Los trapos sucios de la Casa Blanca

Desde mayordomos a floristas, todos cuentan por primera vez lo que un día callaron por discreción, prudencia y lealtad.

Dori Toribio. 15/04/2015
Bill y Hillary Clinton
Bill y Hillary Clinton
Bill y Hillary Clinton

Tras un centenar de entrevistas al personal de la Casa Blanca, la periodista Kate Anderson Brower publica un libro con los secretos de alcoba y de la vida doméstica de las primeras familias de Estados Unidos. Desde mayordomos a floristas, todos cuentan por primera vez lo que un día callaron por discreción, prudencia y lealtad.

Ahora que Hillary Clinton domina la escena mediática, tras anunciar su campaña electoral hacia la presidencia de Estados Unidos en 2016, muchos de los trapos sucios de su matrimonio volverán a salir a la luz. Y algunos lo han hecho ya. Como los meses que Bill Clinton habría tenido que dormir en el sofá de su despacho privado tras el escándalo Lewinsky o el libro que Hillary habría lanzado a su esposo abriéndole la ceja, cuando se enteró de que el affaire había trascendido a los medios de comunicación. Todo esto y mucho más lo cuenta la corresponsal política de la Casa Blanca, Kate Anderson Brower, en su recién publicado libro ‘The Residence: Inside the Private World of the White House’ (La Residencia: Dentro del mundo privado de la Casa Blanca).

Bill Clinton junto a Mónica Lewinsky
Bill Clinton junto a Mónica Lewinsky

Tras haber dado la vuelta al mundo en el Air Force One presidencial, Brower se dio cuenta de que la historia periodística más fascinante estaba más cerca de lo que pensaba. Y comenzó un arduo trabajo de investigación para entrevistar al personal que se ocupa de la primera familia en el ala este de la Casa Blanca, la zona residencial donde han habitado todos los presidentes y sus familias desde 1800. No fue nada fácil. Los mayordomos, cocineros, floristas, conserjes, camareros, asistentes y demás personal que trabaja en la Casa Blanca son conocidos por su extrema discreción y lealtad. Muchos pasan décadas en la residencia. Saben mucho y callan todo. Ni en los peores momentos de los más oscuros escándalos soltaron prenda. Pero esta vez, Brower ha conseguido extraer algunas perlas, tras meses de conversaciones con un centenar de trabajadores, sobre una decena de presidentes.

El personal de la Casa Blanca recuerda a los Clinton como uno de los matrimonios más obsesionados por su privacidad. Cambiaron las redes telefónicas para poder hablar entre ellos directamente y no pasando por una operadora, como era habitual hasta entonces. También recuerdan la época del escándalo Lewinsky como una de las más tristes de toda la familia presidencial. Jamás se escuchaban risas en la residencia.

Familia Clinton
Familia Clinton

Brower asegura en su libro que la mayoría del personal sabía desde hace años la relación de Bill Clinton con la becaria, porque solía llevarla a la sala de cine que hay en la Casa Blanca o visitar al presidente con relativa frecuencia. Insiste en que la primera dama también lo sabía. Y cuenta que una mañana, una asistenta encontró la cama de los Clinton manchada de sangre. La versión oficial fue que Bill se había golpeado con la puerta del baño a mitad de la noche. Pero el personal asegura que fue un arrebato de ira de Hillary, que le lanzó un libro directo a la cabeza, abriéndole una brecha en la ceja, que necesitó puntos de sutura.

Uno de los momentos más duros para Hillary Clinton fue el día en el que el presidente confesó ante la opinión pública la relación con la becaria en 1998. Le dijo al ujier, Worthington White, que pasaría unas horas a solas en la piscina residencial. Y le pidió que se asegurara de que no se encontraría a nadie de camino allí. White cuenta que aquella era la viva imagen de una mujer con el corazón roto. Cumplió sus órdenes, que luego ella agradeció con una mirada directa a los ojos y un sentido “gracias”. 

obama
Un matrimonio presidencial romántico es el de los Obama

Un matrimonio que pasó momentos mucho más románticos fue el de los Obama la noche de la inauguración presidencial. Terminadas las galas, la pareja se quedó a solas en la residencia. El mismo ujier entró un segundo para entregar unos papeles al presidente y encontró a la primera dama con ropa cómoda bailando al ritmo de Real Love, de la reina del hip hop Mary J. Blige. Obama le preguntó si alguna vez había sonado esa música en la Casa Blanca. “Nunca sonó nada parecido”, respondió White.

En este libro también se entra en detalles de lo que en su día fue un secreto a voces: las escapadas nudistas de John F. Kennedy a la piscina de la residencia, acompañado de sus secretarias, cuando la primera dama estaba de vacaciones en Virginia. Las fiestas llegaron a tal punto que el personal optó por no pisar la residencia a ciertas horas, para no tener que disimular ante el espectáculo ofrecido.

Jackie y John F. Kennedy
Tras su muerte trascendieron los affaires de John F. Kennedy

Otro asunto muy comentado en su día que aparece en el relato de Brower: la severa relación entre los Reagan. Según el libro, Nancy Reagan intimidaba con sus órdenes no sólo al personal de la Casa Blanca, sino también a su propio marido, al que tenía frito a órdenes. Aunque también se desprende del relato cómo los trabajadores acabaron cogiendo mucho cariño a los Reagan. De la misma manera que hablan maravillas de George W. Bush. Algunos no disimularon su desilusión cuando Bush padre perdió las elecciones en 1992 y llegaron los Clinton a la residencia.

Pero posiblemente la anécdota más peculiar del libro es la obsesión que el presidente Lyndon B. Johnson  parecía tener con su ducha. Exigió al fontanero de la Casa Blanca que instalara una sofisticada ducha con varios chorros de masaje, uno de ellos apuntando directamente al pene, al que Johnson llamaba “Jumbo”.

Ronald y Nancy Reagan
Ronald y Nancy Reagan

Pero la presión, dirección y temperatura del agua debían tener unas características muy determinadas. Tanto, que el fontanero trabajó durante cinco años para conseguirlo. Incluso fue hospitalizado en una ocasión por un ataque de ansiedad debido al estrés al que estaba sometido durante el diseño de la ducha presidencial. De las primeras cosas que hizo Richard Nixon al llegar a la Casa Blanca, tras ver la ducha, es ordenar que la quitaran inmediatamente.

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