Los edificios no son seres vivos, pero es tan fuerte la necesidad que tenemos de ellos que, indefectiblemente, les atribuimos características sensitivas, como su grado de belleza, refiriéndose a su estética. También, cómo no, su condición de salubridad, cuando definimos a un edificio enfermo por su grado de influencia en nuestra salud; su amabilidad, refiriéndonos a su funcionalidad, etc. Por eso hoy me voy a permitir la licencia de presentaros el rascacielos de esta semana con la principal característica que, a mi entender, tiene: la elegancia.
Esta maravilla de la estética se halla actualmente en construcción y sustituye a un inmueble de seis plantas. El anterior edificio estaba ejecutado en ladrillo de terracota y pintado en blanco y rojo. Se ubicaba en el número 611 de la calle 56 Oeste de Nueva York o, como dirían los neoyorquinos, en el 611 West 56th Street de la Hell´s Kitchen (Cocina del Infierno). La demolición de este edificio dio paso a los trabajos de ejecución de un nuevo rascacielos basado en el diseño del arquitecto portugués Álvaro Siza.
Hay que reseñar que este edificio es la primera obra que realiza en Nueva York el premio Pritzker de arquitectura, y eso que tiene 87 años, lo cual habla muy bien de su estado de forma. Estaba previsto que su construcción finalizase en 2018, pero la búsqueda de financiación retrasó la obra. Ahora, con la estructura concluida y casi acabada la carpintería, se prevé su apertura para el otoño de 2020. La torre alcanza las 37 plantas, repartidas en 134 metros de altura y una superficie construida de 11.450 metros cuadrados. En su interior caben nada más y nada menos que 80 residencias de entre uno y cuatro dormitorios.
Álvaro Siza, a través de su idea de «modernismo poético» ha volcado en el inmueble su forma de concebir el hogar, es decir, un lugar de confort, intimidad, sencillez y eficacia, algo también muy ligado a la elegancia. La torre se eleva aprovechando al máximo su forma rectangular para ubicar las enormes vidrieras en tres de sus fachadas, de forma que el espacio interior se puede subdividir en apartamentos llenos de luz.
La fachada es el faro sobre el que debemos reflejarnos, la primera impresión que nos da un edificio y que, a buen seguro, nos llevaremos siempre a su interior. La torre cuenta con un patrón proporcional de carpinterías de gran tamaño que permiten franjas de gran grosor, tanto verticales como horizontales. En la cúspide, sobresale un gran monolito de 16 metros de altura, como si fuera un sombrero, o un bellísimo macetero blanco. El exterior del edificio se cubre con una piedra caliza llamada Perla, de un tono blanquecino más evidente cuanto más lejos del inmueble estamos.
Para la construcción de la estructura de hormigón armado y el resto de tareas derivadas de la propia ejecución, la empresa constructora Foundations Group, requirió de la grúa más grande de Nueva York. Seguro os preguntáis cómo es posible habiendo rascacielos más altos en la Big Apple, pero la respuesta en sencilla: para torres muy altas se utilizan grúas trepadoras, que van subiendo con la construcción de las nuevas plantas. En la fachada, los cerramientos se han realizado con bloques de hormigón vibrado, que servirán como soporte al aplacado de piedra caliza.
La acertada elección del arquitecto corrió a cargo de los promotores, la empresa Sumaida + Khurana, quienes aseveran que «los desarrolladores de Nueva York tienden a enfocarse en lo transitorio frente a lo intemporal». Además añaden: «El objetivo con nuestros proyectos es todo lo contrario de eso. Nos preocupamos por los detalles y por crear algo refinado y discreto, una arquitectura que resista el paso del tiempo». Algo que probablemente hayan conseguido con este singular inmueble.
La empresa encargada del diseño de las residencias se llama Gabellini Sheppard, y han aprovechado la luminosidad del edificio para plantear apartamentos de uno a cuatro dormitorios, entre los que destacan dos espaciosos dúplex y tres fantásticos áticos. Ellos destacan del edificio las vistas de los inmuebles sobre el río Hudson o la silueta de los edificios que rodean el Central Park. También presumen de los dos los ascensores que desembarcan dentro de las viviendas, exceptuando las de una habitación, un detalle que genera sensación de exclusividad.
Los áticos incluyen terraza, y un concepto distinto de hogar, tal y como lo tienen los dos dúplex. Los interioristas han apostado por la calidad y la artesanía, introduciendo piedras naturales y mármoles en los acabados de pavimentos y aplacados. La madera es otro material noble que se puede ver por doquier, incluso en las escaleras personalizadas de los dúplex, con barandilla de cristal. Cabe destacar que los inmuebles poseen grandes espacios y distribuciones prácticas, aunque las mejores viviendas se ubican en las plantas más altas y en las esquinas, donde tienen 270 grados de visión.
En venta hay sólo 11 inmuebles. Cuatro apartamentos de un dormitorio, de entre los 47 y los 80 metros cuadrados, y con precios que van desde 1,26 hasta 1,86 millones de dólares (1,17 y 1,72 de euros). Otros cuatro apartamentos de dos dormitorios, entre los 100 y los 130 metros cuadrados, y con precios entre 2,42 y 4,02 millones de dólares (2,24 y 3,72 de euros). Dos viviendas de 143 metros cuadrados, con tres dormitorios y un recio de 3,49 y 4,75 millones de dólares (3,23 y 4,40 de euros). Y un fabuloso penthouse que ocupa la planta 33 entera, abarcando 311 metros cuadrados, con un valor de mercado de 11,24 millones de dólares (10,40 de euros).
El rascacielos tiene generosas zonas comunes, como un jardín al aire libre en una entreplanta, gimnasio, sauna, sala de yoga, sala de prensa con una clásica mesa de billar, sala de juegos para los más pequeños de la casa, comedor con catering y 40 plazas de aparcamiento. Los residentes podrán llegar en 15 minutos caminando al Central Park, visitar Hudson Yards a 30 minutos andando, y disfrutar de una tarde de arte acudiendo al Lincoln Center o al Metropolitan a 11 minutos a pie. No hay sitio para el aburrimiento en este elegantísimo rascacielos.
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