¿Sabes qué vino pedir en un restaurante?

Pedir el vino en el restaurante puede convertirse para algunos en una situación incómoda por temor a no acertar en la elección. Existen varios factores a tener en cuenta y que en muchas ocasiones se obvian. Os dejamos algunos consejos para acertar.

Esa necesidad imperiosa de ‘saber’ de vinos o de querer impresionar, se nos puede volver en contra. No todo el mundo ‘sabe’ de vino. Ni tiene por qué. Como cualquier otra cultura, la del vino es muy amplia y nunca terminamos de aprender. Sentirse inferior por ‘no saber’ o ‘saber menos’ es absurdo. El vino es un elemento de disfrute. Probando y escuchando es como más se aprende y se disfruta.

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El vino es un elemento de disfrute

Elegir el local adecuado: Independientemente de la comida o la decoración, o simplemente si conocemos a quien lo dirige, es primordial saber a qué local vamos y conocer si tienen una carta de vinos interesante. Difícilmente podremos elegir un vino u otro si no disponemos de opciones, por lo que el local elegido es más que importante.

Pedir consejo al sumiller: Cuando el local donde nos encontramos tiene sumiller, lo más acertado probablemente sea pedirle consejo a este. Si hacer maridaje o elegir uno o varios vinos. La figura del sumiller o sommelier, tiene como objetivo prioritario precisamente eso: aconsejar al cliente en la elección. Si no lo hay, pasamos a otras consideraciones o consejos.

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Si no entiendes de vinos, es mejor que te dejes aconsejar por un profesional

No pedir el vino más caro: En este punto hay que tener en cuenta que no siempre el más caro es el más adecuado como acompañamiento con la comida, y a lo mejor no sabemos tampoco las preferencias o los gustos de quien nos acompaña en la mesa. “Tráeme el vino más bueno que tengas” o “Tráeme el vino más caro que tengas”. En el primer caso, el más bueno implica una cierta ambigüedad, ya que nos podríamos preguntar cuál es el más bueno. Normalmente “el más bueno” es el que nos gusta más. En el segundo caso, a veces, locales con una carta de comidas sin pretensiones, tienen una carta de vinos muy importante y pueden contar con referencias de muy alto precio, y se nos puede indigestar cuando nos traen la nota y vemos que el vino cuesta 10 veces más que la comida. Realmente, esto no es necesario. No hay que impresionar a nadie.

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La elección del vino puede condicionar el resultado de la comida

Elegir el vino por maridaje o armonía con la comida: Existen infinidad de artículos que hablan de los principios básicos del maridaje. Os recordamos: maridaje por afinidad y maridaje por contraste, más el plus de pacto de no agresión en el que el vino no se carga la comida o viceversa. Cuando hay muchos platos o muy variados, buscaremos que el vino o vinos elegidos “vayan bien” con el mayor número de platos posible. Los vinos espumosos como el cava o el champagne son una buena elección, pues por su poder conductor suelen encajar bastante bien con casi todo.

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Pregunta siempre a tus acompañantes qué les gustaría beber

Tener en cuenta la compañía en la mesa: Es uno de los puntos clave muchas veces. Si es una comida de negocios, de empresa o muy formal y somos los anfitriones, lo mejor es preguntar a tus acompañantes qué es lo que les gustaría beber, dándoles la oportunidad de elegir. De esta manera, la comida ya fluye de otra manera. Atrás ha quedado la mítica frase “¡Camarero Champán!” y que luego resulte que a tus invitados nos les gustan los espumosos.

Si vas con una futura pareja como primera cita, puedes dejarle elegir o preguntarle si le gustaría probar un vino con el que crees que puedes triunfar. Si es tu pareja, lo normal sería que conocieses sus gustos o que compartieses la elección. Si la comida es con amigos o conocidos, o con alguien que acabas de conocer, una ronda de preguntas para decidir será lo mejor. En caso de mucha disparidad, siempre puedes coger dos opciones al mismo tiempo. Por favor, si unos te dicen tinto y los otros blanco, no elijas rosado diciendo eso de “así tenemos las dos cosas en una”. 

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Prueba y comenta con tus invitados su sabor

Probar y comentar: Este es un momento crítico en muchas ocasiones, y la verdad no tendría por qué serlo. El camarero, si hemos pedido nosotros el vino, lo más probable es que nos lo dé para probar a quienes lo elegimos. Es decir, si lo pides tú, te lo darán a probar. Si quieres “quedar bien” con alguien que te acompaña, dáselo a probar. Si quieres probarlo tú, hazlo, pero no hagas cosas raras para impresionar.

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Toma el vino de forma adecuada y no hagas comentarios si no entiendes de vino

Tomar el vino de forma adecuada: Como por ejemplo, coger la copa abrazando el cáliz o cogerla desde la base del cáliz como si fuera una sandía, levantar la copa hacia la luz del techo, mover la copa adelante y atrás, poner caras pensativas y raras con pausa de “entendido” en la materia, hacer comentarios sin pensar. Todo esto no hace falta. Sobre todo, porque a lo mejor a quien tienes sentado a tu lado le cuesta un poco contener la risa si es amante del vino y tú no lo sabes. El tema de los comentarios, a veces, también es mejor no hacerlos si no sabemos a quién tenemos delante. No tenemos por qué ser entendidos en vinos ni experimentados contertulios para valorar un vino. Asentir con la cabeza o decir “sirva por favor” es más que suficiente.

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Disfruta del vino en compañía

Disfrutar del vino y la compañía: Tal y como comentábamos al principio, lo más importante es disfrutar de cada sorbo de vino, de la comida y de la compañía. Una buena tertulia alrededor de una copa de vino siempre es mucho más amena. Para terminar os diremos que el vino es la bebida alcohólica que “crea” más amigos y afianza relaciones.

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