El emblema de Hermès y su curiosa historia
El emblema de una de las casas de lujo más exclusivas del planeta recoge la historia y tradición propia del origen de la marca.
El emblema de Hermès refleja a todas luces el origen de la compañía, pero esconde también una llamativa historia. Como bien cuenta la propia casa francesa, la aventura empresarial comenzó en París en 1837. Muy probablemente Thierry Hermès desoyó a los coetáneos que por aquel entonces asistían asombrados, ese mismo año, a la inauguración de un medio de transporte que podría llevar al fracaso a su propio negocio.
Porque el 24 de agosto de ese mismo año se inauguraba la primera línea de ferrocarril francesa entre París y Saint-Germain-en-Laye, unos 18 kilómetros de vía férrea. Era el principio del fin del caballo como medio de transporte. Pero ajeno a todo ello, Thierry abría un pequeño taller en la parisina rue Basse-du-Rempart. Una calle que desaparecería en 1858 durante el desarrollo del distrito de la Ópera. En su pequeño local, Thierry Hermès vendía arneses y productos de cuero para montar a caballo.
Thierry Hermès compartió época con uno de los pintores ecuestres más relevantes del siglo XIX
Tenaz y fiel a sus principios artesanos, Thierry Hermès consiguió desarrollar técnicas que proporcionaban a sus productos una extrema ligereza, un acabado brillante y una gran resistencia en cualquier condición atmosférica. Sus productos ganaron una clientela fiel y fueron premiados en la Exposición Universal de 1867.
El fundador de Hermès, que falleció en 1878, compartió tiempo y época con otro apasionado ecuestre. Pierre-Alfred Dedreux, más conocido como Alfred De Dreux, llegó al mundo en París cuando el artesano tenía nueve años. De Dreux, hijo de un conocido arquitecto local, acabó estudiando pintura por influencia de su tío.
La obra de Alfred De Dreux acabó años más tarde en manos de la familia Hermès
El joven pintor encontró en los caballos su principal fuente de inspiración. Su calidad pictórica pronto fue reconocida entre las élites y los encargos no tardaron en llegar. Primero en la corte del rey Luis Felipe I, a quien acompañó en varios viajes, y posteriormente en el círculo del emperador Napoleón III. De sus manos surgen los principales retratos ecuestres de la época. Uno de ellos, décadas más tarde, acaba finalmente en manos de la familia Hermès.
Se trata de Duc attelé, novio à l’attente (Carruaje enganchado, novio en espera) que pertenece a la colección de Emile Hermès, bisnieto del fundador. “A lo largo de su vida, Émile Hermès fue un ávido coleccionista de obras de arte, libros, objetos y curiosidades. La colección se enriquece constantemente con sus sucesores y sigue siendo una fuente de inspiración inagotable para las creaciones de la casa”, cuentan desde la Maison.
Hermès adaptó el cuadro a su emblema a mediados del siglo XX
No es extraño, por lo tanto, que desde la casa acudieran a dicha colección para inspirarse en la creación, a mediados de siglo XX, de un emblema único, reconocible y que reuniera tradición y artesanía a la vez. La pintura de Alfred De Dreux fue la escogida, coincidiendo con el fin de Émile Hermès al frente del grupo allá por 1950.
El pintor Alfred De Dreux falleció en París el 5 de marzo de 1860. Tenía 45 años y sobre su muerte existen al menos dos versiones. La oficial la proporcionó su hermana de su puño y letra con una carta en la que hablaba de la muerte del pintor a causa de un problema hepático. Pero siempre existió el rumor de que fue un duelo a muerte el causante de su fallecimiento. De Dreux se habría batido en duelo ni más ni menos que con el mariscal de campo de Napoleón III y su hombre de confianza, Émile Félix Fleury. El motivo del supuesto duelo no ha trascendido.