Hace años que el mundo de la fotografía profesional dejó de ser terreno vedado para marcas que no fueran Canon o Nikon. Los dos grandes clásicos del siglo XX siguen creando magníficos productos pero de un tiempo a esta parte han visto como hay fabricantes que han apostado por una mayor innovación. Los nuevos participantes han corrido grandes riesgos pero los beneficios obtenidos y el orden mundial de la fotografía ha cambiado para siempre. El gran renovador de la fotografía digital ha sido Sony.
Liderando e inundando el mercado con las denominadas «mirror less». Es decir, cámaras sin espejo. Al suprimir ese elemento mítico de la fotografía analógica, el tamaño y el peso de los dispositivos se redujo de manera muy notable. Sony marcó una nueva senda y el resto de empresas no han tenido más remedio que seguirla, para beneficio del consumidor.
Podemos encontrar dos gamas dentro del fabricante japonés. En la gama profesional encontramos la serie A7III, IV… y un escalón por debajo la serie Alpha donde destacan la a6500 y a6600. Las primeras poseen fotograma completo, son algo más grandes y utilizan objetivos con montura tipo A. Las segundas tienen menor tamaño, un sensor más pequeño, APSC, y calzan objetivos de montura tipo E. La novedad que acaba de llegar al mercado se llama Sony a7C y es la unión de ambos mundos. En el espacio físico que ocupaba la a6600 han conseguido meter un sensor de fotograma completo logrando una de las cámaras profesionales más pequeñas.
Como no podía ser de otra manera no solo centra su interés en la fotografía, es capaz de grabar vídeo en 4K HDR a través de un cuerpo con estabilización de imagen incorporado. Puede pasar sus capturas a un teléfono móvil para publicar en cualquier red social ávida de contenido inmediato. El monitor de visualización se puede girar en casi cualquier dirección, incluso para vernos a nosotros mismos mientras grabamos.
Su pantalla es LCD con capacidad táctil, a través de ella podemos acceder a diversas funciones. Posee 24,2 megapíxeles y es posible disparar diez fotogramas por segundo manteniendo el enfoque continuo. Su precio son 2.100 euros, a los que hay que sumar lo que gastemos en los pertinentes objetivos. Las fronteras entre el mundo amateur y profesional cada vez son más difusas. Todos queremos más calidad y cada vez es más sencillo disfrutar de ella. Ambos mundos están cada vez más cercanos, pero por el momento mantienen las distancias.
Algo similar ocurre con los smartphones. Llevamos en nuestros bolsillos teléfonos capaces de ofrecer fotografías y vídeos de muy alta calidad, pero todavía no pueden competir con productos como la Sony a7C. Su fotograma de tamaño completo en un espacio tan reducido es una innovación y un paso de gigante asombroso. Su precio para el público amateur es tan elevado como más que asequible para el mundo profesional. Todo depende del ámbito donde nos encontremos y el partido que vayamos a sacar de una cámara de este nivel.
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