Óscar Mora: el florista de las celebrities
“Drama con peonías” fue el nombre que le dio a su master class dictada el mes pasado en FlowerSchool New York.
Esa electricidad que se respira en las calles, los murmullos en miles de idiomas, la aspiración por lo grandioso, incluso la incongruencia de la vida en la gran manzana están presentes en los arreglos florales de Óscar Mora. Texturas, capas y vibrantes colores son el resultado de este melting pot. Sus creaciones son modernas, incluso eclécticas, pero tremendamente sensuales.
Nacido y criado en Caracas, dice que la exuberancia de Venezuela lo marcó. Aunque sabía que el arte era su pasión, no fue sino hasta mucho después que encontró su medio de expresión. Fue pintor, maquillador (y lo hacía bastante bien, dice), peluquero. Probó también el diseño de moda, pero lo dejó al poco tiempo porque se dio cuenta que odiaba coser. Por dos años trabajó en Nueva York como diseñador de interiores y aunque tenía buen gusto, le parecía que cada proyecto tomaba una eternidad. Entonces, aparecieron las flores, donde se ha hecho un nombre después de 12 años de intenso trabajo.
Entre sus clientas está la cantante Beyoncé, cuya casa adorna semanalmente con flores y para Navidad monta su árbol. Para la semana de la moda trabajó con Chanel y Valentino. Este último le encargó una muralla de flores por la que cobró 3,000 dólares. En su cuenta de Instagram recoge momentos con sus clientes previa autorización. Allí se le puede ver con Sarah Jessica Parker, la diseñadora y fashionista June Ambrose o su fan, la modelo eslovaca Zuzana Gregorova.
Apenas tres días puede tomarle diseñar y media hora para ejecutar. No necesita hacer bosquejos. Una lista con los materiales que su equipo compra en el mercado, una visita a su bodega para las vasijas y manos a la obra.
A Óscar le gusta el drama, jugar con los contrastes. Así es que para la clase de hoy usará tres grandes cilindros de distintas alturas y un copón negros (tiene la delicadeza de nombrar a Jeff Leatham, florista oriundo de Utah y afincado en París, como quien impuso la moda de los floreros negros). Empieza insertando ramas grandes de filadelfos, para luego pasar a otras más pequeñas. Luego, trabaja con hortensias Kiwi a las que les saca todas las hojas y pela los tallos con el cuchillo. Apenas ha colocado dos elementos y ya el resultado es magnífico.
Lo siguiente son las capas de color. Usa bocas de dragón de un rojo carmesí aterciopelado. Le gustan porque dice que mientras que las flores de abajo irán muriendo con el paso de los días, los botones de arriba abrirán. Ha llegado la hora de insertar las peonías que divisamos a la entrada. Big Ben es una peonía grande y doble en rojo oscuro con subtonos azulados. Nippon Beauty, es una peonía híbrida simple, ligeramente fragante, con pétalos rojos y estambres color oro. Y termina con Coral Charm, una peonía semi-doble en tonos coral y durazno para darle luz. La instalación bien podría estar a la entrada de una fiesta o el lobby de un hotel. Una instalación de este tamaño sin los floreros y sin el transporte puede costar 800 dólares.
Ahora toca trabajar a los alumnos. Sobre el mesón de Flower School hay una vasija redonda de vidrio negro para cada uno, varias peonías Angel Cheeks en rosa y algunas Big Ben, y muchas calas Chocolate. Lo importante es que seguir la línea del florero pero no colocar las flores a la misma altura.
Según Óscar, el negocio de las flores es duro, hay siempre mucho trabajo que hacer, el material es perecedero y caro. El desafío está en mantener la pasión por lo que uno hace. Vivir en Nueva York te obliga a mantenerte conectado con la naturaleza, si no, la ciudad te traga.