CULTURA

Exposición: La Edad de Oro de los judíos de Alandalús

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«La Edad de Oro de los judíos de Alandalús». Alandalús, sí, porque una de las muchas intenciones de esta magnífica exposición es reivindicar la grafía de la palabra. Para su normalización y para equipararla a otros topónimos como Albacete, Alcalá o Almería.

El objetivo es integrarla definitivamente en nuestro léxico, tal y como ha sucedido con el resto de arabismos como alfil, alhaja o almohada. El guion la convierte en transcripción, en un extranjerismo, y por eso debería ser eliminado.

Una convivencia normal

La presencia judía en la Península esta atestiguada desde época romana en lápidas y piletas. Se cree que pudieron llegar tras la destrucción del Templo de Jerusalén por los romanos en el año 70 d.C. Lo cierto es que durante siglos, cristianos y judíos convivieron en la Península Ibérica, llamada en hebreo Sefarad.

Fueron siglos de convivencia tan total y perfecta de la que apenas hay muestras arquitectónicas. Compartían tradiciones, gastronomía y en definitiva, una vida en común. Tan bien se llevaban que a finales del siglo IV hubo un intento de reforzar el cristianismo y se impusieron algunas normas como la prohibición de matrimonios y relaciones mixtas.

La conversión del rey visigodo, Recaredo, endureció aún más las buenas relaciones y con la llegada de los árabes las cosas se liaron un poco, pero siguieron conviviendo con normalidad.

El éxodo de los judíos en Alandalús

Foto: Cortesía

Todo se complicó en el 1148 cuando los almohades, bereberes del norte de África, también aspiraron a tener algo en la Península Ibérica y se produjo un primer éxodo. Con la caída del Califato de Córdoba y los nuevos reinos de taifas, los judíos se dispersaron por Alandalús.

Fueron desde Sevilla o Almería hasta Toledo o Zaragoza, siendo especialmente importantes las comunidades que se formaron en Granada y Lucena, la perla de Sefarad.

Mucho se conoce de la historia de los sefarditas tras la expulsión definitiva en 1492 pero poco de aquellos siglos de convivencia que tanto aportaron a nuestra cultura. Gran parte de lo que sabemos se debe a una casualidad ocurrida en El Cairo a finales del siglo XIX.

El descubrimiento de las gemelas Lewis

En 1896 las gemelas Lewis, expertas en manuscritos, volvieron a Cambridge desde El Cairo con pergaminos que habían comprado en anticuarios y se los mostraron a su amigo Solomon Schechter, profesor de rabinismo en la universidad. Fue él quien descubrió que uno de esos fragmentos correspondía al Libro de Ben Sira o Eclesiástico para los cristianos.

Sospechó que había salido de la Guenizá y para allá que se fue, comprando los más de 200.000 manuscritos de la sinagoga de Ben Ezra. La enorme sorpresa fue que hallaron documentos de los judíos de Sefarad, una comunidad desaparecida, y muchos manuscritos de Maimónides.

Guenizá, depósito en hebreo, es un almacén que tienen todas las sinagogas y cementerios judíos donde se guardan documentos de carácter sagrado, ya que la tradición judía prohíbe su destrucción.

El pensador de Sefarad, Maimónides

Foto: Cortesía

Maimónides fue uno de los más importantes pensadores de Sefarad. Nacido en Córdoba en 1135, tuvo que abandonar Alandalús tras la invasión de los almohades en 1148. Estos obligaron a cristianos y judíos a convertirse al Islam, esclavizando mujeres y niños, matando y quemando sinagogas.

Su exilio por el norte de África acabó en El Cairo donde murió en 1204. Es Maimónides cordobés universal gracias a su legado teológico y filosófico. También fue médico y tenía grandes conocimientos jurídicos y astrónomos. Un gran humanista adelantado a su tiempo.

Aquellos ingleses debieron sentir una emoción inconmensurable al encontrar sus textos. Que fliparon, vaya. Tenían ante sí manuscritos del mismísimo Maimónides y muchos otros que se remontaban al siglo X, documentos de todo el mundo islámico, incluido Alandalús.

El campo de batalla de libros

Solomon Schechter, uno de aquellos investigadores, describió la Guenizá como “un campo de batalla de libros”. En la muestra puede leerse una carta que escribió emocionado a la señora Lewis pidiendo discreción por haber hallado un fragmento del Eclesiástico original en hebreo y una reunión urgente con ella.

El material fue llevado a la Universidad de Cambridge para su estudio minucioso. Tan minucioso fue que aún hoy siguen traduciendo libros de oraciones, lecturas bíblicas, cartas, informes judiciales, capitulaciones matrimoniales, escrituras de divorcio, ejercicios escolares infantiles, cuentos árabes, poemas, libros de filosofía islámica, libros de medicina, acuerdos comerciales, libros de contabilidad, testamentos, e incluso listas de la compra.

Gracias a aquel hallazgo se ha podido conocer cómo era la vida de los sefardíes hasta el siglo XII y sus costumbres olvidadas. Aquel tiempo en que Alandalús era epicentro del esplendor cultural y económico del Mediterráneo, de la que una gran población judía fue testigo.

La exposición sobre los judíos en Alandalús

Foto: Cortesía

La muestra que nos ocupa -y recomiendo a todo amante de la historia de España-, analiza estas comunidades judías desde su llegada a la Península Ibérica hasta su expulsión por los almohades. Una auténtica Edad de Oro que aportó a la historia universal grandes nombres, no solo Maimónides, sino filósofos, médicos, poetas, diplomáticos, exegetas, gramáticos o pensadores.

Y es que los judíos cortesanos andalusíes fueron el motor económico que mantuvo viva la cultura judeo-andalusí. Fueron grandes sabios que supieron rodearse bien y llegaron a convertirse en representantes legales de sus comunidades ante el poder regente.

La muestra nos abre la lectura de muchas de aquellas cartas, poemas y documentos, traducidos por el comisario de la exposición, el catedrático de la Universidad de Granada, D. José Martínez Delgado. Entraremos de lleno en una sociedad extremadamente culta a través de sus propios testimonios para conocer sus inquietudes, necesidades, problemas y alegrías. Y también llevarnos la sorpresa de las muchas similitudes que compartimos, porque de ellos las heredamos.

Cinco etapas

La muestra «La Edad de Oro de los judíos en Alandalús» se articula cronológicamente en cinco salas monográficas. En la primera conoceremos la Guenizá de El Cairo; cruzaremos después por la mitología creada por los propios judíos sobre su llegada a Sefarad y los núcleos que se hicieron tras la llegada de los árabes.

La sala tercera se ocupa del califato Omeya de Córdoba y los tres pilares de la cultura judeo-andalusí: filología, jurisprudencia y poesía. Luego pasaremos a la sala del Siglo de Oro propiamente dicho, con foco en las grandes comunidades de Granada, Lucena y Almería.

La última sala se dedica al periodo almohade y el éxodo de una comunidad a la que se debe, entre otras cosas, que el hebreo siga siendo la lengua oficial de los judíos. En aquellos tiempos su lengua materna era el árabe y aunque debían saber hebreo para leer la Torá, fueron estos ilustres hombres quienes más escribieron en hebreo permitiendo su transmisión de generación en generación por todas las tierras en las que vivieron.

Curiosidades de la exposición

Foto: Cortesía

Como curiosidades, además de la reconstrucción en 3D de un arrabal en Córdoba del siglo X o del patio de una de las viviendas, podremos ver poemas escritos en árabe que forman parte del proyecto “Poesía árabe en la Guenizá de El Cairo” de el Trinity College de Dublín y la Universidad de Cambridge.

Podremos leer también textos talismán en hebreo con grafía andalusí y símbolos protectores y mágicos ya que la andalusí era una sociedad muy supersticiosa. Hay cartas conmovedoras como la del judío ceutí que cuenta las penurias de su vida, cómo ha sobrevivido a todo tipo de saqueos y pide a la “excelencia” de El Cairo instalarse allí.

O la de una mujer aquejada de una enfermedad desfigurante que la ha dejado empobrecida y solicita a David el gran Nasi, jefe del exilio de Israel en El Cairo, una recaudación colectiva para sobrevivir.

En definitiva, una exposición para detenerse a leer cartas y fragmentos y testimonios en primera persona de un tiempo que fue fundamental para nuestra historia.

Carla Royo-Villanova

Creadora de la línea cosmética Carla Bulgaria Roses Beauty, amante de la fotografía, los viajes y la gastronomía. Vasca nacida en Valladolid y canaria de sentimiento, llevo a Cantabria en el corazón. No temo a la muerte por ser muerte, sino por ser el fin de la batalla.

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