyeta les pasó al cambiar sus vidas para llevar a cabo un sueño. En diez años han conseguido llegar a elaborar 150.000 botellas de vino al año, tienen olivos y almazara, ovejas y quesería, casa rural y miel de sus abejas, con una oferta muy tentadora para los amantes del enoturismo y del turismo rural.

Pero hablemos de vino. Sus vinos son más bien vinazos que cuentan historias, desde los jóvenes Heus (“he aquí”, “érase una vez”) hasta los complejos Llavors (“y entonces…”). A mí particularmente me encantó Llavors Blanc 2015, porque me supo a verano, a mar y montaña. Un gran blanco elaborado con uva macabeu de 70 años, garnacha roja y xarel·lo, y una crianza en barrica de unos tres meses. Un vinazo que apetece beberlo en cualquier momento y que por su frescura y volumen es capaz de aguantar diversos tipos de maridajes. Sabroso, muy largo, un vino para disfrutar y que gustará a todos.

Salva reserva y crianza, elaborados en La Rioja

SALVA RESERVA 2010 Y SALVA CRIANZA
En La Rioja hay de todo, vinos buenos, malos, clásicos y modernos. Pero hay que saber elegir y pedir por nombre y apellido. Un gran ejemplo de bodega riojana que sabe hacer bien las cosas es Salva, situada en Cuzcurrita del Río Tirón (Rioja Alta). Tras más de un siglo de tradición vitivinícola, esta bodega familiar la dirigen tres hermanos que han querido dar un pequeño aire fresco a su trayectoria y vienen dispuestos a conquistar a jóvenes y adultos, expertos y novatos, con sus vinos.

La base de sus vinos es siempre uva tempranillo y emplean una combinación de barricas de roble americano y francés para las crianzas. Salva Crianza permanece 12 meses en barricas mientras que Salva Reserva lo hace 36 meses. El resultado, en ambos casos, se trata de vinos sabrosos y potentes, pero domados y redondos. Dominando las notas especiadas y balsámicas junto a los torrefactos y cacaos de la barrica, ambos vinos denotan una elegante mineralidad. Diferentes, pero en esencia iguales, los vinos Salva son perfectos para triunfar en cualquier cena o comida a la que te inviten. Descúbrelos y saboréalos.

Valquejigoso, un vino madrileño muy sorprendente

DEHESA VALQUEJIGOSO 2012
Valquejigoso es una bodega situada en Villamanta, en la provincia de Madrid. Porque, sí señores, en Madrid se hace vino y muy bueno. El nombre de esta bodega rinde homenaje a los árboles que dominan la dehesa en la que se encuentran, ya que significa “valle de quejigos” (quejigo es una especie del género quercus). Valquejigoso es una bodega familiar que lleva más de 20 años demostrando al mundo -o al menos intentando- lo que son capaces de hacer.

Este año, en Fenavin me sorprendió gratamente su vino Dehesa Valquejigoso 2012, elaborado a partir de siete variedades. Hay quien piensa que son muchas y le restan personalidad, pero en mi opinión han sabido elegir perfectamente las proporciones de cada una para potenciar al máximo sus mejores cualidades. La base importante es de cabernet Sauvignon y tempranillo, acompañados de syrah y petit verdot, que le aportan frescura, y con un poco de negral, graciano y merlot, que lo dotan de carácter y personalidad. Un vino diferente, potente y con mucho carácter. Los más de dos años de crianza en barrica francesa junto a la calidad de la uva hacen de este un vino goloso, carnoso e intenso. Apetece acompañarlo de un buen guiso de carne.

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