Cada año por estas fechas la empresa Balañá suele ofrecer en Barcelona una breve temporada de ballet clásico para satisfacer a una audiencia básicamente de jóvenes estudiantes que tiene oportunidad así de contemplar algunos de los montajes más representativos de la especialidad. Esta vez es el impresionante escenario del teatro Tívoli el que recibe al mexicano Ballet de Monterrey para presentar ‘El lago de los cisnes’ y ‘La bayadera’, dos títulos de la escena clásica, unas funciones que finalizan el próximo domingo día 8 de julio.
Una compañía compacta, formada por bailarines de distintas nacionalidades aunque con una mayoritaria presencia de artistas cubanos que imponen en cierta medida el rigor preciso en estas producciones donde priva la sincronización y la estética como base de la belleza conceptual. Cierto es que la disciplina es el elemento común en una compañía que se presenta sin fisuras y que tiene en la presencia del director artístico, José Manuel Carreño, el capitán general de una tropa elegante, bien diseñada con la precisión adecuada, donde aun siendo todos imprescindibles son recambiables sin que ello obstaculice el desarrollo de la función.
Ejemplo: horas antes del debut se lesionó en el cuello la primera bailarina, Olivia Quintana, pues cuando se alzó el telón nadie hubiera dicho que la Odile/Odette de ‘El lago de los cisnes’ era la suplente, la japonesa Junna Ige, otro prodigio de delicadeza. Una función excelente donde brilló, en alarde de perfeccionismo total el célebre paso a cuatro coreografiado por Marius Petipa donde no se disculpa la más mínima distracción remitiendo a un estricto y casi geométrico movimiento en el que no obstante debe brillar la frágil y sutil partitura de Tchaikovsky.
El elenco del mexicano Ballet de Monterrey está compuesto por 48 bailarines a los que se ha unido para esta tanda de funciones el primer bailarín Yoel Carreño, estrella del ballet de Noruega, uno de cuyos principales roles por el que es conocido en el mundo es, precisamente, el del príncipe Siegfried de ‘El lago de los cisnes’. La compañía, fundada por Yolanda Santos de Hoyos, celebra estos días su 27 cumpleaños aglutinando éxitos en el mundo entero, desde su primera función, ‘El cascanueces’ coreografiada a los tres meses de su creación.
En sus filas han trabajado nombres ilustres de la danza, entre ellos el de nuestro Ángel Corella, Kevin McKenzie o Cynthia Gregory, entre tantos otros, y ha sido reconocida como una de las pocas compañías autorizadas por The Balanchine Trust para representar obras de George Balanchine. Una de las virtudes de José Manuel Carreño ha sido la de agilizar los montajes haciéndolos más asequibles al espectador.
No sólo ha contado con un diseño de producción que guarda un punto colorista mexicano tanto en decorados como en vestuario, sino que ha aligerado la duración de los montajes, que pasan de ser mayestáticos a presentar una duración correcta que sintetiza el espíritu de la obra, lo cual no quiere decir que reduzca intensidad ni contenido: dos horas es tiempo más que suficiente para comprender el alcance de la narración, se condensa la función y se mejora el rendimiento de los bailarines.
Y ahora permítanme un final cotilla. La discreción es norma de la casa, empezando por el coreógrafo, Juan Manuel Carreño, cuyo curriculum incluye puestos como bailarín principal del English National Ballet, el Royal Ballet y el American Ballet Theatre de Nueva York, por citar solamente algunos de los eslabones de una carrera plagada de éxitos y distinciones.
Carreño mantuvo una relación de seis años con la bailarina Melanie Hamrick cuando ella estaba en pleno éxito en el American Theatre y él enfilaba ya su carrera como coreógrafo en la misma formación. Vivían ambos en un apartamento del Upper West Side, vecino del que ocupaba L’Wren Scott, que fue novia de Mick Jagger y que se suicidó en ese mismo lugar.
La casualidad, o no, hizo que Jagger y Melanie se conocieran, se enamoraran y tuvieran un hijo, que fue el primero para la bailarina y el octavo para el Stone, que tenía ya siete vástagos de cuatro mujeres distintas, tres nietos y un bisnieto (curiosamente una sola boda, con Bianca Pérez-Mora de Macías, con quien tuvo a su hija Jade, que reside en Sant Joan (Ibiza) y le ha dado al rockero dos de sus hijas y una nieta). No influye en el desarrollo de los acontecimientos artísticos, pero es curioso.
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