Guggenheim, 20 años de luz y titanio
El Museo Guggenheim de Bilbao celebra este año su XX aniversario. Dos décadas de alianza entre la pinacoteca y la capital vizcaína que han dado como resultado una transformación absoluta de la ciudad.
A mediados de los 90 el director del Museo Guggenheim de Nueva York buscaba abrir franquicias de su institución en otros países interesado en que tuvieran un gran impacto arquitectónico y ahí estaba Bilbao, esperando ese cambio y a punto de caramelo. De esta coincidencia surgió el matrimonio entre el museo y la ciudad hace ya 20 años, una unión que prosigue su andadura más sana que nunca.
El lema elegido para celebrar el XX aniversario del Museo Guggenheim de Bilbao ha sido ‘El arte lo cambia todo’, inspirado tanto en la gran mutación experimentada por la ciudad y sus habitantes desde la inauguración del museo como en la capacidad transformadora del arte en sí mismo.
En estas dos décadas, la urbe ha transitado del gris oscuro de los astilleros a convertirse en un paradigma de luz: luz en forma de titanio, luz en forma de exposiciones y luz en forma de cifras. El museo ha recibido más de 19 millones de visitas desde su apertura, mantiene una media de 5000 empleos, ha aportado al PIB vasco más de 4000 millones de euros y ha generado unos ingresos adicionales a las haciendas públicas vascas de más de 600 millones de euros.
El efecto Guggenheim se ha traducido en un contagio de efervescencia urbanística que ha llevado hasta la ciudad a Norman Foster, César Pelli, Philippe Stark, Zaha Haddid, Rafael Moneo y Santiago Calatrava. Paralelamente al museo se han construido, entre otros, un tranvía y un palacio de congresos que pretenden abrir las puertas no sólo al turista cultural, sino también al de convenciones. Dicen desde el ayuntamiento de la ciudad que no quieren que Bilbao se convierta en una Barcelona al uso, que tienen mucho cuidado con las cifras que están atrayendo y con el tipo de turismo que circula por la ciudad, que no quieren perder el control de este crecimiento.
El museo se viste de gala este año con exposiciones importantes que honran la celebración de tan significativo aniversario. Hasta el 4 de junio seguirá vigente la muestra de Expresionismo Abstracto y después de ésta vendrán muchas otras a tener en cuenta: la retrospectiva sobre el reconocidísimo vídeo-artista Bill Viola que podremos disfrutar a lo largo del verano; la muestra que bajo el título de ‘Los Héroes’ recoge importantísimas obras realizadas entre 1965 y 1966 por el alemán Georg Baselitz; y la de retratos del siempre impecable y cálido David Hockney, con quien el museo cerrará el año.
Hay quienes sienten nostalgia del antiguo Bilbao, quienes echan de menos aquella mezcla tan singular de txirimiri y contaminación, de montes verdes y ausencia de luz, de pleitesía al quehacer manual frente al tipo de trabajo honrado por este santuario del arte y que tiene en las musas y la inspiración sus ingredientes fundamentales. Sin embargo, a día de hoy es casi imposible disociar Bilbao del Museo Guggenheim.
No hay foto o reportaje referido a la capital vizcaína en los que no aparezcan el coloso de titanio, el Puppy (1992) cubierto de flores que custodia la entrada de la pinacoteca, obra del norteamericano Jeff Koons; o la araña gigante que vigila la retaguardia del edificio y que pertenece a uno de los proyectos más reconocidos de la escultora francesa Louise Bourgeois: Mamá (1999).
Tras estos 20 años influidos tan fuertemente por el arte, Bilbao sigue ubicada en las profundidades del agujero rodeado de montes conocido como el botxo, la lluvia y el verde de fondo continúan conformando el atrezzo de la ciudad vasca y sus habitantes siguen haciendo gala de su gran campechanía y afabilidad pero, en el fondo, todo es distinto. *Fotografías cortesía de Guggenheim Bilbao.