Golfus de Roma, uno de los clásicos de Stephen Sondheim, anima desde esta semana las noches de Barcelona desde el escenario del teatro Condal. Lo hace con un fabuloso reparto de 26 profesionales que recitan, cantan, bailan, tocan instrumentos y realizan ejercicios malabares con exquisita y perfecta habilidad.
La historia está basada en tres fábulas milenarias de Plauto, “Pseudolus”, “Miles gloriosos” y “La casa encantada”; y cuenta y canta las vicisitudes de un esclavo romano capaz de cualquier pillería para alcanzar la libertad. Esa que le propone a su amo a cambio de propiciarle el amor de una virginal cortesana, recién empleada en la casa vecina y repleta de alocados personajes.
Malentendidos y engaños varios salpicados de canciones pegadizas y coloristas coreografías que a veces invaden el patio de butacas contagiando al personal. Toda una maquinaria perfecta que funciona gracias a la experiencia del más que experto en musicales Daniel Anglès, que ya dirigió el montaje en el festival de Teatro Clásico de Mérida el año pasado.
Bajo la plástica de Montse Amenós, es ahora de nuevo Anglès quien ha realizado el montaje confiando su protagonismo a un gran actor, Jordi Bosch, que encarna al liante esclavo con una limpieza y consensuada locura que le convierte en la estrella de una función repleta de actrices y actores de primera fila.
Estos dotan a sus personajes del tono circense solicitado añadiendo ese toque de profesionalidad preciso para evitar el desmadre y no lograr que la caricatura abrace lo grotesco, cosa fácil en montajes de este formato.
Bosh está al frente de un reparto que incluye nombres como la siempre eficaz Mercè Martínez, Frank Capdet, Roger Julià, Eloi Gómez, Meritxell Duró, Ana San Martín o Víctor Arbelo, por citar sólo algunos. No obstante el reparto está lleno de talentos en sus variopintos cometidos que confeccionan una deliciosa fábula con música y enredos que hacen del espectáculo un tiempo divertido y ameno del que se sale con tremendas ganas de sonreír.
Golfus de Roma ha sido revisada varias veces desde su estreno en Broadway en 1962 y un año más tarde en Londres. A España llegó en 1964, en concreto a Madrid, diseñada por Mingote. Dos años más tarde, en 1966, Richard Lester, el ‘creador’ cinematográfico de The Beatles, llevó el musical a la gran pantalla. Omitió, eso sí, algunas de las canciones del montaje escénico y a pesar de ello se llevó el Oscar a la Mejor Banda Sonora.
Volviendo a nuestro país, la obra adquirió notable aceptación en 1993 (con gira posterior) en Mérida gracias a un original montaje de Mario Gas y un histriónico Javier Gurruchaga como Psedoulus, el avispado pero atolondrado esclavo al frente de un reparto plagado de primeras figuras.
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