Si le preguntas a cualquier fan de Apple, te dirá que el iMac es un producto al que le tiene un cariño especial. Me incluyo en ese nutrido grupo. Yo tenía apenas siete años cuando los Reyes Magos dejaron bajo mi árbol de Navidad una gigantesca caja que incluía uno de estos ordenadores todo-en-uno de Apple.
El iMac me acompañó en todas mis primeras veces. La primera vez que leí artículos en Internet, que hice colecciones de fotos, que empecé a editar mis vídeos para YouTube…
Se convirtió sin duda en el corazón del rincón creativo de mi casa, hasta que un portátil -también de la manzana- lo sustituyó. No es de extrañar que guarde un bonito e incluso nostálgico recuerdo de un producto tan icónico y que marcó mi futuro.
Por suerte, Apple no ha abandonado al iMac. Al contrario, está ahora en el mejor momento de su historia con la importante evolución que han supuesto los procesadores de la marca. Al tiempo que celebramos el 40 cumpleaños del ordenador de Apple, he probado el nuevo iMac con chip M3 y con estas líneas vas a entender por qué se ha ganado de nuevo su hueco en casa.
Me resultaría extraño que no conocieses el ordenador más icónico de Apple a estas alturas. Pero déjame contextualizarlo. El iMac es un equipo de sobremesa todo-en-uno.
Está compuesto por una gran pantalla que incluye toda la electrónica, un teclado y un ratón/trackpad. A diferencia de los equipos de mesa tradicionales no tiene decenas de cables, sino uno que conecta el equipo a la electricidad. El resto, simplemente funciona.
Cuando me refiero a toda la electrónica tras la pantalla es una absoluta realidad. Apple ha incluido un panel de 24 pulgadas y lo ha acompañado de una cámara para videollamadas, altavoces, micrófonos, conexiones… y bajo el chasis están el procesador, la memoria, y más. Todo en un conjunto extraordinariamente delgado del que luego hablaremos.
Este ordenador está pensado para estar colocado en una posición permanente. Por ello es el equipo ideal para tener en casa o en la oficina. Queda espectacular, por ejemplo, en las recepciones de los negocios físicos como gimnasios, peluquerías, etc. En casa puede ser el Mac principal de la familia, el que todos tengan a su alcance como herramienta para trabajar, estudiar y crear o simplemente para disfrutar de una peli.
El iMac es la clara demostración de cómo el diseño industrial y la ingeniería van de la mano. Siempre ha sido un producto provocativo con acabados casi imposibles. Este siguiente modelo es una evolución natural – e indudablemente bien hecha – del aspecto histórico del iMac.
Para empezar, destaca su delgadez: es poco más de 1cm que sorprende sabiendo la cantidad de tecnología que empaca. La pena de aluminio es preciosa y contrasta en un doble tono pastel con el tinte más saturado y radiante del aluminio de la trasera del ordenador.
Esta permite además inclinar la pantalla para colocarla de la forma que más cómoda nos resulte, pero no permite ajuste en altura (para el uso doméstico, no tiene principal problema).
La decisión controvertida en el diseño del nuevo iMac radica en su parte frontal. La pantalla está envuelta por unos marcos de color blanco y en su parte inferior, por una franja del color del dispositivo.
Los marcos blancos limitan visualmente la pantalla y le quitan esa sensación de llegar hasta el límite. Pero al contrario de lo que había leído de otros usuarios, a mí me gusta y no me ha resultado incómodo. La franja de color es meramente estética y responde a una necesidad de crear identidad en este producto: no es un ordenador cualquiera, es un iMac.
La colección de colores es digna de mención: el nuevo iMac llega en siete llamativos tonos para todos los gustos. El nivel de detalle es tal que los acabados de la caja, las instrucciones, los cables y accesorios coinciden con el color elegido para el ordenador.
Es la gama cromática más amplia y arriesgada de Apple, que acostumbra a aspectos más sobrios y sutiles. Desde luego no es el caso, y claro que no es un problema pues el color verde que he probado me alucina.
El salto adelante que dio la familia Mac con el paso de los chips propios de Apple es digna de estudio de éxito. En solo tres años, los procesadores de la marca americana han progresado más que los de su competencia en una década.
La tercera generación de estos chips para el Mac, la familia M3, es un golpe sobre la mesa. De hecho son los primeros de la industria fabricados con litografía de 3 nanómetros. En castellano: Apple puede meter más electrónica en un espacio más pequeño, haciendo que sus ordenadores sean más potentes y eficientes.
El iMac va equipado con un chip M3 “básico”. Lo pongo entre comillas porque otros modelos como el MacBook Pro pueden incluir un M3 Pro o M3 Max, de los que ya os hablaré, pero el M3 de básico no tiene nada. Cuenta con 8 núcleos y una gráfica dedicada de 8 o 10 núcleos en función del modelo elegido.
Según Apple, es un 65% más potente que el iMac con M1 anunciado en 2021. En la práctica, lo cierto es que absolutamente todo vuela: lo he probado para navegar en Internet, trabajar con las apps de Microsoft (Excel, PowerPoint, etc.), hacer diseños en Canva y editar fotos de mis viajes en Pixelmator. Es literalmente un tiro en las tareas del día a día, las que un estudiante o pequeño empresario puede manejar. No se ha quedado colgado nunca.
Este iMac es el primero en la historia en hacer referencia a los videojuegos. Los ordenadores de Apple nunca se han caracterizado por ser especialmente capaces en este aspecto gráfico. El nuevo chip estrena dos sistemas para hacer esto más fácil.
Por un lado raytracing, un sistema de generación de escenas 3D más realistas; y por otro Dynamic Caching, que gestiona la memoria gráfica de forma dinámica en tiempo real. El resumen es que el nuevo iMac se desenvuelve bastante bien en algunos juegos de última generación.
El modelo que he probado es el tope de gama. La configuración se puede cambiar en la web de Apple mientras que se encarga, por lo que mi recomendación es elegir al menos un modelo con 16GB de memoria y 512GB de almacenamiento.
Las configuraciones básicas se quedan bastante cortas y queremos que la máquina dure muchos años. Los Mac utilizan una tecnología de memoria unificada con el chip que permite mejorar el rendimiento, pero no actualizarla o ampliarla a largo plazo. Elegir bien la configuración es importante pues… carta en la mesa, presa.
Apple ha incluido en el iMac un conjunto fantástico de prestaciones para disfrutarlo al máximo. Empezando por su pantalla, un gran panel de 24 pulgadas con resolución 4.5K que se ve realmente bien. Es una pantalla que Apple conoce y maneja a la perfección: muestra detalles muy nítidos, el color es vibrante y el brillo de 500 nits es perfecto. Yo trabajo junto a una ventana y no he tenido problema con la incidencia de luz directa.
El ordenador incluye además un sistema de 6 altavoces con audio espacial, que suenan alto y nítido para llenar una habitación. Son un espectáculo. El conjunto me ha gustado mucho para ver series de Apple TV+ o Disney+.
Por otro lado, las videollamadas son el pan nuestro de cada día tras la pandemia. Este equipo incluye una cámara FullHD que además utiliza el chip M3 para mejorar la nitidez y aplicar efectos en tiempo real, como difuminar el fondo. El conjunto de tres micrófonos elimina el ruido ambiente y hace que la voz llegue alta y clara. La gente con la que me he reunido estos días me dice que se ve y se escucha realmente bien. Como ves, al iMac no le falta de nada.
No hay duda. Quien prueba un Mac nunca vuelve a un Windows, por una diversa variedad de motivos. Quizá el más recurrente sea lo simple y cómodo que es trabajar, estudiar o simplemente navegar con este sistema operativo.
macOS es toda una navaja suiza para el ordenador: no le falta de nada. La última actualización aprovecha al máximo la pantalla del iMac con fondos de colores personalizados a juego y salvapantallas con vídeos cámara lenta de los lugares más espectaculares.
¿Funciones chulas? Decenas. Editar PDFs, tomas notas, utilizar páginas web como Google Docs convirtiéndolas en apps, filtros para aprovechar aún más la webcam en videollamadas... Aunque sin duda la conexión con el iPhone se lleva la palma.
Pueden ponerse en el escritorio los mismos widgets flotantes para estar al tanto de todo o hacer acciones rápidas como pausar la música, mirar el calendario o marcar como hecha una tarea; coger llamadas, copiar y pegar fotos o texto, o empezar un documento en el móvil y seguir en el Mac.
Y si hay algo que no hace el Mac, hay miles de aplicaciones diseñadas. Me gusta mucho Setapp, una suscripción de 9€ al mes que da acceso a cientos de apps sin anuncios pensadas para el Mac. Entre ellas auténticas joyas como CleanMyMac X, para borrar archivos basura que ocupan almacenamiento. Todos mis Mac, históricamente, han llevado esta app instalada – solo con ella, se amortiza.
No quiero acabar este análisis en profundidad sin hablar de los accesorios que Apple incluye en la caja de este ordenador. Son pocos, pero su simplicidad casi mágica hace digno honor a su nombre.
Son el Magic Keyboard (teclado), Magic Mouse (ratón) y Magic Keyboard (mi favorito, el trackpad). Están fabricados en un precioso aluminio pulido con el color a juego al elegido en el Mac. Todos son inalámbricos, utilizan baterías que duran unos 3 meses y se recargan usando aún la conexión Lightning – USB-C, ¿dónde estás? – El cable incluido es de nailon trenzado con color a juego. Apple no ha escatimado en detalles.
Los tres accesorios son, de verdad, extraordinarios. El teclado es un gusto para escribir durante horas, e incluye un sensor de huellas Touch ID para desbloquear el ordenador o hacer pagos por Internet. Y qué decir del trackpad… una herramienta creativa con cientos de funciones deslizando los dedos por su suave superficie de cristal mate. Como curiosidad, este último funciona mediante precisas vibraciones que nos dan feedback de lo que tocamos en la pantalla. Una locura.
Quizá la mayor pega del nuevo iMac con M3 sean sus configuraciones básicas que arrancan en 1.619€ y que se quedan algo escasas, sobre todo mirando al futuro. Pensando en invertir en un ordenador como este, puesto a gusto, rondará unos 2.000€. A cambio, un espectáculo de ordenador al que es difícil encontrarle pegas y que asegura durar muchos años. Las cuentas salen.
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