Hace unos días asistí en la Embajada de Portugal en España a una presentación de Turismo de Portugal tan novedosa como bien cuidada. En ella se anunciaba la próxima edición de la llamativa Wine & Travel Week de Oporto, al tiempo que se ponían algunos de los productos más míticos del país vecino. Delicatessen, artículos de corcho, la nueva cafetera Delta y los Lenços dos Namorados (pañuelos de los enamorados), de los que os quiero hablar hoy, fueron algunos de ellos.
Hace años que no visito Portugal. Tan cerca y a veces tan lejos. Sin embargo, recuerdo recorrer el país de norte a sur cuando era pequeña con mis primos y mis abuelos. Cada noche componíamos pequeños diarios de viaje en los que pegábamos algunas de las tarjetas que comprábamos en las ciudades. En ellas se veía lo más representativo de cada una, incluidas sus piezas de artesanía. Esa de la que soy fan en cualquiera de sus versiones y que es una de las maravillas de Portugal.
Porque el país no solo tiene muy buena y variada artesanía, sino que tiene la capacidad, de valorar, cuidar y mantener tradiciones centenarias. Prueba de ello son estos Lenços dos Namorados, un producto diferente que, además de otros atributos, transmiten amor. No está mal, ¿eh?
Hablo de unos paños blancos con mensajes y bordados de colores con una historia muy particular. Estos nacieron en el siglo XVIII al norte de Portugal, en localidades como Vila Verde. Allí, las mujeres jóvenes bordaban estos paños de algodón, con colores y tamaños diferentes y una dedicatoria propia, para entregarlos a sus «novios». Ellos, a su vez, debían llevarlos encima si correspondían a los sentimientos de quienes se los habían regalado.
Así, estos famosos pañuelos son la consecuencia de una tradición que sobrevive en Portugal tras casi 300 años de historia. Hoy en día, las mujeres artesanas que bordan primorosamente estos pañuelos los adaptan a las nuevas necesidades. Por ejemplo, los transforman en cojines, fundas de almohadas o pañuelos cubre-bandejas (para enviar un mensaje en clave) y trasladan su colorido a mantelerías que son joyas.
En cuanto al trabajo, dependiendo de su calidad y complejidad, las artesanas pueden tardar entre 4 días y un mes en terminar un solo pañuelo. Esta artesanía es la única manera de sobrevivir a la modernidad para decenas de mujeres de los pequeños pueblitos que rodean Vila Verde. Y con los que lanzan un mensaje al mundo: «A veces hay que parar, respirar y soñar». ¿Acaso no es un regalo maravilloso?
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