Burundanga fue, si no el primero, sí uno de los primeros éxitos de Jordi Galcerán. Uno de esos trabajos que hicieron que su nombre empezara a dibujarse con letras de oro en la taquillas de los teatros, donde es ya un amuleto de éxito seguro. Tanto es así que esta alocada comedia de situación en la que el autor ya maneja los hilos de la complejidad, ha vuelto a Barcelona. Como siempre, alternando sonrisa y carcajada, y logrando que el espectador no cese ni un momento de seguir la increíble y simpática trama plagada de repentinas situaciones, a cual más disparatada.
Y todo eso sin moverse de un escenario único, tal como viene siendo la norma de todas las situaciones del autor. Ya sea una sala de juntas (‘El método Grönholm‘), el despacho de un banco (‘El crédito’) o una desangelada montaña (‘FitzRoy‘). En esta ocasión es el pisito que comparten dos pijas catalanas enfrascadas en saber si el bebé que espera una de ellas es deseado por al progenitor. Para ello usarán burundanga, una droga que incita a decir la verdad al tiempo que desata unas ansias enloquecidas de hacer el amor in situ.
La cosa se pone en marcha con la aparición del papá de la criatura, primer factor sorpresa de la velada, cuya vida privada no es precisamente un camino de felicidad sino todo lo contrario. Al alelado jovenzuelo se le une un colega de armas (nunca mejor dicho), aún más ingenuo; así como un quinto personaje que, siendo en principio víctima, pasa a dominar la situación. Todo con la complejidad de unas inocentes llamadas telefónicas que echan al traste la trama y proporcionan un final feliz de amor y redención.
La divertida función está servida por una compañía tan breve como funcional. A su frente están Cristina Brondo (que alterna funciones con Marta Tomasa) y Mónica Macfer como la pareja de pijas, a saber quién de las dos está más chiflada; Rubén Yuste y Frank Capdet como los tronados galanes; y David Olivares, cuya semántica se impone en un escenario plagado de locuras.
Todo un ejercicio de escritura rítmica y ajustada como una sinfonía de erróneas situaciones y diálogos chispeantes. Dirigen este enredo Albert Doz y Borja Rabanal con pulso firma y mano tiesa a la hora de interrumpir diálogos o prolongar pausas imprevistas. Todo un éxito que llena el teatro Eixample de Barcelona en esta feliz reposición que tiene una excelente respuesta del público.
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