A la hora de pedir sus regalos de Navidad a los reyes, los niños no tienen la misma información que tenemos los adultos. En ellos existe lo que se denomina el “pensamiento mágico”, una suerte de razonamiento propio de su edad evolutiva, en la que mezclan fantasía y realidad para dar sentido y comprender el mundo que observan y viven.
En su lógica mágica, pues, no existen limitaciones en cuanto a los regalos que pueden pedir a los reyes o a Santa. Sus deseos son al dictado de la ilusión y la magia de la Navidad, enaltecida por la publicidad que ven en la televisión, en las series o en los dibujos animados; y que puede traducirse en deseos fantasiosos y difíciles de cumplir. Es ahí precisamente donde entramos los padres, para guiarlos y ayudarlos a confeccionar una lista de regalos más acertada y acorde tanto a la realidad como a las posibilidades.
Si existe una carta de reyes perfecta es difícil de asegurar, pero al menos debemos intentarlo. Y para ello, nada mejor que trabajar en equipo y preparar la carta con tus hijos. Así lo aconsejan en el gabinete de psicología Ballesteros y Camacho.
Desde allí la psicóloga sanitaria Graziella Camacho nos da respuesta a los principales interrogantes que nos hacemos todos los padres. Fundamentalmente los referidos tanto al tipo de regalos más apropiados, como a la cantidad que resulta más conveniente.
Toma nota de sus cuatro consejos con los principios psicológicos más importantes para elaborar una carta de reyes casi perfecta con tus hijos esta Navidad.
“La mayoría de los psicólogos coincidimos en decir que nuestros hijos no deberían recibir más de tres o cuatro regalos en todas las Navidades. La razón principal es que cuantos más regalos reciben, más vacíos, ansiosos y frustrados se sienten. Sólo hay que observar la escena de ver un a niño abriendo los envoltorios, uno tras otro, para darse cuenta de que no valoran ninguno. Si queremos que aprecien el valor de las cosas, disfruten de los regalos que les hemos hecho con esfuerzo y evitar el exceso de consumismo en ellos, debemos limitar sus regalos”.
Detrás de tanto obsequio podría haber un intento de compensar otras carencias más importantes en cuanto a atenciones, cariño, y tiempo de calidad con nuestros hijos. “En la sociedad actual los trabajos exigentes a veces nos dejan con poco tiempo para la conciliación familiar y para disfrutar de estar con nuestros hijos. Debemos tener cuidado de no tender a justificar nuestra falta de tiempo con ellos haciéndoles regalos y dándoles todo lo que piden para sentirnos mejor. Porque eso, más que una necesidad de ellos, es una debilidad nuestra que debemos controlar y corregir nosotros mismos”.
Tratar de complacer a los niños con cosas materiales es un error, y a largo plazo les hacemos un flaco favor. “Los adultos no nos damos cuenta de que darles todo lo que quieren también fomenta la falta de tolerancia a la frustración, el consumismo excesivo y la tendencia a tener todo con inmediatez; preparándolos así para ser en el futuro pequeños “dictadores”, niños tiranos, intolerantes y frustrados. Por el contrario, podemos enseñarlos a cambiar los valores materiales por los emocionales, haciéndoles notar que el mejor regalo de Navidad eres tú mismo, tu tiempo y tu presencia”.
“Ayudarles a entender el valor de los regalos tiene que partir de la reflexión de no fomentar el consumismo y lo material, sino el valor de lo emocional y que otra persona haya pensado en ti y se haya esforzado en hacerte feliz con un regalo. El verdadero significado de la Navidad es la solidaridad, la esperanza y la alegría. Nuestros regalos, por tanto, tienen que ser coherentes con este significado para ayudarles a entender por qué hacemos y pedimos regalos en ésta época del año”.
Y, en este ejercicio de valores, nada como practicar la solidaridad y la generosidad con los más necesitados. “Que aprendan que es más importante dar que recibir, para ello tenemos que ayudarles a hacer una acción solidaria como, por ejemplo, ir a la parroquia o a una ONG a dar juguetes y regalos, involucrando a nuestro hijo para que aprendan el valor de hacer algo por los demás”.
“La Navidad es un momento de ilusión y de magia, y por ello el niño tiene derecho a pedir lo que quiere, pero ahí tenemos un papel principal los progenitores, que debemos ser responsables y consecuentes ayudándoles a hacer una lista con criterio”.
Siguiendo el principio de los 3 ó 4 regalos de la psicóloga, una posible propuesta sería:
En concordancia con educar en solidaridad, Camacho propone añadir un quinto regalo, para dar a otra persona. “De este modo estaremos fomentando la empatía y el valor de la solidaridad. Este regalo no tiene necesariamente que ser comprado: puede ser algo hecho con nuestras manos por nosotros. De este modo enseñaremos a nuestros hijos a pensar en los demás y a valorar las cosas hechas con cariño”.
Este quinto regalo puede ser el mejor de todos porque les daremos la oportunidad de experimentar el ser generosos y lo felices que nos hace dar a los demás.
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