Mucho se habla de los diseños de muebles icónicos de interior, pero también existes clásicos de exterior. De hecho, los muebles de jardín representan una parte fundamental del sector del hábitat, con una oferta amplísima de diseños y materiales cada vez más innovadores e inteligentes. Hoy os mostramos siete diseños clásicos de exterior que nunca pasan de moda.
Un clásico donde los haya, el mueble de hierro fundido es una de las piezas de mobiliario de jardín más preciadas y cada vez más raras y difíciles de conseguir. Estos robustos muebles nacieron en el siglo XVIII en plena era industrial en Inglaterra. Y no es de extrañar, dado el clima húmedo y lluvioso de la isla. Así, estas inmutables piezas de mobiliario exterior fueron todo un hit de la época, y aún hoy no hay jardín inglés que se precie que no albergue alguno de estos bellos diseños. Eso sí, es altamente recomendable el uso de cojines de exterior si se pretende estar más de media hora sentado.
De las colonias de los Mares del Sur provinieron estas exóticas fibras naturales que se utilizaban para hacer mobiliario sin ningún tipo de taco o clavo. La virtuosa manera de trenzar y combinar las diferentes fibras en la confección de sillas fue (y es) una de las aportaciones más interesantes en la historia del mueble. La durabilidad, flexibilidad y ligereza de estos materiales orgánicos enseguida triunfó en los salones europeos. Prueba de ello es la silla Peacok, también conocida como la silla Emmanuelle, por su aparición en la célebre película. O también las sillas chinese Chipendale, tan icónicas en los comedores y terrazas coloniales.
Hoy en día, los fabricantes han conseguido crear materiales sintéticos que imitan casi a la perfección las fibras naturales y las hace aún más resistentes. Pero no podemos negar que la belleza de una fibra natural auténtica y su elegante manera de envejecer es insuperable.
Otra “extravanganza” heredada de las colonias, pero en este caso, americanas: la hamaca. Aunque en origen estaba realizada con las redes de pescar, a lo largo de los años ha ido evolucionando y ahora podemos encontrarla con diferentes trenzados. No obstante, una de las más clásicas es la de cuerda de algodón y tejido de macramé, como en la imagen, aunque también son muy típicas las de hilaturas de múltiples colores. No podemos considerarla un mueble en el sentido estricto de la palabra, pero la hamaca es uno de los diseños must have de todo jardín o terraza que se lo pueda permitir.
Aunque la hemos visto muchas veces en películas e imágenes localizadas en los Hamptons, pocos saben que esta silla tiene nombre y creador: se llama Adirondack y fue creada por Thomas Lee en 1903, quien la diseñó para su casa de vacaciones en Westport. Su nombre es nativo americano y fue tomado del macizo montañoso Adirondack, al noroeste del estado del Nueva York.
La butaca cuenta con una serie de tablones planos de madera (siempre sin nudos) ensamblados. Además, presenta una estructura ergonómica con el respaldo y el asiento inclinados, y unos anchos reposabrazos. Originalmente estaba fabricada con madera de pino, pero hoy existen también modelos de teca, cedro o caoba y se pueden encontrar lacadas en múltiples colores. Ahora se comercializan incluso de plástico.
También encontramos una curiosa historia detrás de esta reconocible silla de cuerdas. La silla Acapulco original apareció en los años 50 y estaba fabricada con las cuerdas de hamaca tejidas por artesanos de la zona con una técnica maya. El diseño pretendía sustituir la tapicería tradicional por una hilatura ligera y fresca, que dejara pasar el aire y así combatir el calor tropical acapulqueño. No se sabe a ciencia cierta quién fue el diseñador. En cualquier caso, su éxito fue inmediato y pronto se popularizó en todas las terrazas de la ciudad.
Se trata de un diseño de una sola pieza, no desmontable, con un tejido de cuerda de hoja de palma, la caña o la cuerda de cáñamo (estos, no aptos para exterior), o PVC y vinilo. Su trenzado, su forma ovoide y sus tres patas son las señas de identidad de esta silla, ideal para exterior y es altamente resistente.
De origen marroquí y herencia andalusí, las mesas de mosaico son tan tradicionales en el sur mediterráneo como el aceite de oliva. Su origen ancestral se remonta a la invención de la azulejería o zelig, que pronto se empezó aplicar no solo en suelo y paredes sino también en piezas de mobiliario.
No cabe duda de que este es un material con grandes propiedades y resistencia a la intemperie que, además, permite diseños geométricos, armoniosos y coloristas. La estructura de la mesa suele ser de hierro forjado. No solo para que tenga la misma resistencia que la cerámica, sino también para que aguante el peso de la misma.
Queremos cerrar con un clásico entre los clásicos de muebles de exterior: el banco de madera. No podemos resistirnos a este diseño sencillo y humilde, cuyo origen se pierde en los albores de los tiempos. Encontramos dos versiones: en madera natural o pintado. En madera natural es frecuente hallarlo en maderas duras, como el castaño o el roble, aunque cada vez son más escasas.
En maderas blandas, como pino o abedul, necesita un tratamiento especial para el exterior. Así, en las últimas décadas hemos asistido a la incorporación de maderas tropicales muy resistentes, como la teca, el iroco, el sapelly o en wengué. En el caso de la versión pintada, se suele dar mantenimiento con barniz marino o pintura náutica, que asegura mayor durabilidad y protección a la madera.
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