Hace 16 años, un coreano inventó Fitbit. Fue el primer concepto de accesorio tecnológico en forma de pulsera capaz de medir la actividad física diaria. Al conectarse con el móvil la aplicación mostraba datos tan relevantes como los pasos, la distancia caminada o las calorías quemadas, contextualizados con objetivos diarios que han quedado en el ideario popular como los 10.000 pasos.
Después llegaron más sensores como el de ritmo cardíaco u oxígeno en sangre, así como otras funciones como la medición de sueño y la temida competencia de los smartwatch. Y es que, aunque Fitbit ha tratado de competir con los más grandes con sus relojes deportivos Versa o Sense, la realidad es que nunca han conseguido crear un ecosistema de aplicaciones y funciones capaz de plantarles cara a otros como el Apple Watch.
Dentro de vorágine, las discretas pulseras de actividad siguen teniendo su público entre deportistas casuales y quienes quieren prestar atención a su estado general de salud. Y en esto, la reina sigue siendo la familia Fitbit Charge que con su sexta generación estrena mediciones más precisas y nuevas funciones conectadas bajo el paraguas de Google.
He tenido Fitbit Charge 6 en mi muñeca las últimas semanas, y esto es todo lo que he descubierto.
Esta pulsera de Fitbit está pensada para llevarla puesta 24/7, incluso para ducharse o dormir. Porque todo cuenta para lograr objetivos. Tiene sentido entonces que la batería tenga 7 días de duración (de verdad, comprobado). También lo tiene que sea muy cómoda y ligera, prácticamente ni se nota que la llevas puesta.
Todos los datos se muestran en la app de forma fácil de interpretar y con métricas novedosas. Es el caso de los Minutos en Zona Activa, que explican en base al ritmo cardiaco el tiempo de actividad moderada realizados. Lo ideal, según la Asociación Americana del Corazón, son 150 minutos a la semana. La suma total varía en función de la intensidad de tus entrenamientos, pero en mi caso 60 minutos de Zumba suman hasta 103 Minutos en Zona Activa por el tiempo en las zonas de quema de grasa y pico.
Aunque la marca ya tenía una de las mejores mediciones continuas de ritmo cardíaco, esta generación utiliza nuevos algoritmos para aumentar la precisión (hasta un 60%, prometen). Esto no solo afecta positivamente al dato de pulsaciones que vemos en la pantalla, sino al conjunto de las estadísticas de los entrenos, los niveles de recuperación o el análisis del sueño.
Gracias a la medición precisa, la pulsera es capaz de reconocer automáticamente si estamos haciendo deporte y empezar a registrar un entreno de entre los 40 disponibles.
Heredado de relojes más grandes y caros, Charge 6 es la única pulsera del mercado capaz de hacer un electrocardiograma. Tan solo hay que abrir la app ECG, colocar dos dedos en los laterales metálicos y esperar el resultado.
Esta función puede ayudar a detectar arritmias como la FA (fibrilación auricular), que es la principal causa de los ictus, y aporta un PDF para llevar a la consulta del médico. La pulsera también avisa si el ritmo cardíaco es demasiado alto o bajo.
Fitbit sabe que, para alcanzar objetivos de salud, descansar también es importante. Por eso tienen una de las mediciones de sueño más precisas que he probado: analizando no solo el tiempo si no las fases por las que se pasa durante la noche. Después, aporta una puntuación del 1 al 100 y consejos para mejorar la calidad del sueño. Uno de los mejores, las sesiones de mindfulness a través de la app.
A la hora de despertarse, la alarma inteligente lo hace mediante vibración cuando te encuentras en fase de sueño ligero y quedan 30 minutos o menos para la hora fijada. Despertarse sin ruido es un placer digno de probar.
En el siglo XXI, el nuevo reto para la salud es sin duda el estrés y la ansiedad. Fitbit ha ideado varios nuevos sensores para ahondar en estos aspectos, y Charge 6 incluye uno capaz de medir la actividad electrodérmica y detectar así los signos de estrés.
Lo hace en un escáner de 3 minutos donde nos pide que estemos relajados, y después hace propuestas sobre cómo manejar el estrés. Yo no le he encontrado especial utilidad.
Que las empresas están deseosas de crear funciones de pago recurrentes es ya evidente. Fitbit Premium, como le han llamado, es una suscripción que permite acceder a más datos que recoge la pulsera, como el Nivel de recuperación diario para saber si estás en tu mejor estado para entrenar.
Con Premium también se puede acceder a sesiones pregrabadas de cardio, baile, meditación y más, con instructores de Fitbit. Algo parecido al éxito que ha cosechado Apple con su servicio Fitness+.
Cuando Google compró Fitbit lo hizo pensando en los datos que había recogido de los usuarios a lo largo de los años y en las patentes y experiencia de la firma en la medición de actividad física. Fitbit sin embargo ha ganado una enorme cantidad de servicios bajo el paraguas de la gran G, que ahora se integran en sus productos.
Lo principal, los pagos. Se puede enlazar una tarjeta en Google Wallet y realizar pagos con la pulsera, la gran mayoría de bancos son compatibles. Es comodísimo pagar compras pequeñas como un café o el pan a la que sales a entrenar sin llevar el móvil encima. La pulsera cuenta con GPS integrado para grabar las rutas cuando se sale a correr o andar.
Sincronizado con un smartphone, la pulsera permite seguir indicaciones de Google Maps y controlar la música de YouTube Music. Es un vistazo y control muy limitado, y solo compatible con estas aplicaciones. Nada de Spotify, Apple Music o similares.
La pulsera vibra también con las llamadas y las notificaciones de algunas aplicaciones, pero están son muy pocas (WhatsApp, Instagram o similares no lo hacen) y no es del todo funcional. La gran asignatura pendiente de Fitbit.
En resumen, Fitbit Charge 6 es una pulsera discreta para los que quieren tener un punto de vista detallado sobre su estado de salud y sus entrenamientos. Pero no para quienes buscan algo más parecido a un reloj inteligente, que encontrarán en el Pixel Watch 2 una mejor opción.
Charge 6 cuesta 159,95€ e incluye 6 meses gratis de Fitbit Premium (luego 8,99€/mes).
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