Los edificios no sólo existen para cubrir unas necesidades, au contrarie (que diría el clásico), los edificios sirven para descubrir nuevas necesidades. Y, sí, desde que la humanidad empezó a construir refugios no se conformó con protegerse de las inclemencias meteorológicas o de sus enemigos, fue más allá. Quiso mirar al exterior, cocinar, asearse y dormir con comodidad, quiso disfrutar de los colores de su espacio y presumir de sus construcciones.
Por supuesto, la humanidad ha encontrado en la arquitectura la herramienta más eficaz de llevar a cabo los más audaces edificios, creadores de nuevas y fantásticas necesidades por descubrir. Zaha Hadid (fallecida en 2.016, el año en que se inauguró la construcción que te traemos esta semana) fue una arquitecta capaz de hacernos vibrar con sus diseños, cómo, por ejemplo, el que ven tus ojos. El edificio con forma de diamante o el Port House de Amberes.
El puerto de Amberes, en Bélgica, es hogar del Port House, un fantástico edificio con forma de diamante que parece sacado de la más pura ciencia ficción. Es una combinación audaz entre una antigua construcción y una volumetría insólita sobre él, destacando mucho más que su base. Se le da además un nuevo valor, más acorde al futuro que está por llegar, el diseño se presta a promover la imaginación del espectador.
La ocasión de poner en marcha la construcción surgió en 1990, cuando la autoridad portuaria del muelle se propuso ampliar y reordenar sus sedes. Buscaban un nuevo lugar donde ubicar a sus 500 empleados. Para ello decidieron utilizar una antigua estación de bomberos. La restauraron por fuera y modificaron por dentro, adaptándola a las necesidades de unas modernas oficinas.
Hadid, encargada del trabajo, diseñó un volumen prismático para añadir al volumen construido, uno de los diseños más ambiciosos y necesarios creados en Europa. El volumen posee una longitud de 100 metros, y se eleva con fachadas inclinadas, formadas por estructuras metálicas que engarzan elementos de vidrio triangulares, que, también, se mueven entre sí en grupos de seis, hexágonos los llaman los entendidos.
Evidentemente, nada nace de la casualidad. La peculiar forma de la estructura señala directamente su origen: el agua. Apunta hacia el río Escalda, en el que se fundó la ciudad. De hecho, Zaha lo compara con la proa de un barco, acepción muy adecuada, aunque a mí me parece un diamante en bruto, esperando ser descubierto por propios y extraños, con unos vidrios que cambian de coloración según el tiempo.
Los patrones triangulares no son siempre vidrios, muchos de ellos son opacos. Favorecen la complejidad visual exterior y la protección interior. El edificio fue diseñado para cumplir las exigencias BREEAM para construcciones sostenibles. Por supuesto, los usuarios disfrutan de unas increíbles vistas del puerto, además de ventilación e iluminación naturales, muy convenientes siempre.
El diamante, se desvincula físicamente de la antigua estación. Por motivos puramente patrimoniales, dado que es un edificio protegido (me pregunto cuanto tardarán en proteger, también, la ampliación), y asegurándose que todas las fachadas sean perfectamente visibles y accesibles. Para lograrlo, el volumen se apoya en una estructura que “salta” el edificio antiguo. Destaca así sobre una generosa pata de hormigón con un punto de observación en su parte superior.
En total, la construcción suma 12.800 metros cuadrados, de los que 6.200 pertenecen al volumen ampliado, es decir, casi la mitad (increíble). Estando en el norte de Europa no podían faltar 190 plazas de aparcamiento para bicicletas y 25 para vehículos eléctricos. Además de un restaurante, salas de reuniones, un auditorio para 90 personas y algunas cosas más, como oficinas de planta abierta (de esas que fomentan la interacción personal).
Para alcanzar algunos parámetros de sostenibilidad, la ubicación fue determinante. Muchos materiales llegaron por el río a la construcción, ayudando a la huella de carbono. El patio central de la antigua estación se ha convertido en atrio al cerrar el espacio con un techo acristalado, convirtiéndose en la zona de recepción de las nuevas oficinas. Desde allí, ascensores panorámicos (no deberían existir otros) llevan a los empleados a distintas zonas.
El estudio de ingeniería estructural, Studieburo Mouton Bvba (cuidado, no leas Bbva), nos cuenta que la estructura superior posee 25 metros de ancho, y se sostiene por una estructura de hormigón en forma de anillo y una estructura de acero de cuatro patas (pies, no). Como buenos ingenieros, previeron la fuerza impactante del viento sobre las fachadas. Se aseguraron que ésta se transmitiera a la pata delantera (de ahí su importancia estética y funcional).
El volumen se despliega entonces con cerchas de distintas dimensiones y ubicaciones. Permite así el desarrollo de las cuatro plantas, cerchas que asumen la audaz misión de vertebrar el conjunto, para que podamos disfrutar de esta maravilla arquitectónica sin precedentes. A buen seguro, fomentará algunas ideas para los edificios que están por venir. Por cierto, mi comparación con un diamante tampoco es caprichosa, ¿sabías que Amberes es conocida como la ciudad de los diamantes?
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