Sabor francés en la Barcelona del Fórum. Romain Fornell arranca con la nueva brasserie ‘Le Grand Café Rouge‘ cuyo diseño, tanto del edificio donde se ubica el restaurante, como de la decoración interior lo ha llevado a cabo el Estudio Odile Decq, un despacho de arquitectos de París con más de cuarenta años de carrera (estudio que diseñó también el restaurante de la Ópera de París).
El restaurante se ubica en la planta baja de la ‘Torre Antares’, un edificio residencial de alto standing en el barrio de Diagonal Mar, con acceso por la Rambla de Prim, 6 propiedad del fondo de inversión Shaftesbury Asset Management.
Le Grand Café Rouge se acaba de inaugurar a finales de noviembre de la mano de Romain Fornell, junto al chef Franck Radiu al frente de la cocina. Su propuesta presenta una carta con los clásicos de la gastronomía francesa en un ambiente contemporáneo, de más de 400 metros cuadrados, en el que Odile Decq ha dado protagonismo al color rojo pasión, en contraste con el blanco y negro del mobiliario.
Grandes ventanales de nueve metros de altura aportan luminosidad a un espacio, con vistas hacia el Museo Blau y el Centro Comercial Diagonal Mar, que conecta muy bien con lo que acontece en el barrio. En el techo los espejos multiplican el efecto visual y acentúan la sutileza de una decoración que ha sido hecha por artesanos de la zona en lo que a la madera y el metal se refiere, como comentó la arquitecta.
La ubicación del restaurante es idónea, estamos en la plaça de Llevant, en el barrio de Diagonal Mar (junto al Besós) a unos pasos de la parada de tranvía del Fórum y a escasos metros de varios hoteles de renombre. Ese punto es también donde arranca la Avenida Diagonal en su encuentro con la Rambla Prim, el Passeig del Taulat y l’Avinguda d’Eduard Maristany.
En ese punto neurálgico confluyen edificios emblemáticos como la vecina Torre de Telefónica, el triángulo equilátero del Museu Blau (que alberga el Museo de Ciencias Naturales), y muy cerca el centro de convenciones del CCIB. Así como el puerto deportivo de Port Fórum y el conocido e innovador Distrito 22@, casi tocando a la Mar Bella.
Ya en el interior ‘Le Grand Café Rouge’ se divide en tres espacios: la sala principal, con acceso, a través de una llamativa escalera roja, a un altillo con un comedor privado para seis personas; el segundo sería l’empreinte o mesa del chef, una barra con vistas a la cocina donde disfrutar viendo las elaboraciones, y por último una terraza, que abrirá la próxima primavera 2022.
Roman Fornell, y su mano derecha Franck Radiu, trabajan en base a una gastronomía mediterránea combinada con clásicos de la cocina francesa, así que las propuestas del chef francés en concreto para la degustación fueron: ostras con vinagreta Daniel Sorlut; roast beef de ternera con salsa tártara; revuelto de puerro mimosa y el tradicional pâté en croûte (magret de pato, foie, mollejas y setas).
Después mejillones de roca, seguido de la bullabesa (una sopa elaborada con pescado de roca, patatas fondant y salsa rouille), presentada a modo de seta con un envoltorio de hojaldre (guiño a la cocina de su querido maestro Paul Bocuse) y para finalizar profiteroles de vainilla con chocolate caliente y almendras tostadas. Por supuesto no faltó champagne de bienvenida, un blanco: Merian 2020 de D.O. Terra Alta, y un tinto: Sileo 2019 de la D.O. Montsant.
Se puede comer “a la carta” o con un menú ejecutivo de mediodía (de martes a viernes que cambia cada semana) por cierto, muy solicitado por trabajadores de las oficinas de la zona y de turistas de los hoteles circundantes.
Este chef de Toulose trabajó en sus comienzos con los renombrados Michel Sarran y Alain Ducasse. Romain Fornell fue el chef más joven en conseguir una estrella Michelin por el restaurante La Chaldette en 2001. Ya en 2004 abrió Caelis, que un año después fue galardonado con una estrella Michelin. Desde 2015 es el chef director del Hostal de La Gavina de S’Agaró (5* GL). En los últimos años, gestiona otros proyectos gastronómicos en Barcelona como: Café Turó, Casa Tejada, Épicerie o Tejada Mar.
Esta zona del Fórum dio un giro radical en el 2004 cuando se inició la carrera por construir rascacielos o el Museu Blau. En aquellos años se iniciaba también la construcción de la Torre Antares, pero la crisis del 2008 paralizó las obras quedando tan sólo parte de una estructura de hormigón, hasta que en el 2015 el grupo Shaftesbury Asset Management quiso invertir y convertir aquella torre en un edificio de viviendas de lujo, para lo que confió en la arquitecta francesa Odile Decq. Una vez más, fue la pandemia lo que retrasó el final de obra hasta marzo 2021.
La Torre Antares es un proyecto que fue presentado por primera vez en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2018. Y aunque parece una torre de oficinas, se trata de 88 viviendas de lujo cuyas dimensiones van desde “pequeños estudios” de 98 metros cuadrados a viviendas de cuatro dormitorios o dos áticos dúplex de 386 metros cuadrados en la última planta. En cuanto a las terrazas con vistas van desde 16 metros cuadrados en los pisos más pequeños hasta las más grandes de 160 m2 en los áticos. Del mismo rojo intenso lucen los balcones de las plantas superiores en una fachada de formas orgánicas.
Asimismo, y siguiendo la propuesta high level, los residentes disponen de un espacio comunitario, de mil metros cuadrados, en la planta menos uno que cuenta con una piscina cubierta, gimnasio, un centro de bienestar -spa-, una sala de cine, jardines con pista de pádel, y un Sky Terrace.
No pudimos rechazar la invitación a visitar uno de los apartamentos tipo en la Torre Antares. Pocas veces tiene uno la oportunidad de ver su propia ciudad desde lo alto de un rascacielos y disfrutar así de perspectivas, de todo, menos desconcertantes.
La vista desde el ático y, después una planta más arriba, ya en la cubierta nos transportó a otro lugar y por un momento permitió percibir el tejido urbanístico de la ciudad lejos de los chaflanes del Eixample barcelonés de Ildefons Cerdà y del modernismo. Lejos de allí, en ese arranque de la Avenida Diagonal con una panorámica de múltiples perspectivas, pudimos observar sin ser observados.
Desde allí arriba, desde la planta 27 con una panorámica 360 grados se podía ver la ciudad y sus contrastes en sus diferentes fragmentos (por barrios), y disfrutar de las vistas al mar junto a la arquitecta Odile Decq, en una ciudad que parece vivir de espaldas al mar. Era obvio que aquella terraza tenía algo especial, y no sólo por la altura a la que estábamos, tuve la certeza inmediata que emergía ante mí una ciudad, una Barcelona distinta, a la que yo conocía.
Mi estómago se había quedado en la planta baja, mi mirada en la planta 27.
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