Son buenos tiempos para la ficción. Las plataformas digitales siguen cosechando éxitos que, tengan o no que ver con la realidad, son auténticos bombazos para la crítica y el público. Es el caso de la serie Lupin, uno de los últimos éxitos de Netflix basada en las novelas de Maurice Leblanc. Esas que cuentan las andanzas de un ladrón de guante blanco cuyo ingenio y carisma superan cualquier adversidad.
En la versión actualizada del siglo XXI es Omar Sy, conocido por su papel en la premiada película ‘Intocables’, quien da vida al carismático Arsène Lupin. Ambientada en el París actual, sus robos y maniobras se inspiran en la genialidad de las novelas de Leblanc teniendo como objetivo la venganza personal contra uno de los hombres más poderosos de Francia.
Mentiroso, encantador, ágil y extremadamente inteligente, el Lupin que ahora nos muestra la televisión ha tenido en el pasado muchas más caras. La del personaje literario, la que nos mostró la película de 2004 de Jean-Paul Salomé y la de la serie de televisión japonesa y los cómics del bautizado como Lupin III. Todos distintos y a la vez cortados por un mismo patrón, el de un personaje irreal cuyas perfectas y delictivas acciones no podrían tener semejante éxito en nuestra vil realidad.
No obstante, el personaje de Lupin sí está basado en una persona real. Se trata de Alexander Marius Jacob, un ladrón profesional también francés cuyas corredurías tuvieron lugar a principios del siglo XX. De profesión marinero, impresor y otro gran número de ocupaciones, dio su primer golpe en 1899 declarándose demente para librarse de la prisión que le habían impuesto por sus ideas anarquistas. Posteriormente logró fugarse del manicomio donde fue internado para comenzar a continuación toda una serie de robos con una pericia e imaginación dignas de cualquier película.
Lideró una banda de ladrones denominada ‘Los obreros de la noche’ que actuaban bajo el lema de «la propiedad es un robo». Un grupo organizado que actuaba de manera pacífica teniendo siempre como objetivo a personas pudientes y poderosas. Una especie de Robin Hoods actualizados cuyos beneficios destinaban a su causa política y que indemnizaban a sus víctimas si por error las habían molestado.
Los ladrones desarrollaron una habilidad sinigual para entrar en casi cualquier propiedad privada así como para abrir cajas fuertes, siempre guiados por Jacob. Éste demostraba además un particular sentido del humor firmando sus acciones con pseudónimos y sin alejarse nunca de su motivación, la financiación del anarquismo. Pero toda fiesta tiene un final y en 1903, tras matar a un policía en un tiroteo, fue atrapado.
En el mediático juicio que se celebró dos años más tarde fue acusado de 156 robos. Un número impresionantemente alto para haberse realizado solo en cuatro años. Marius Jacob fue condenado entonces a trabajos forzados e intentó fugarse hasta 17 veces de la cárcel, hasta que una campaña popular logró su liberación. Se dedicó desde entonces al comercio, fue voluntario en la Guerra Civil española y colaboró con la resistencia en la II Guerra Mundial. Sumido en una profunda depresión por la muerte de su esposa en 1947, el Lupin de carne y hueso se suicidó diez años más tarde tras una fiesta con amigos.
En vida conoció las andanzas de Arsène Lupin, ya que comenzaron a publicarse en 1907. Sin duda él sirvió de inspiración a Maurice Leblanc para la creación del mítico personaje de cuyas aventuras dijo que eran «muy buenas como novelas fantásticas pero una chapuza en lo que se refiere a la técnica». En cualquier caso, se deduce que estuvo orgulloso de su conexión con el personaje, ya que en el epitafio de su tumba reza lo siguiente: «Pudo haber sido Arsène Lupin».
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