Nueva York es la reina del baile de fin de curso, algo muy americano, pero que se entiende bien en el resto del orbe, así, el resto de ciudades de importancia mundial, asumen de forma natural el liderazgo de la Gran Manzana. Cada año, la ciudad nos ofrece nuevos espectáculos, nuevas zonas de ocio, turismo, negocio o cultura, nuevos espacios diseñados por los más renombrados artistas.
Así que no es de extrañar que Nueva York aparezca siempre como uno de los destinos marcados en rojo en las agendas de todo tipo de empresas. Desde 2020, el barrio de Midtown, acoge en su seno a la torre de oficinas más alta de la ciudad, ni más ni menos que 427 metros de altura, con un espacio interior de 162.600 metros cuadrados de superficie construida, diseñada por el estudio de arquitectura Kohn Pedersen Fox.
Pero en esta ocasión poco más diremos de la esbelta silueta que amplifica el espacio útil de la ciudad; demostrando una vez más que eso de poner cotos en urbanismo es algo del pasado. No, en esta ocasión hablaremos de la espectacular atracción que corona el rascacielos, que se llama Summit One Vanderbilt, y que se está convirtiendo en toda una fuente de ingresos para los propietarios.
Por cierto, los propietarios son SL Green Realty Corp, según dicen ellos mismos, el mayor poseedor de bienes raíces de Nueva York (casi nada), contrataron a un conocidísimo estudio de arquitectura para el Summit, su atracción estrella, el estudio se llama Snøhetta (para que no se nos olvide), y generó un diseño interior en las últimas plantas del edificio que mucho tiene que ver con el exterior.
Ocupando las últimas cuatro plantas de la torre, la plataforma de observación posee 6.000 metros cuadrados. Una ingente cantidad de metros para un solo uso: el disfrute visual de la ciudad. La primera atracción del Summit One Vanderbilt se llama “Sala infinita”, ocupa las dos primeras plantas del espacio Summit, y se conforma por una configuración llena de espejos de dos alturas, ¡¡con techos a 12 metros!!
Esta configuración de espejos se distribuye por varias salas, siendo responsable del diseño un afamado artista llamado Kenzo digital, su nombre no podía ser más intuitivo: Air (o aire). Combinando diferentes ubicaciones y tipos de espejos, Kenzo nos deja ver el mundo a través de sus ojos, modificando el ambiente mediante el sonido, la iluminación y el diseño de los objetos, toda una experiencia, seguro.
Otra atracción que pone los pelos de punta son unos balcones totalmente acristalados, cajas del cielo, que te permiten sentir cómo sería volar sobre la Gran Manzana. Debajo del cristal, más de 324 metros de altura y unas vistas que quitan el hipo y hasta la consciencia (diría yo). A esta experiencia la casa la llama “Levitation” (levitación, claro) y su nombre también es bastante intuitivo. La tercera, pero no menos excitante atracción, se llama “Ascent” (ascenso, con doble sentido).
Se trata de dos ascensores que te elevan a lo más alto de la torre, con pavimento transparente y paredes del mismo material, con las vistas más altas que se pueden conseguir en este edificio… una verdadera locura sensorial que vale la pena realizar, si no, imaginar al menos. Para terminar la experiencia, la última atracción llamada “Après” (después de). Es el lugar al que todos iremos a comentar lo que hemos sentido y vivido. Una acogedora terraza a más de trescientos metros, al aire libre, donde tomar un café mirando el horizonte y respirar el aire puro generado por las plantas del jardín que han elaborado para nosotros.
Este espacio, en forma de L, posee mesas de bar de granito natural de tono oscuro, pavimento de piedra y bancos de madera maciza en los que sentarse para disfrutar el paisaje. Al interior, una experiencia culinaria también, con una cafetería para despejar nuestra mente y nuestros ojos. Summit promete ser toda una experiencia sensorial, con precios entre los 39 y los 73 dólares (36 y 67 euros).
Nueva York posee muchos puntos de vista en altura, como el, también novedoso The Edge en 30 Hudson Yards, que ya vimos en nuestra revista, y otros como el clásico del Empire State Building, el poderoso One World Trade Center, el del irrepetible Rockefeller Center y, a los que dentro de poco se unirá uno en el icónico edificio Chrysler, edificio, por cierto, que tuvo uno y fue cerrado en 1.945… ¡¡Cómo cambian los tiempos y los gustos!!
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