En el imaginario del cine musical de todos los tiempos figura en uno de los primerísimos lugares “Cantando bajo la lluvia”. Un espectáculo codirigidio por Stanley Donen y Gene Kelly que se estrenó en 1952 y que desde entonces está en constante revisión. El filme tuvo su correspondiente versión teatral, estrenada en Londres en 1983 y presentada en Broadway dos años más tarde con impáctate éxito.
El montaje que ahora nos llega al Tívoli de Barcelona es fiel a las mismas pautas de estas producciones. No olvida el impactante número que da título al espectáculo y también el añadido de la canción en el vestidor de la locuaz “Lina Lamont” incluida sin duda para potenciar su presencia en el montaje teatral.
Antes que nada señalemos que la versión estrenada ahora es espléndida, y sigue el guión del filme, sin obviar aquellos números que desde la pantalla lograban seducirnos o alteraban nuestras sensaciones. Aquí logran el mismo efecto ya sea desde aquellos apoyados con proyecciones, como el que rememora el pasado “oscuro” de los protagonistas, los inseparables “Con” y “Cosmo”; como aquellos otros de tan grata memoria, como el que transcurre en el set de un rodaje con tres elementos (una escalera, un ventilador gigante, un foco), donde la magia embriaga los sentidos.
No olvidemos los momentos más divertidos como el popular “Good Morning”; otros tan exquisitamente resueltos como el “Haz reír”; o la lección de dicción con una inteligente revisión del trabalenguas original (“Moses supones his toses are roses”) por otro igualmente complicado (“José supone….”). Porque, recordemos, la obra narra el decisivo pase del cine mudo al sonoro y las peripecias que sufre un estudio para que este trasvase no suponga una ruina.
El gran jefe confía en su estrella masculina, siempre apoyado por su amigo de la infancia, y por una prometedora joven descubierta al azar. El ingenio de ellos y la voz mágica de ella derrotarán las artimañas de la estrella del estudio, una malvada destructora de voz insoportable, pésima dicción e inquietudes todavía peores. Pero los astros están con el talento del trío protagonista y juntos logran hacer de una película muda que era un desastre, toda una superproducción de éxito.
Para que todo este engranaje escénico funcione en escena (lluvia incluida) es preciso una dirección rígida y a la vez flexible, dura pero dúctil. Una que lleve a los actores por las mejores vías, y por otro lado una mano que lleve a los ocho músicos en directo por los mismos derroteros. Los encargados de esas labores son, respectivamente, Àngel Llàcer y Manu Guix, que tras el éxito de “La jaula de las locas” se apuntan aquí otro tanto. Con especial aplauso a las coreografías de Miriam Benedited, que llenan las secuencias de mágicas escenas, y aunque el número que cierra la primera parte, “Cantando bajo la lluvia”, sea la sorpresa, todos los demás merecen ovación.
Y aquí hemos de señalar que todo el montaje tiene la magia del filme, incluidos número como el “Broadway Melodíes”, que nunca esperamos ver en escena dada su complejidad. Es ahí donde Iván Labanda, imprescindible “Don” de la función, se muestra como uno de los más completos actores para un musical de hoy. Y es que actúa, canta y baila en estado de gracia. Pero lo mismo le sucede a Diana Roig, imprescindible “Kathe” que rememora a la original Debbie Reynolds del filme; y otro tanto para Ricky Mata, insustituible “Cosmo” y verdadero descubrimiento de la función.
En esta versión musical de Cantando bajo la lluvia, en el montaje en el que todo está bajo control. Empezando por el ballet, impecable, imparable e increíble, y por aportaciones actorales de muy notable composición como la de Mireia Portas como la insufrible “Lina Lamont”, increíblemente divertida; o Bitto Fernández, por señalar que su perfecta aunque breve intervención da una idea de la preparación de la compañía.
Por no citar a la bailarina que rememora a Cyd Charisse en el número de “Broadway”, otro breve pero maravilloso apunte que sirve para comprobar la eficacia de un conjunto muy numeroso que termina, como debe ser, inundando el teatro de emoción musical mientras ellos siguen cantando y bailando bajo la lluvia.
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