Los siete rascacielos que cambiarán el mundo

Ai Weiwei entró airado en el despacho, los problemas que tienen difícil solución siempre están presentes en tu mente, es imposible eludirlos, aunque sepas que es necesario hacerlo aún por unos minutos para poder descansar. Se dirigió a la ventana y la abrió sin contemplaciones, tenía la suerte de trabajar en una maravillosa creación arquitectónica, a veces, casi residía en ella, se trata del Centro Tecnológico Wangjing Soho, más concretamente de su torre Uno, en la que se ubica la sede de la compañía para la que trabaja.

Escrutó de nuevo esos fantásticos dos soles que hacían compañía a la Humanidad desde el año 2020, el mayor desafío al que se había enfrentado la especie, además, claro, de ser el más irresoluble (por ahora). Consciente de que, en esta ocasión, necesitaría algo más que dos astros para distraer su atormentada sique, el ‘tocayo’ del otrora gran artista chino de principios de siglo, alzó su mano en un gesto casual, al instante, un velo transparente se desplegó desde el quicio de la ventana.

Era la pantalla de ordenador más eficiente del mercado, además de económica, y estaba en cada rincón del despacho. El mismo Ai Weiwei las había mandado instalar. “Cuando se tiene una idea no hay tiempo que perder para reflejarla”, solía pensar. Con unos gestos reguló la luminosidad para que hiciera contraste con el fondo azul (el cielo despejado) y los dos soles. Después buscó lo que sería la (tan deseada) distracción: un artículo fechado en mayo de 2016 de una famosa web (The Luxonomist) sobre los rascacielos que cambiarían el mundo.

No pudo evitar que una fresca sonrisa asomara en la comisura de sus labios: el primer edificio estaba diseñado por Elenberg Fraser, se llamaba Premier Tower. El arquitecto se había inspirado para su creación en, nada más y nada menos que, una famosísima artista de época de nombre Beyoncé. Su construcción tendría lugar en Melbourne (Australia), una de las ciudades más cosmopolitas y vanguardistas, se alzaría hasta los 249 metros distribuidos en 78 plantas, tendría uso mixto en el que estaba previsto un hotel de lujo, apartamentos, oficinas y comercios.

Contaba el diseñador que el vídeo musical ‘Ghost’ había captado su atención y, con un formidable equipo de colaboradores, había estudiado en detalle los vientos y la climatología de la zona. Es pues, la forma del edificio, capaz de contrarrestar los embates de los elementos, aprovechando al máximo el espacio. Decía la revista que un apartamento de lujo de un dormitorio en la planta 48 se vendía, sobre plano, a 651.040 dólares (570.838 euros).

Se exponía después un elegante y novedoso rascacielos de madera, esta vez el diseño era de PLP Architecture, un estudio con sede en Londres, donde, de hecho, se ubicaría también el edificio. El uso de madera como elemento estructural para una torre de 300 metros había sido tratado como un gran experimento en la época. Ai Weiwei reflexionó sobre cómo había evolucionado la construcción con este material desde principios de siglo, fantástico.

El edificio podría albergar hasta 1.000 viviendas en sus más de 90.000 metros cuadrados construidos. Por supuesto, la utilización de madera estructural alivia considerablemente el peso, hace más amigable la estancia, es un material renovable, reduce los tiempos de construcción y las emisiones de CO2 a la atmósfera. Al chino le gustó bastante el diseño propuesto, con esquinas biseladas y tirantes de madera bastante visibles, que relajante es, siempre, ver madera.

De repente, la revista viajaba lejos, a su país de nacimiento, en concreto a la capital de China, Beijing, para mostrar cómo la misma oficina de arquitectura había diseñado otro nuevo icono: el edificio Nexus. En realidad habían planteado todo un Masterplan, con cuatro complejos: el rascacielos denominado Nexus, con 600 metros de altura, 750.000 metros cuadrados de uso mixto y un hotel en la torre, la Plataforma de Arte Contemporáneo, con 80.000 metros cuadrados destinados a las artes, la torre LZ Park, con 300 metros hasta su coronación y un Centro Comercial denominado ‘El Concourse’.

La torre de acero y cristal se basaba en tres volúmenes diferentes unidos por una columna vertebral o estructura. Las tres partes de la edificación, totalmente independientes en su uso, se orientaban en distintos ángulos, la más alta y espectacular, contendría un hotel de lujo y unas vistas incomparables del resto de la ciudad. Cerca de allí, en Japón, estaba prevista la construcción de la más ambiciosa torre de la época: la Sky Mile Tower de Tokio.

De planta hexagonal, la torre estaba diseñada para alcanzar la increíble altura de 1.600 metros, la mayor construida, todo un desafío logístico y de ingeniería. Los arquitectos, los neoyorquinos Kohn Pedersen Fox Associates, habían propuesto un edificio de 1.375.000 metros cuadrados de aprovechamiento mixto. “Como socios en la ingeniería la empresa Leslie E. Robertson Associates para dar tranquilidad a las más de 50.000 personas que disfrutarán del edificio”, decía la revista, “si se termina en el año 2045”, apuntillaba.

Japón necesitaba una respuesta de esas características, una infraestructura capaz de preservar el rápido crecimiento de la nación nipona. Este proyecto ocupaba cinco millas cuadradas donde, rodeando a la Mega-torre, se ubicarían un extenso número de edificios en forma de cañas. Una compañía de renombre, Thyssen Krupp estaba siendo consultada sobre el desarrollo de ascensores autopropulsados ejecutados en bucle para salvar las increíbles distancias verticales.

Otro gran rascacielos con intención de cambiar el mundo había sido diseñado como el mayor de África, se construiría en la famosísima Casablanca, en Marruecos y tendría el nombre de Al Noor. Los promotores estimaban el gasto en unos 1.000 millones de dólares (unos 880.000 euros de la época), la promocionaban como un edificio para el continente debido a sus 540 metros de altura (en referencia a los 54 países que existen en él) y a la increíble fachada, con gráficos que simulan las 1.000 lenguas que se hablan en África.

Ocuparía una superficie de 25 hectáreas (250.000 metros cuadrados) y en su interior, se albergaría un hotel de siete estrellas, un centro comercial y un centro de negocios. Desde luego, el arquitecto Denis Valode, había conferido a la torre una extrema elegancia que se distribuía por sus 300.000 metros cuadrados de aprovechamiento vertical. No podía faltar en la revista la ciudad de Nueva York, en concreto la torre DOS del World Trade Center.

La compañía Silverstein Properties encargó este edificio al estudio de arquitectura Foster + Partners, para luego ser desechado y pedirle un diseño a BIG Architecture, si bien, tampoco estaba claro que tuviera todas las garantías para ser construido. Este nuevo diseño consistía en un asimétrico edificio de envolvente acristalada, cuya principal característica era estar formado por cubos apilados de mayor a menor, de tal forma que cada uno de ellos generaba un espacio de terraza para el cubo superior. A Ai Weiwei le pareció un diseño muy simplista, la verdad, aunque discreto y efectivo.

En total se barajaban siete cubos (el mismo número de rascacielos que describía la revista. ¿Casualidad?), que alcanzarían los 408 metros de altura con un total de 260.000 metros cuadrados utilizables. Terminaba la publicación describiendo el que, a juicio del usuario de la torre Uno, era el mejor de todas las torres. En abril del año 2.016 había ganado el arquitecto español Santiago Calatrava el concurso para la construcción de un nuevo e icónico rascacielos en el vibrante núcleo de Dubai Creek Harbour.

El proyecto se basaba en una espectacular torre que se convertiría en la más alta del mundo, aunque la dimensión no había sido desvelada cuando se redactó el artículo. El diseño, inspirado en la arquitectura tradicional árabe, evocaba la imagen de un minarete, eso sí, con forma de lirio. Para ayudar a la esbeltez de la singular construcción, cables tensores de acero aportarían a la estructura mayor solidez, además de servir al diseño representando las nervaduras de las hojas del lirio.

La torre culminaría en un espectacular mirador de 360 grados, con balcones acristalados, y Jardines Colgantes. En la base, una gran Plaza cubriría la superficie que ofrecería, además, áreas comerciales, un museo, auditorio e instalaciones educativas. Pero lo mejor era el sistema de climatización de alta eficiencia, que recogería agua utilizándola más tarde en la limpieza de la fachada, lamas móviles y puertas correderas permitirían la entrada de la luz natural en los Jardines Colgantes contribuyendo a la eficiencia y ahorro energético.

Ai Weiwei comparó mentalmente lo que se había planeado en el lejano 2.016 y lo que había sido construido, que sorpresas se llevarían algunos lectores de ese tiempo si supieran lo que había pasado… Apagó la pantalla con un guiño y se recogió eficiente y sigilosamente, el tiempo de descanso había pasado ya y el operario tenía que volver a enfrentarse a los difíciles problemas que le rondaban en la cabeza. Tal vez, después de todo, tuvieran alguna solución.

Disclosure: Los personajes que aparecen en este artículo, sus diferentes personalidades y sus relaciones entre ellos y con el entorno encajan dentro de la ficción. El autor no se responsabiliza sobre las opiniones expuestas en el artículo y no tiene ninguna relación de negocios con cualquiera de las empresas que se mencionan en él.